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Óscar Rodríguez, en la capilla del Hospital de León. Sandra Santos

Óscar, capellán del Hospital de León: «Con cuatro chascarrillos empieza una charla en la que dejamos que el enfermo se desahogue»

Óscar Rodríguez repasa este mes largo de pandemia en la que su misión ha sido la de acompañar al enfermo desde el apoyo, ciertas dosis de humor y la comprensión que da un carácter bonachón inconfundible

Nacho Barrio

León

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Jueves, 23 de abril 2020, 14:40

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Antes de conectarse a Skype, Óscar pide unos minutos. Él es uno de los cuatro capellanes con los que cuenta el Hospital de León, pero no es ésta su única labor, ni mucho menos. La fe también entiende de pluriempleo. «Ahora te llamo yo, que tengo que colgar la novena en el Facebook de la Unidad Pastoral De Matallana De Torío».

Óscar Rodríguez saca unos minutos que se quedan cortos para charlar sobre este día a día extraño en su labor como párroco. Asegura que en medio de la pandemia de la covid-19 hay enfermos que las ven tan negras que incluso recuperan la fe. Son tiempos crudos. «Uno se acuerda de Santa Bárbara cuando truena, pero nos pasa a todos», concede desde ese carácter bonachón que imprime su personalidad.

Las visitas habituales del capellán se reparten entre 'plantas Covid' y plantas libres de la enfermedad. Un acompañamiento en el que invierte mañana y tarde pasando por las diferentes habitaciones del hospital, donde el único freno es el farragoso traje y la parafernalia sanitaria obligatoria. «Lo nuestro es un acompañamiento directo con la gente para escucharla y acompañarla desde el plano religioso y desde el plano humano», apunta Óscar.

De hecho, consciente de la realidad social del país, asegura que estas charlas no se centran necesariamente en la religión. Óscar y sus compañeros empiezan saludando para conocer el nombre y el origen del paciente («en el Hospital a veces perdemos el control y nos olvidamos de ese trato que es fundamental», confiesa), para después iniciar la conversación «con cuatro chascarrillos», de forma que la persona «se desahogue o simplemente charle con nosotros, lo que supone un acompañamiento de un ratito a lo largo del día».

Sacramentos en tiempos de la Covid-19

Los sacramentos también están presentes para quien los requiere, eso sí, de una forma distinta a la habitual: a través de una bendición en lo que sería 'in articulo mortis' (o lo que sería la unción de enfermos) «si el enfermo está muy malito», o acompañándole a rezar por la indulgencia plenaria del Papa «para evitar que los óleos se conviertan en un vector de transmisión». La encomendación del alma en caso de fallecimiento también se sirve si es necesario.

En los días más crudos de la enfermedad, cuando las plantas estaban llenas, los capellanes llegaban a visitar dos plantas enteras «porque el protocolo es el que es y se tarda un poco más». Ahora pueden llegar a tres o cuatro plantas por jornada, atendiendo también al Monte San Isidro.

En los pacientes encuentra diversas sensaciones. Incluso el miedo, que logra instalarse en algunas habitaciones. «Estamos hablando de una enfermedad de la que conocemos poco, pero hay miedo también por una sobreinformación, muchos te dicen en las habitaciones que no ponen ni la tele», señala Óscar, que lamenta que «siempre digo que la sociedad tiene que estar informada en todo momento, pero quizás haya un sobrealuvión de datos negativos e imágenes impactantes. El buen rollo que necesita el que padece sufrimiento no llega por la televisión».

Las conversaciones sobre el tema religioso son diversas. «Muchos te dicen aquello de 'bueno, yo no es que sea muy creyente ni practicante, pero sí creo que hay algo'. Hay mucha gente que se acuerda de todo aquello que ha vivido y para los creyentes es una experiencia alentadora», recuerda Óscar, que se apoya en el Evangelio. «Nos viene a la cabeza eso de 'cuando hicisteis algo por uno de estos más pequeños, conmigo me lo estuvisteis haciendo'. Muchos ven la mano de Dios en los cuidados, las atenciones y los mimos del personal».

