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Se saludan con la ilusión de aquellos que descubren situaciones especiales, aunque esta no lo sea porque no se sorprenden con nada nuevo. En su ... día, compartieron pasos, zancadas y paseos de la mano de sus madres en torno a un edificio gris de la calle Santuario. Ahora se abrazan los que antes jugaban a Burro; los que llevaban algún zapato remendado, tomates en el calcetín o almuerzos de chocolate y mantequilla. De aquellas nunca hubieran pensado que esta ristra de actos mundanos estarían proscritos en el frente actual: los calcetines se tiran, algunos juegos son calificados de bárbaros o cafres y un piscolabis tan calórico ha sido desterrado de las rutinas diarias por poco saludable. Pero a estos les da igual porque llevan compitiendo en el pasatiempo de la vida demasiado como para que les vengan a dar lecciones de rigor y postura.
Hace cincuenta malditos años que no estaban todos juntos en el mismo salón. Se fueron en busca de otros menesteres allá por 1975, cuando finalizó su etapa colegial y empezó aquello de mirar al futuro a los ojitos y no agachar la cabeza, vinieran dadas como vinieran. Algunos preguntan por nombres que no se reunirán con ellos porque una cualquiera de las innumerables miserias que tiene este periplo terrenal se los llevó por delante. Otros muestran en su cara dramas familiares de los que no toca dar cuenta. Porque hoy es antes de ayer. Vuelven a ser los chiquillos que corrían con libros, maletines y chaquetas cruzadas. Vuelven a las aulas que una vez aborrecieron y, tanto tiempo después, les llevan a la emoción y el brillito en la mirada. Además, si en esta era todo tiene su ceremonia de graduación, pompa y boato, ¿cómo no van a poder disfrutar ciento y pico venerables señores mayores su reencuentro? La edad y la ausencia de tamices obtusos les hace dirigirse unos a otros como carcamal, viejo chocho, decrépito o carroza. A la vez, y aunque parezca irónico, continúan sus apelativos al son de macho, chaval, mozo o muchacho. Y todo vale, porque a pesar de que la mayoría tienen la espalda maltrecha de jugar con nietos demasiado briosos, entre ellos siguen siendo aquellos mozalbetes que vivieron en su último curso escolar el cambio de régimen o acudieron al cine con alguna joven de un colegio cercano a ver el estreno de 'Tiburón'.
Han creado un grupo de 'guasá', que suena a chorreo pero es la mejor manera de tener a todos comunicados. De su teléfono, siempre con sonido para desesperación de los jóvenes circundantes, surgen fotos antiquísimas, retratos imposibles, escenas perdidas y un Valladolid que ya no existe ni se le espera. A uno de los participantes se le ha ocurrido un nombre para el chat, porque decía que 'Curso del 75' sonaba a película chusca del destape, así que le ha puesto 'Cuando fuimos los mejores'. Ninguno piensa que fueran los más destacados en nada. Entre ellos hay empresarios exitosos, carpinteros, comerciales, abogados, profesores y algún militar de baja graduación. De todo, como en botica. Al no creer ser más especiales que los que celebrarán efeméride el próximo año, no pierden tiempo en chorraditas, como convertir sus selfis con el filtro ese de los dibujos animados que tanto se lleva ahora. Saben que lo de hoy se acaba mañana, que cerca de los setenta los días corren como para desperdiciar un par de horas en tonterías, con lo que se empeñan en ser los protagonistas absolutos de su jornada. Ríen, cae alguna lágrima por los que no están y hay más achuchones durante las despedidas.
Cuando Sebastián, que aún vive en el centro, pasa cerca de La Salle de vuelta a casa, echa un vistazo a sus ventanas cerradas y piensa que es imposible que haya pasado medio siglo desde aquella última vez. Entre tanto, suena su dispositivo una vez más y lee un mensaje del compañero que cambió el nombre al grupo: «mi hijo me dice que hay una antigua canción de Loquillo que se llama así. Espero que no me pida derechos de autor». Guarda el móvil y rebasa los muros de la escuela, esa especie de meta volante que fue la entrada de lo que son, el examen de experiencia que les dio acceso a la vida adulta. Desde luego, no serán los mejores, pero le aborda la certeza de que no lo han hecho nada mal.
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