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Nadia Calviño. Archivo
Nadia Calviño, una garantía ante el rigor a Bruselas

Nadia Calviño, una garantía ante el rigor a Bruselas

Aunque ajena a la política, la ex directora del presupuesto de la UE no tuvo dudas tras recibir la llamada del presidente

ADOLFO LORENTE

Corresponsal en Bruselas

Martes, 5 de junio 2018

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Ejerce de gallega, pero a diferencia de sus paisanos, Nadia Calviño Santamaría (La Coruña, 1968) siempre ha sabido en que dirección avanzar. Entre subir y bajar, hace tiempo que apostó por lo primero. Con determinación, sin mirar atrás. La universidad, las oposiciones, el Ministerio de Economía, la Unión Europea... Llegó un momento en el que, más que ascender, tuvo que escalar. Y lo hizo hasta la cima de Bruselas. A Nadia, además, le salen las cuentas. Tanto, que es la máxima responsable del presupuesto de la UE, de cuadrar miles de proyectos por valor de 150.000 millones anuales que a su vez afectan a 500 millones de europeos. Y ahora, además, debe lidiar con ese imposible que se llama aprobar el nuevo presupuesto de la UE a 27, una vez se consume la salida de Reino Unido del club de clubes.

Llegó a Bruselas en septiembre de 2006, por la vía del mérito profesional, por currículo, ajena al favoritismo político. «Ser directora general del presupuesto comunitario es un sueño hecho realidad», confesaba orgullosa en una entrevista concedida a este periódico en verano de 2014 en el número 13 de la Avenue d'Auderghen, desde la planta noble que alberga la Dirección General de Presupuestos. Sonríe, casi nunca deja de hacerlo.

¿Pero quién es Nadia Calviño? Casada y con cuatro hijos, nació en La Coruña pero de muy pequeñita se trasladó a vivir a Madrid con su familia. Calviño, Calviño... Sí, su padre es José María Calviño, director general de RTVE entre 1982 y 1986. «Mis padres me han ayudado muchísimos pero no, su profesión y la mía no tienen mucho que ver», asegura al ser cuestionada sobre la influencia que su padre ha podido tener en su carrera profesional.

Economista y abogada, se sacó una plaza de técnico comercial economista del Estado ('teco'), cuerpo al que pertenece, por ejemplo, el ministro de Economía, Luis de Guindos. De hecho, su 'padrino' durante la fase final de formación fue Román Escolano, el último ministro de Economía. Coincidencias del destino.

Con De Guindos coincidió en la época de Rodrigo Rato. Luego trabajó con el socialista Pedro Solbes y ya en 2006, siendo directora general de Competencia en España, dio el salto a Bruselas como directora general adjunta de esta materia. «Surgió la oportunidad de este puesto tan interesante, me presenté y aquí estoy», asegura. Durante unos meses coincidió con Joaquín Almunia cuando fue nombrado comisario del ramo, pero en 2010, fue nombrada directora general adjunta de Mercado Interior.

«Sabía que el tema de los mercados financieros iba a ser interesante... ¡Pero no tanto!», recuerda. Y no es para menos, porque vivió muy de cerca el rescate a España y le tocó gestionar en primera persona la Unión Bancaria, el proyecto más importante a nivel europeo tras la creación de la moneda única. En mayo de 2014, dentro de ese dilema entre el subir y el bajar, escaló otro peldaño al ser nombrada directora general de Presupuestos.

Un mensaje claro

Rebosa energía, habla con pasión de la UE, de su trabajo... «O te lo tomas así o no aceptas el cargo», asegura al ser preguntada por su día a día. Llega al despacho a las ocho de la mañana, come algo rápido -en Bruselas, el bocadillo más o menos sano es una religión; eso de parar dos horas a almorzar es inconcebible- y a las siete de la tarde «se autoimpone» ir a casa. «Mi conciliación es como la de cualquier otra madre trabajadora», matiza. Y cuando los niños ya están en la cama, «vuelvo a trabajar un rato». «O se está o no se está», justifica. «Eso sí, el fin de semana procuro no hacerlo», bromea.

¿Por qué Bruselas? «Era el paso natural en mi carrera. Surgió la oportunidad, lo hablé con mi marido, él me apoyó sin dudarlo y nos vinimos», recuerda. «Es una ciudad cómoda, donde la multiculturalidad es su gran virtud y donde el clima no es su mejor aliado», explica. ¿Y lo peor? No lo duda. «Tener lejos a tu familia y debo confesarle que es algo que cada vez llevo peor», reconoce la nueva ministra.

Calviño no deberá aprender a ser política, su discurso apabulla. Sobre España, lo tiene claro. «Siempre nos han considerado los germánicos del sur, un país serio, trabajador, que es capaz de reinventarse y que seguro va a volver a hacerlo», arenga. Preguntada entonces y hasta en cuatro ocasiones por si se veía en política, la respuesta fue tajante: «No». Cuatro años después, ha llegado su hora. Le llamó Pedro Sánchez y no dudó. «Sí». Con su nombramiento, además, Sánchez envía un mensaje a la UE de enorme calado. Con Calviño al frente, pocos dudas de que España no cumplirá con ese universo llamado Bruselas.

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