Echarse al monte
En su competición con Vox para dilucidar cuál de los dos es más feroz antisanchista y quién luce el pedigrí más resplandeciente de españolidad, Casado se está exponiendo demasiado e incomodando a otros líderes autonómicos
Como buen mamón de la teta de Aznar, Pablo Casado cabalga desbocado hacia lo más alto de la serranía del descontrol. A diferencia de ... Curro Jiménez, el bandolero de la calle Génova no saquea la faltriquera de los ricos. Y tampoco es que esté robando a los pobres; su bandolerismo lo aplica a un amplio sector de su partido que se desenvuelve en la moderación y en la responsabilidad, hurtándole una posición centrista imprescindible para alcanzar La Moncloa. En su competición con Vox para dilucidar cuál de los dos es más feroz antisanchista y quién luce el pedigrí más resplandeciente de españolidad, Casado se está exponiendo demasiado e incomodando a otros líderes autonómicos. La particularidad de Feijóo juega en otra liga, pues el líder gallego está consolidado lo suficiente como para plantarle cara al jefe.
En Castilla y León, el presidente Mañueco necesita ampliar su universo electoral y afianzarse como un conductor territorial sólido. Ante la crisis actual, el socialista Luis Tudanca se ha puesto de su lado para luchar juntos en pos de los intereses sanitarios y económicos de esta comunidad. A don Pablo no le habrá gustado semejante acuerdo, pero el padrino de Madrid no puede aplicar ninguna censura ni tiene las armas para desarticular el consenso que ha anidado en torno al cojefe de la Junta. El Gobierno regional camina con pies de plomo y con la aquiescencia de toda la oposición para no meter la pata en la desescalada. Mañueco juega con responsabilidad; Casado se muestra como un niño insoportable instalado en la rabieta continua.
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