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El presidente turco, Recep Tayyip Erdogan. AFP
Eterno Erdogan
Editorial

Eterno Erdogan

Su victoria electoral pese al desgaste no invita a pensar que en cinco años habrá una oportunidad más favorable a la oposición turca

El Norte

Valladolid

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Jueves, 1 de junio 2023, 00:41

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La victoria de Recep Tayyip Erdogan en la segunda vuelta de las elecciones presidenciales añadirá cinco años de existencia a un régimen instaurado a partir de su llegada al poder como primer ministro en 2003, vinculando el destino de Turquía a su figura. El afianzamiento de un sistema que es democrático en cuanto a la vigencia del sufragio universal para escoger al presidente y al Parlamento, pero que no cuenta con los contrapesos de un Poder Judicial independiente, una efectiva libertad de prensa y la expresión de posiciones contrarias sin que en ocasiones se vean perseguidas, bien podría dar lugar a la perpetuación de una autocracia legitimada en las urnas una vez que al finalizar este mandato Erdogan cumpla un cuarto de siglo al frente del país. Mientras tanto, el integrismo se normaliza en la percepción ciudadana, en confluencia con tradiciones tribales e identitarias que limitan el ejercicio de derechos y los anhelos de igualdad.

Se hace difícil de entender que una mayoría del 52,5% frente al 47,5% opositor permita escorar no ya la política, sino la institucionalidad de un país de 85 millones de habitantes hacia un modelo iliberal. Pero tal resultado no atiende únicamente al paulatino incremento de las atribuciones de la presidencia. Responde también a la conformación de una complacencia social y hasta partidaria proclive a ello a través del nacionalismo. Desvanecida la ilusión de la alternancia, el escrutinio del domingo no invita a pensar que dentro de cinco años habrá una oportunidad más favorable. La posición estratégica que ocupa Turquía tanto desde el punto de vista geográfico como por situarse entre el mundo democrático y regímenes abiertamente autoritarios tampoco ayudará a contener las intenciones que pueda albergar Erdogan para marginar completamente a la población kurda –incluida su representación parlamentaria–, cerrar las fronteras nacionales a la recepción y al tránsito de migrantes por su territorio o ampliar aún más sus poderes.

Sorteadas las críticas por las deficiencias e irregularidades en la construcción de viviendas e infraestructuras que explicarían buena parte de las consecuencias del terremoto de febrero, y el descontento social por una crisis económica persistente que ha desbocado la inflación por encima del 40%, las elecciones municipales del próximo año mostrarán hasta qué punto la oposición es capaz de mantener el pulso en las grandes ciudades.

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