El Tordesillas aprende a tropezar

Aunque eso de merecer es relativo porque el fútbol viene marcado por un resultado que siempre da la razón al que gana. Y, por primera vez esta temporada en casa, no fue el Tordesillas, al que le costaba tanto acabar una jugada que parecía que valía dinero.

Empezó bien, mucho mejor que el rival, bajo una cortina de agua que propiciaba un escenario para valientes. El que más, Carlos, otro partido más imparable. Dejó seco a su par, se internó en el área cuando quiso, pero faltaba acierto en los centros. En la primera parte hubo pocos y malos y en el segundo tiempo solo aumentó la cantidad. Claro que para entonces la prisa era mayor porque en lugar de meter un gol para ganar ya eran necesarios dos.

¿Por qué? Difícil de explicar porque hasta que llegó el único tanto del encuentro por el área rojiblanca solo había pasado la lluvia. Pero allí cayó Mikel en el saque de una falta bastante discutible que, después de una dejada perfecta, la reventó para dejar a Maxi sin opción de respuesta. Poco pudo hacer el guardameta, que casi se va al intermedio con otro balón en su portería.

Sentó tan mal el gol al cuadro local que este se desdibujó; parecía un equipo completamente distinto y a punto estuvo de pagarlo más caro todavía. Corrió Mikel completamente solo después de engañar a Abraham, que se despistó con el bote de la pelota, Maxi decidió no salir hasta que el atacante pisó la media luna del área y este picó. Quiso hacerle una vaselina sin acordarse de que el campo no estaba para florituras.

Marchena no metió a nadie nuevo tras el intermedio y eso que tenía opciones como Ferreras o Miguel con un rendimiento bastante interesante en las últimas fechas. Sin embargo, entendió que el duelo demandaba otra cosa e instó a los mismos protagonistas a que buscaran más envíos al área, con la esperanza de que estuvieran atinados. Uno le cayó a Chatún, que pegó un cabezazo que se estrelló en los reflejos de Sevi.

La apuesta en esta ocasión fue Mateo, insistente pero sin acierto por la derecha. Quien entró con él, Torres, marcó en fuera de juego. No de él, sino el compañero que le dio el pase en una acción a balón parado. Fue de las pocas veces en las que el Becerril sufrió miedo escénico de un equipo que nunca dejó de apretar, condicionado por un colegiado que les sacaba de quicio por la parsimonia que se tomaban los visitantes cada vez que la pelota se encontraba detenida.

Pero era lo que le tocaba al Becerril, resistir a un asedio que se prolongó también durante los seis minutos de descuento donde ya solo quedaba echar el resto. Había precedentes de épica, el curso pasado demasiados, pero ante el Becerril no surgió la magia. El Atlético Tordesillas había dominado, había sido superior, pero se atolondró cada vez que tocaba finalizar una jugada. Demasiadas acciones que de aplazar tanto su final terminaron por desvanecerse.

Igual que los puntos, por primera vez en Las Salinas, que quería ver a su equipo colocarse colíder de nuevo, pero tendrá que esperar. En el barro, esta vez, no se salió con la suya por mucho que superara al rival todo el partido salvo en dos jugadas, una de ellas trascendental. Ahora llega el derbi ante el Laguna marcado por las urgencias, las del contrincante en este caso, aunque esta derrota hace que, sea quien sea el que pierda, quedará tocado.