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De izquierda a derecha, Ana Flores, José Luis Urien y Ana Sobrino, de Telefónica I+D. ALBERTO MINGUEZA
Inventores de aquí en busca de un futuro hiperconectado

Inventores de aquí en busca de un futuro hiperconectado

Ana Sobrino, Ana Flores y José Luis Urien desarrollan patentes para el Internet de las cosas y la comunicación en itinerancia en la sede de Telefónica I+D de Boecillo

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Lunes, 19 de marzo 2018, 14:37

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Si hay un lugar que encarna las patentes en Castilla y León es el centro de I+D de Telefónica en el Parque Tecnológico de Boecillo. Nada más entrar en el vestíbulo, frente a la pared llena de fotos con los rostros de algunas de las personas que trabajan allí, hay un panel titulado ‘Wall of Fame 2017’ que exhibe los nombres de quienes han desarrollado alguna de las patentes de la empresa. El tamaño del nominado depende del número de solicitudes en las que participó. De la sede vallisoletana de la operadora de telecomunicaciones, de referencia para la compañía, han salido 90 patentes en sus 19 años de historia.

Son inventos (y quienes trabajan en patentes, inventores) que tienen que ver con el desarrollo de nuevas redes, con el big data, la ciberseguridad, internet de las cosas o la integración de comunicaciones de voz sobre IP con comunicaciones móviles tradicionales. En manos de los ingenieros de Telefónica, los conceptos se convierten en aplicaciones prácticas y en servicios para los ciudadanos y las empresas, previo paso por el registro de la propiedad industrial. El proceso de solicitud de una patente se convierte así en un trayecto con dos recorridos: el técnico, creativo y de laboratorio; y el legal, administrativo y de despachos. En el mural de la entrada del edificio de Boecillo hay inventores de Chile, EE UU, Israel, Reino Unido y también de Valladolid. De la UVa y de la Usal, concretamente.

Dentro del proyecto ‘To Go’, José Luis Urien ha desarrollado una patente que permite la realización de llamadas telefónicas por internet en situaciones de itinerancia. El sistema localiza y conecta con las redes wifi disponibles para ampliar la cobertura, de manera que el smartphone desvía la llamada a la red de datos allí donde es posible evitar la de voz. «Una patente, al final, es una pieza más dentro de un proyecto en el que se encajan varias –explica–. Las innovaciones se van dividiendo o parcelando, siempre teniendo en cuenta que conviene dejar abierta alguna puerta para después poder ir adaptándolas a nuevos procesos que puedan producirse en el futuro».

JoséLuis Urien: «Enfrentarse a problemas no resueltos es reconfortante; aunque el desarrollo de una patente es siempre una labor de equipo»

El invento de Ana Flores y Ana Sobrino tiene que ver con el internet de las cosas. Es una tarjeta SIM que conecta máquinas entre sí de forma remota. Por ejemplo automóviles, que de esta forma acceden a bases de datos con información para mejorar la conducción. Una de las mayores complicaciones con las que se han encontrado es la necesidad de que la tarjeta sea, por así decirlo, estándar y universal, es decir, que sea válida para una variedad de dispositivos y en diferentes mercados. «Está hecha en España, pero tiene que funcionar también en Brasil y tiene que intercambiar datos con cualquiera que quiera o necesita comunicar con la SIM», detallan sus promotoras. «Hemos hablado de su utilización en coches, pero sus posibilidades no se limitan a eso; también se coloca en ascensores, alarmas, sistemas de gestión de agua, o de luz, en industrias, en explotaciones agrarias...».

«En realidad, para nosotros una patente es un medio y no un fin en sí misma», explica Pablo Merino, de la oficina de patentes y retorno de la innovación de Telefónica. «Lo importante es que detrás hay una innovación específica, que puede ser una iniciativa nueva, un producto mejorado o también un cambio en algún proceso interno, que ha sido puesto en valor mediante su inscripción en el registro».

Ana Flores: «El trabajo requiere una continua adaptación; lo que se quiere, a veces no se puede..., o por lo menos no a la primera»

Especialista en el procedimiento por el que transita un proyecto desde que es solo eso, una idea, hasta su plasmación en una patente, Merino detalla cómo todo comienza con un primer estudio de viabilidad. «Analizamos si el invento tiene sentido e identificamos si existe algo similar, lo que nos permite no infringir la norma o bien optar por una alternativa de alianza, en caso de que exista». A continuación se elabora un documento técnico con una descripción detallada, así como una memoria legal y se registra todo ello, con lo que empieza realmente el proceso del patentado. «Lo habitual es que en un primer momento la respuesta sea ‘no’, ya que casi siempre hay algo parecido. Entonces empieza la fase de concreción de cuáles son las diferencias sustanciales».

El producto o invento no tiene que estar necesariamente terminado cuando se solicita la patente, ya que su registro ya otorga una protección y completar el trámite administrativo puede llevar meses o incluso años, según el caso y su complejidad. «Cuando se trata de patentes de algo novedoso, lo normal es que su llegada al mercado se realice mucho más tarde que la solicitud de patente;si se refiere a funcionalidades nuevas de algo que existe, se patenta cuando estas ya están operativas», describe.

Ana Sobrino: «Es una labor estresante, pero motivadora y muy enriquecedora; te permite aprender todo lo que quieras y tú te pones los límites»

Después, la patente tiene una vigencia de 20 años y requiere un pago anual para mantener los derechos;un pago que es mayor cuanto más se acerca la fecha de vencimiento.

Como dice Antonio Ferreras, director del centro de Telefónica en Boecillo, esta fábrica de ideas «está preparada para acometer todo tipo de proyectos y ‘jugar’ no solo con otros operadores, sino con muchos más ‘players’». «El liderazgo», añade, «lo conseguirá quien tenga las mejores innovaciones, tanto en procesos internos como en los servicios que se ofrecen a empresas y particulares».

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