La desnudez
«Es un hecho histórico que el advenimiento y victoria del cristianismo trajeron consigo la censura del cuerpo humano, tanto en las representaciones del arte -especialmente de las estatuas- como en la vida real, así en los gimnasios o baños públicos»
Recientemente, se ha actualizado un viejo debate: el de la desnudez. Tampoco es nueva la discusión acerca del discriminatorio veto que se ejerce, desde hace ... tiempo, sobre los pezones femeninos; y que, por causas difíciles de determinar, volvió a imponerse –en los últimos años– dentro del ámbito de las redes sociales. Pues ¿cuál es el verdadero motivo para ello? ¿Religioso, moral, estético? ¿El consabido argumento de que su vista puede ofender a ciertas personas o afectar negativamente a los menores de edad?
Es un hecho histórico que el advenimiento y la victoria del cristianismo trajeron consigo la censura del cuerpo humano, tanto en las representaciones del arte –especialmente de las estatuas– como en la vida real, así en los gimnasios o baños públicos. Y que los cristianos más radicales y exaltados se ensañaron con las esculturas que representaban en los templos de la Antigüedad a los dioses paganos, mutilando especialmente aquellas partes que eran consideradas pecaminosas e incluso el conjunto de sus miembros, en general, como ofensivos para la mirada divina. Lo cual evolucionó con los siglos, constituyendo precisamente las pinturas y retablos de tema piadoso e inspiración católica uno de los géneros artísticos en que más proliferarían los desnudos.
Eso no quitaba que a cristos y, por extensión, a santos y figuras de toda clase se les administrara la disposición de 'paños de pureza' para ocultar los genitales. Ya había ocurrido en épocas anteriores y, a medida que –después– el extremismo religioso se fue moderando, predominaría la pudorosa costumbre o prescripción de colocar hojas de parra e higuera (si no vaporosos velos) en las zonas más comprometidas de las imágenes de personajes bíblicos y mitológicos.
Hoy en día, esa polémica en torno a la muestra de los pechos de las mujeres ha adquirido tintes ideológicos y reivindicativos, pareciendo –con razón– que la prohibición de exhibirlos se trata de algo descompensado e injusto, por más que las consignas mojigatas de las grandes compañías que controlan el ciberespacio contemporáneo se hayan obcecado en escamotearlos.
La desnudez valorada por la Antigüedad Clásica sirve, en lo que serían las postrimerías de la modernidad, para simbolizar lo inerme que aquel ser humano
Luego, está la interpretación que, a partir del psicoanálisis, se viene haciendo de los sueños en que quien sueña emergería desnudo –solo o con otras personas–, bien como signo de vergüenza, temores, desvalimiento e inseguridad; o como indicio de pureza, inocencia, euforia y entusiasmo por cambios que se van a operar en la propia vida. Los especialistas –como ha de apreciarse– no terminan de coincidir en si esto es bueno, malo o ni lo uno ni lo otro, dependiendo mucho su correcto análisis de «cada soñador» en cuestión; de cómo en cada momento se ve a sí mismo o ve a los otros. Y ahí entran en juego sensaciones tan contrarias como, por un lado, la baja estima y –por otro– la apetencia de una liberación; así como la visión de quienes aparecen desnudos en el sueño debido a los vicios o enfermedades que ocultan, además de por su reputación pésima.
Sin embargo, la representación del cuerpo de hombres y mujeres, apolos o afroditas, se convirtió en el sello y marca del mundo heleno, primero, y grecolatino –más tarde–. También en el símbolo de un universo en que los dioses no se hallaban lejos de los mortales, sino que se mezclaban –y hasta copulaban– con ellos. La individualidad, la dignidad, belleza y armonía del ser humano se erigían como toda una conquista respecto al pasado y un proyecto para el futuro de la humanidad.
La desnudez valorada por la Antigüedad Clásica sirve, en lo que serían las postrimerías de la modernidad, para simbolizar lo inerme que aquel ser humano, y el humanismo mismo se torna ante crisis como las que hemos vivido y nos encontramos viviendo; ante la decadencia de una era y el inicio de otra nueva, la de la globalización y las transformadoras tecnologías del presente, la de los territorios virtuales de Internet.
El ser humano desnudo. Hombre y mujer. Grande y pequeño. Fuerte en sus capacidades y vulnerable en su intimidad. Un número en las estadísticas. Apenas una silueta encarnando la violencia que los poderes de cualquier tipo aplican sobre nuestros cuerpos y almas.
¿Tienes una suscripción? Inicia sesión