Cuando el conejo amenaza al águila
«Se desconoce si fueron los fenicios, griegos o romanos quienes bautizaron a Hispania con el sobrenombre de 'país de conejos»
España carece de la entidad, poderío y capacidad de influencia de las que goza Estados Unidos. Parece pura tautología, pero es un ejercicio tan sencillo ... como echar la vista atrás y cotejar cómo el país americano ha implantado sus intereses, sobre todo, tras el final de la II Guerra Mundial. Cuando concluyó el conflicto, el Gobierno americano ofreció el llamado Plan Marshall para reconstruir Europa.
En realidad, no solo se trataba de una ayuda para poner en pie al continente, sino que se partía de una premisa: si no revivimos a estas naciones, ¿quién comprará nuestras manufacturas? El proyecto trajo consigo el desembarco de las empresas estadounidenses. Se regó de dólares Europa, pero se recogieron más. Ahí radica la expansión de este imperio.
Se desconoce si fueron los fenicios, griegos o romanos quienes bautizaron a Hispania con el sobrenombre de 'país de conejos'. Lo que sí asumimos es que el águila calva es uno de los símbolos más reconocibles de EE UU. Se encuentra en el sello del presidente, por poner un ejemplo.
Hace unos días se produjo una reunión entre el embajador de Trump en nuestro país, Duke Buchan, y las ministras Margarita Robles (Defensa) y Arancha González Laya (Exteriores). Las representantes del Gobierno advirtieron al diplomático de que, si no se revocaban los aranceles a nuestros productos en su país, España no aumentaría la colaboración militar con el imperio, sobre todo, en las bases instaladas en nuestro territorio. ¿Delirante? Sí; ¿una manifestación de orgullo e ingenuidad? También.
Pero hay que saber medir: conociendo al inquilino de la Casa Blanca, el chantaje puede convertirse en más aranceles y, con ellos, más ruina para nuestras explotaciones. No somos la aldea gala de Asterix y Obelix, que son cuentos de ficción. La realidad: Mike Pompeo, el secretario de Estado americano, descolgó el teléfono y saboteó la feria mundial del móvil de Barcelona. Lo deslizó la semana pasada en Alemania. No fue el coronavirus. Se trataba de joder el 5G de los chinos, tildándola de 'espía y peligrosa'. Eso es poder.
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