Asambleas
Algo que decir ·
«Si alguien me pagara a precio actual las horas gastadas en las mil y una asambleas, sería casi tan rico como la familia Botín»Los que peinamos canas o nos hemos quedado calvos de tanto pensar, recordamos sin añoranza aquellos movimientos sociales donde todo se sometía a votación. Estudiantes, ... curritos en huelga o a punto de estarlo, ciudadanos cabreados por motivos varios se reunían (nos reuníamos) para decidir si salíamos en manifestación por el convenio o tomábamos el Palacio de Invierno. Si alguien me pagara a precio actual las horas gastadas en las mil y una asambleas, sería casi tan rico como la familia Botín.
Aunque todavía siguen haciéndose, los conciliábulos del siglo XXI no se parecen en nada a aquellos tan tediosos donde se votaba desde la elección de la mesa presidencial a la propuesta de derrocamiento de la monarquía. Las reuniones multitudinarias actuales son mucho más efectivas y llevaderas porque la mayoría se hacen a través de Internet, como éstas del Ayuntamiento diseñadas para elegir un máximo de diez obras ciudadanas que no sobrepasen el medio millón de euros cada una. Me da el tembleque pensando cómo serían esas interminables sesiones para elegir si hay que poner más bancos en la plaza o cagaderos para chuchos.
Mi amigo Pepe Arteche, comunista de la vieja escuela, usaba una frase lapidaria para estos eventos: «Canta, los del PCE estamos obligados a terminar con las diferencias de clase y con las putas asambleas». Cuesta imaginar una formada por 260.000 paisanos con derecho a interrumpir alegando aquello de ¡compañero, cuestión de orden!
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