La leve y justa luz
«Los días pasados nos han traído una (aparente) buena noticia: la elección del presidente del Consejo General del Poder Judicial»
Para quienes trabajamos, en mi caso como profesional liberal, en el tinglado de la Justicia y su administración, los días pasados nos han traído una ( ... aparente) buena noticia. La elección del presidente del Consejo General del Poder Judicial, y por ende del Tribunal Supremo. Isabel Perelló se llama, catalana y adscrita a la asociación de marchamo ideológico calificado como progresista. Otra cosa es que tal término (más allá de interesadas interpretaciones y aplicaciones semánticas) deba tener su marca de agua en los fallos judiciales. Y lo mismo cabe decir del sector conservador.
Dado que no era la candidata de Pumpido, ni de Bolaños, ni de García Ortiz, es decir, del oficialismo rampante y sanchista, se ha introducido un rayo de esperanza por el diminuto agujero de esa cerradura cuya única llave la guarda el aparcero de La Moncloa. Una luz aún leve, pero que quizá sea el inicio de una época de mayor transpare«ncia, independencia y, por lo tanto, ajuste de la legalidad, del actuar de la judicatura en sus más altas instancias. Cierto que el Tribunal Constitucional, pese a no ser un órgano jurisdiccional propiamente, puede deconstruir en su cocina sectaria, hasta su caducidad tóxica, lo que se elabora con productos sanos y de temporada en los fuegos de los Tribunales verdaderamente profesionales. Recusar a los cocineros del Restaurante Pumpido no se permitiría en los fogones de Casa Sánchez.
Quizá, solo quizá, a algunos se les esté empezando a acabar la fiesta. El mangoneo, dicho en términos más precisos. Es cierto que, ante la falta de escrúpulos de los directores de propaganda, y la falta de criterio, o la solidez en sus criterios subvencionados, de los consumidores, las actuales patologías, que afectan a elementos estructurales institucionales, solo dejarán de amenazar ruina cuando se cambie el director de la ejecución. La arquitectura democrática es sólida, pero no irrompible.
Mientras tanto, también se nos acaba la fiesta a orillas del Pisuerga. Y, con ellas, al abono taurino. Que tantos momentos buenos está ofreciendo a los aficionados, y a los no tanto. Quien no parece, ahora, alegrarse es el tal Alvise, un vulgar aprendiz de Sánchez, trilero de populistas proclamas, que se posiciona contra la tauromaquia. Desde su supina ignorancia. Urtasun, ahí tienes un buen jefe de gabinete. Aunque, es cierto, a ver cómo se explica desde la izquierda, la extrema y la desubicada, que los toros son de derechas. De fachas, vamos, por utilizar su siempre inocente lenguaje.
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