El aviso de Ceuta
«Si la evolución de los acontecimientos planteara cuestión de soberanía respecto de las Ciudades Autónomas o comprometiera la posición de España en el contencioso del Sáhara, convendrá tomar nota y ganar fortaleza y apoyos»
Por muy variados motivos, lo que ocurrió hace unos días en Ceuta, en menor medida también en Melilla, resulta verdaderamente sorprendente. Los efectos aún no ... se han disipado, y tardarán en disiparse, pero la sospecha de que ha podido ser un episodio estratégico, que puede volver a repetirse, y no un acontecimiento aislado y pasajero, está ahí, llena de interrogantes y de augurios.
Quizá haya que empezar por establecer una distinción que contribuya a clarificar algo las distintas dimensiones que tiene el tema. Porque tiene algo de manifestación del fenómeno migratorio de nuestro tiempo, pero sabemos con certeza que no ha sido eso, o no ha sido sólo eso, ni principalmente eso, al menos si entendemos por fenómeno migratorio los movimientos de población, relativamente espontáneos, que se producen con tanta frecuencia en nuestras costas. Hasta ahora no habíamos conocido una presión tan directa, tan masiva, en una frontera, con signos evidentes de haber sido animada, consentida, quizá organizada, por otro país. El episodio tiene más apariencia de aviso, preparado con otros fines, aprovechando la disponibilidad de tantas personas para la migración; incluso se ha llegado a calificar de chantaje, aunque tampoco está claro, o al menos de momento no se conoce, que hubiera por medio alguna exigencia de contraprestaciones relacionadas con históricos problemas de soberanía o con reivindicaciones territoriales de anexión. También ha habido quien ha interpretado la 'invasión de Ceuta' (sic) como una medida de presión para reclamar un posicionamiento español favorable a los intereses marroquíes en el contencioso del Sáhara, lo que no sería de extrañar, aunque tampoco hay constancia al respecto.
Sea como fuere, esta pluralidad de elementos en la escena invita a plantear todo tipo de preguntas: por qué allí, por qué así, por qué ahora. Y a cada pregunta le surgen respuestas más o menos convincentes, como bien se aprecia en un simple repaso.
Las explicaciones próximas, esas que han conectado la 'ofensiva fronteriza' con el acogimiento del líder enfermo del Frente Polisario, traído desde Argelia a un hospital español, pueden tener algo de verosímil, pero no creo que por sí mismas justifiquen una reacción tan desproporcionada como la que se ha producido. Las remotas pueden tener mayor calado, tal como se desenvuelven las relaciones internacionales. Que el anterior Presidente de los EE UU de Norteamérica hiciera un reconocimiento expreso de apoyo a las pretensiones de Marruecos en el Sahara occidental, que no son otras que la anexión, con o sin algo de autonomía, dejando de lado el sempiterno referéndum de posible independencia para la constitución de una República Árabe Democrática que la ONU propuso en su día, no es en absoluto secundario. Y que el actual Presidente mantenga esa posición, ya que no la ha rectificado, y que Marruecos haya dado pasos de reconocimiento de Israel en un contexto en que el conflicto de Oriente Medio se disparó terriblemente, tampoco es secundario. ¿Pudiera ser que Marruecos ha querido dar un aviso en Ceuta, pero con el ojo puesto en el Sáhara? Pudiera ser. ¿Pudiera ser que en esa estrategia se haya elegido elevar unos grados la temperatura de la hostilidad con España apretando en Ceuta, incluso aunque no sea ése el objetivo por el momento? Pudiera ser. Las relaciones internacionales tienen mucho de partida de ajedrez, y los que tenemos gusto por el ajedrez sabemos que, a veces, un movimiento aparentemente inocuo de un peón esconde el inicio de una estrategia de movimientos encadenados que buscan un objetivo bastante más elevado. No olvidemos que, mientras tantos marroquíes y no marroquíes nadaban hacia la playa española, el Reino de Marruecos llamó a consultas al embajador español, pero también a su embajadora en Madrid; y ésta no ha vuelto, ni dice si volverá, aunque amague con no hacerlo mientras esté aquí el líder Polisario. Pero esa retirada es un gesto grave que supone un cierto bloqueo en la relación bilateral entre dos países vecinos, al fin y al cabo.
Si las cosas son más o menos así, alguna preocupación aparece en el horizonte. Si el asunto, como antes apunté, fuera un problema migratorio a gran escala, que no sería poco habida cuenta de nuestra situación geográfica respecto de África, es claro que hay un destinatario por encima, que es la Unión Europea, que no hace mucho afrontó una situación bastante similar por el otro lado, por Turquía, por Grecia y los países del este. Sin embargo, da la impresión que lo de Ceuta, aunque se hayan aprovechado las pulsiones migratorias, utilizándolas de tan mala manera, responde a otros objetivos, que afectan en última instancia también a la Unión Europea, ya que somos un país miembro, pero que sobre todo impactan de lleno en nuestra relación bilateral con Marruecos.
Precedentes hay. Los que conocimos aquella etapa hemos recordado estos días la célebre 'marcha verde' que, con Franco moribundo y con el país en estado de incertidumbre, forzó la salida del Sahara, allá por noviembre de 1975. Obviamente, no es el contexto actual, pero entonces se percibió debilidad y escaso peso internacional de nuestro país y hay quien le busca parangón con la situación actual. Mala cosa sería.
En todo caso, por si la evolución de los acontecimientos tras este aviso planteara cuestión de soberanía respecto de las Ciudades Autónomas o comprometiera la posición de España en el contencioso del Sáhara dentro del concierto internacional, convendrá tomar nota y ganar fortaleza y apoyos, dentro y fuera. Por eso extrañó que el principal partido de la oposición se pusiera inicialmente de perfil, aunque luego haya plegado velas. Tiene motivos ciertos para para preguntar y pedir explicaciones; sin ir más lejos, sobre si todas las decisiones del Ministerio de Exteriores han sido oportunas, o cabían otras, en el marco de discreción y prudencia que ahora se invoca; o sobre si las antaño denostadas 'devoluciones en caliente' han dejado paso a esa otra práctica del 'rechazo en frontera' como doctrina oficial. Eso es legítimo, y aceptable en el debate político. Pero lo otro son palabras mayores. Habrá quien aproveche la coyuntura para agitar y excitar, como efectivamente ha ocurrido; pero partidos que lo han sido de gobierno, y volverán a serlo en algún momento, no debieran permitirse el lujo de la irresponsabilidad en asuntos de esta naturaleza.
Así que atentos al aviso; y mejor juntos por si fuera necesario.
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