Agazapados

-«Vengo de cazar», me dijo antes de que le preguntara lo que según todos los indicios parecía obvio.

-«Haces bien, mientras os dejen, porque como se fijen en vosotros hacen una ley y se acabó la fiesta», respondí.

-«Por eso estamos agazapados», rió.

Buena actitud la de camuflarse, pensé, aunque aún mejor sería que algún preboste ideológico de los partidos del Gobierno fuera aficionado a la caza, porque ahora las leyes se hacen ad hóminen, a la carta, y si el señorito legislador es de escopeta y morral la actividad se salva. Y de ejemplos este final de otoño está plagado, con hojas que han caído del árbol de hacer leyes a gusto del consumidor y a toda prisa no vaya a ser que se espanten las piezas, que somos los electores.

Además de con capricho y despropósitos jurídicos, las normas se aprueban con sonrojo, y en momentos en que estamos distraídos. Ha ocurrido en este agitado diciembre del año de los tres doses, en el que los cucos legisladores han aprovechado el macropuente de la Constitución, los partidos de España en el Mundial de fútbol y el sorteo de Lotería de Navidad para colarnos paquetes normativos con menos debate que la decisión de un maestro en una escuela del franquismo.

Y en esta promiscuidad legislativa, la caza ha esquivado el tiro; incluso ha salido ilesa de la futura ley de bienestar animal donde se promete dejar fuera a los perros empleados en actividades cinegéticas. Pero yo que ellos no me fiaría y seguiría agazapado, que como los políticos disparan con pólvora del rey pueden cambiar de opinión sin mancharse las botas.