Un año de retos
Ganarse a los denominados 'millennials' es hoy un reto irrenunciable del sector vitivinícola
La añada 2023 en el sector del vino será sinónimo de lucha, de profesionalidad, de sobrevivir victorioso a las adversidades. En la viña, como en ... el campo en general, las cosechas se sacan adelante a golpe de trabajo y buen hacer, pero también a base de sustos y, en muchos casos, suerte en cuanto a las inclemencias climatológicas se refiere. Este año ha vuelto a ser duro a pie de cepa, aunque esas lluvias de principios de septiembre llegaron casi milagrosamente para enderezar un ciclo marcado por segundo año consecutivo por la intensa sequía. A la falta de agua se le unió un calor extremo en el final de la primavera y en muchos momentos del verano, aderezado con anterioridad con las heladas y las tormentas de pedrisco. Finalmente, la cosecha se ha solventado con gran calidad y salvando in extremis la cantidad. A partir de ahora, enólogos y bodegueros se enfrentan al complicado, y a la vez apasionante, reto de elaborar vinos con una añada muy compleja, que dejará propuestas muy diferentes dependiendo de la altura, el terruño, la edad del viñedo y los daños colaterales.
El vino, sin duda, se ha convertido en Castilla y León en un motor económico fundamental, una fuente para atraer turismo de calidad y una fórmula para fijar población en el medio rural. Según los datos de la Interprofesional del Vino de España, el sector vitivinícola español ha incrementado la población en pequeños municipios en un 36% en los últimos 20 años. A pesar de contar con todas esas fortalezas, al sector vitivinícola le queda un largo camino en algunos aspectos en los que tiene que centrar sus esfuerzos en el futuro inminente. Abrir nuevos mercados sería uno de esos aspectos imprescindibles para apuntar en las listas de tareas para el año 2024. Hay que vender, también fuera de las fronteras. Otro, fundamental, es conseguir romper definitivamente el tabú que le persigue con el mundo de los jóvenes. Ganarse a los denominados 'millennials', tiene que ser uno de los retos irrenunciables. En ellos se da un binomio de lujo: el futuro y la capacidad económica.
Para conseguir romper esa barrera es necesario unir el vino con experiencias y momentos divertidos. Una de esas fórmulas consiste en ligar su imagen con eventos multitudinarios, como pueden ser los festivales. Si hay un caso de éxito al respecto es el del festival Sonorama que se celebra cada mes de agosto en Aranda de Duero. Hace quince años, el evento decidió maridar su música con la cultura del vino. Un camino que con el tiempo ha dado sus frutos y, hoy, en el interior del festival se descorchan miles de botellas. Algunas de ellas en un 'wine bar', donde se sirven desde vinos jóvenes hasta de la más alta gama, en copas, a temperatura y condiciones idóneas. También se acompañan de catas, porque el mundo del vino hay que vivirlo y aprender a valorarlo y a disfrutarlo.
Pocos complejos tiene el festival ribereño en la fórmula de tomar el vino. Allí, el calimocho de toda la vida se bebe con Denominación de Origen, con Ribera del Duero. Se defiende que hay que hacer cantera y todas las formas de consumo de vino son válidas haciéndolo con moderación. Más allá del recinto, los festivaleros tienen por tradición descorchar alguna botella de vino de calidad en bares y restaurantes, muchas veces maridada con otro producto estrella: el lechazo asado.
La fórmula de éxito música-vino-jóvenes ha sido seguida por otros eventos importantes a lo largo de la región. El festival Planeta Sound en Ponferrada (León), el Vin Toro en la villa de Toro (Zamora) y el IntroMusic en Valladolid son sólo algunos ejemplos. El formato se ha hecho protagonista incluso en las tradicionales fiestas de la vendimia de las zonas de calidad. Un acertado itinerario que ha estrechado relaciones entre los taninos y la juventud. De momento, sólo es una pequeña semilla que debe seguir germinando para conseguir salir victoriosos de una importante asignatura pendiente.
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