El Cid
'Sidi' es una novela que ha hecho trizas el andamiaje de esos tópicos patrioteros que tanto desvirtúan al personaje
Como era lógico, leí en cuanto salió la última novela de Arturo Pérez Reverte, 'Sidi', esclarecedoramente subtitulada 'Un relato de frontera', y sobre el recuerdo ... vivísimo de aquella primera lectura de urgencia, de la que disfruté mucho, acabo de terminar la segunda, esta llevada a cabo con detenimiento y a fondo. Pues bien, de ambas he salido asombrado. Así cuando deliberadamente me dejé llevar por la historia como al hacerlo ahora 'profesionalmente', o sea, consultando obras de distinta índole, sacando punta a cada pasaje, buscando las vueltas y tomando notas para llegar finalmente a la conclusión de que en este caso carece de sentido aquella sentencia tan manida del Eclesiastés de «nihil sub sole novum».
Y es que, a mi juicio, bajo el sol y la luna de nuestra literatura cidiana ha surgido una novela verdaderamente innovadora. Una novela que ha hecho trizas el andamiaje de esos tópicos patrioteros que tanto desvirtúan al personaje y que también ha desmontado la inconsistencia de unas formulaciones ideológicas supuestamente progresistas que lo convertían en una especie de facha. Con lo cual Pérez Reverte ha recuperado el esplendor de la verdad ficticia de la literatura, una verdad que en este caso venía precedida por otras dos verdades: la filológica de Alberto Montaner, que tantos versos, pasajes y alusiones oscuros de la vieja epopeya ha sacado de la oscuridad, y la histórica de Gonzalo Martínez Díez (Quintanar de la Sierra, 1924 – Villagarcía de Campos, Valladolid, 2015), jesuita burgalés que en grado de excelencia reunía todas las virtudes intelectuales que hicieron grande a la orden de San Ignacio.
Era la verdad que faltaba para poner en su sitio la epopeya del Cid como hombre de frontera, y de una frontera especialmente peliaguda: la de las tierras abiertas a todos los azares de ambas orillas del padre Duero, donde la vida se tocaba con la muerte y los aventureros que cabalgaban juntos constituían una familia, unida bajo la solanera y en el frío de la noche. Tierra de asechanzas y tierra de nadie, con la suerte de uno hermanada con la de los otros. «Yelmos y lanzas brillando al sol, pendones flameando al viento, grupos de jinetes cargados de botín que arreaban ganado y cuerdas de prisioneros, con un fondo de campos en llamas y humo de incendios». Con el horizonte salpicado por columnas de humo, emblema de la destrucción, y Valencia en los sueños. 'Sidi' marca un hito en nuestra narrativa contemporánea.
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