Sea como fuere, el capellán recuerda la dimensión humana del paciente. «Cada enfermo es un mundo y yo siempre digo que no hay enfermedades, sino enfermos».

Jesús, José Luis, Óscar y Jeremías son los capellanes del Caule, y también lo son de los profesionales que trabajan allí, sobre los que aseguran que «también tienen miedo».

¿De dónde sacan las fuerzas?

Con el humor que le caracteriza, Óscar Gutiérrez responde rápido a la pregunta. «Hombre, si el jefe no nos da fuerzas por medio de la oración, pues ya me dirás [risas]».

En estos días los capellanes en activo intensifican «un poco más» el rezo ya que «las situaciones que se ven son duras y las pilas se necesitan cargadas, además de la cabeza despejada».

A ellos también les libera el hecho de poder hablar con profesionales en momentos «de ansiedad y agobio», en los que también está ahí el teléfono. «Nos llamamos los unos a los otros y lo agradezco muchísimo. Nos llaman desde sus casas, echamos una parrafada de tú a tú para ver cómo estamos y sentimos que reza por nosotros muchísima gente. También alguna superiora de conventos de clausura que te dicen que no estás solo. Hay acompañamiento de la curia, que te mima y te ayuda a elevar el ánimo».

Abiertos siempre «a estar para aquellos que nos piden echar una parrafada», los religiosos echan en falta en estos días a Jesús, el coordinador del grupo, que se encuentra en casa con coronavirus. «Él ha vivido de primera mano esta enfermedad, ahora está con el confinamiento de prevención y tratamiento, le queda un largo trayecto».

Todo ha ido cambiando en este mes largo de pandemia. «He visto crecer el Hospital en estos doce años poco a poco y ahora ves cómo ese motor y esa dinámica se tiene que poner al servicio de una enfermedad en apenas dos semanas», explica Óscar, que defiende el trabajo intenso de todo el personal del complejo hospitalario. Y va más allá. «Yo creo que los residentes, que están haciendo un curro inmenso, van a ser la generación de médicos mejor preparada de muchos años».

Días difíciles

Tampoco ha sido fácil para él. La pandemia ha hecho revivir en carne propia el duelo conocido para Óscar. Al recuerdo llegan los ecos del fallecimiento de su abuela, aquella con la que pasaba veranos y vacaciones en el pueblo. «Este es el momento más duro al que me he enfrentado como cura, te hace recapacitar mucho. Piensas que estas cosas quedan plenamente curadas y aceptadas pero al principio me costó mucho, reviví esa pequeña fase de duelo que me había quedado pendiente por vivir», recuerda.

De esta mala época extrae una interesante esperanza. «Siempre hay cosas físicas que te ayudan a revivir experiencias, como el olor de la casa de las abuelas, o el sillón donde se sentaban. Creo que el olor a la lejía que está ahora tan presente nos va a recordar a una generación que se arrodillaba para limpiar el suelo con el cepillo de cerdas para dejarlo bien limpio. En este olor, donde todo está empapado de lejía, está la generación que se está yendo».

La labor pastoral y su pluriempleo siguen siendo el pilar de las vidas de estos capellanes, héroes con bata. «Ningún cura de ningún hospital de España se considerará un héroe. Somos curas con una parroquia mucho más grande de lo normal, entraría toda la gente que va a misa en algunos pueblos en una sola planta del Caule», comenta con ironía.

Convencido de que la pandemia sacará lo mejor de muchas personas «y lo peor de algunas otras», Óscar despide la conversación con la sonrisa de la que hace bandera en una profesión en la que el jefe sigue presente para muchos. «Ojalá miremos al otro con los ojos del corazón a partir de ahora».

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