Cloroquinos
«Dice Ramón Salaverría que debemos dejar de llamarlas noticias falsas, porque no son noticias»
Dice Ramón Salaverría, un tipo que hurga y hurga en las entrañas de los medios de comunicación para aventurar tendencias, bienaventuranzas y catástrofes, que debemos ... dejar ya el eufemismo injurioso de «noticias falsas, porque no son noticias». Creo que me ha plagiado, aunque también puede ser que le haya plagiado yo sin darme cuenta o que, incluso, llegáramos a esa conclusión el año pasado en Ponferrada, cuando como postre de un curso de verano de la UNED compartí mesa con Julio Montes, de Maldita.es, y los periodistas Olga Rodríguez y Carlos Fidalgo.
No son noticias. Son bulos. Mentiras en las que no existe la noción siquiera de querer informar de nada, solo de lo contrario. De desinformar. De confundir. De provocar reacciones instintivas que lleven a la adhesión ciega a un credo y, lo que es peor, al odio visceral contra el otro.
El Bulero Mayor Of The Universe, Donald Trump, dijo el otro día que él toma cloroquina -o hidroxicloroquina, ya ni sé- como jarabe preventivo. A Fernando Simón se le cayeron los palos del sombrajo. Médicos vallisoletanos que han pasado el virus dichoso, y que tomaron hidroxicloroquina porque entonces parecía que funcionaba -hoy se sabe que no, es lo que tienen las enfermedades desconocidas- se me echan a reír por no llorar cuando lo comentamos.
El 'cloroquino', que empieza a ser una especie abundante, reduce las cuestiones complejas a un eslogan. Lanza diatribas, alecciona según le convenga y busca, siempre, un beneficio personal. Están por doquier, anidan en las redes sociópatas y son como el placebo del charlatán: parece que te hace bien cuando lo tomas, porque te desahogas, pero si te olvidas de informarte en condiciones afecta gravemente a tu salud.
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