¿Será cierto que nos infantilizamos?
Crónica del manicomio ·
«La dependencia familiar se prolonga y la fruta de la vida se estropea por retraso en la maduración o por maduración prematura»Cada vez son más los sociólogos, psicólogos, antropólogos y literatos, por este orden o en orden inverso, que sostienen la idea de una infantilización creciente ... del género humano. Vienen a coincidir en la opinión de que cuanto más madura es la sociedad, más inmaduro es el individuo. ¿Será esto cierto? ¿Caminamos hacia una debilidad general? De confirmarse esta hipótesis, el camino que regresa de la adultez a la infancia se convertiría en la ruta del progreso. Algo más bien de ciencia ficción o con referencias directas al metaverso.
En realidad, es muy arriesgado hacer comparaciones históricas, pues los datos e interpretaciones de una época no son válidos en otra sin caer en anacronismo, que es el contratiempo que amenaza al historiador. Sin embargo, si hacemos la vista gorda ante estos temores, los argumentos que sostienen la inmadurez actual de las personas, en comparación con los ciudadanos que nos antecedieron, no se pueden pasar por alto.
El primer dato a favor de esta fragilidad proviene de la paulatina reducción de la temporalidad a la dimensión del presente. De hecho, el desprecio por la historia es una de las tendencias culturales más manifiestas durante las últimas décadas. El repudio de los clásicos y de los humanistas que nos precedieron es una de las señas de identidad de nuestro tiempo. A fin de cuentas, los contemporáneos se sienten en el mejor de los mundos posibles, y en vez de idealizar el pasado, al modo de los antiguos, lo ignoran y viven como si no hubiera existido. Se comportan imitando a los niños, que nos sirven de ejemplo porque no han vivido lo suficiente como para circunscribir su experiencia entre un antes y un después. Viven bajo la tiranía del aquí y el ahora, como las llamas de un chisquero que se enciende intermitentemente.
Además, las nuevas generaciones están inmersas en un mundo de imágenes que ocupan su representación de modo absorbente. Lo simbólico retrocede. La narración es sustituida por la filmación. Lo interior por lo exterior. La realidad por la imitación o la ficción. Hay que ver para saber o, dicho de otro modo, no entendemos nada si no lo vemos. Nos cuesta leer y cada vez exigimos textos más breves y más dibujados. La novela gráfica conoce su apogeo y sostiene nuestra mentalidad en un encuadre infantil que influye en nuestro conocimiento. Cada vez sentimos más el peso y el esfuerzo de prescindir de lo visual, pues las palabras y las letras han incrementado su peso.
Por si fuera poco, la dependencia familiar se prolonga y la fruta de la vida se estropea por retraso en la maduración o por maduración prematura. En un caso la identidad permanece rígida, sin flexibilidad, y, en el otro, se pudre antes de tiempo y se ablanda y corrompe dentro de nosotros. En ambas situaciones el sujeto permanece en una adolescencia continua, necesitado de ayuda psicológica para conocerse y saber actuar.
¿Tienes una suscripción? Inicia sesión