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Una representación teatralizada de Carlos V y su Corte abrió ayer las conferencias en el Palacio Real de Valladolid. Henar Sastre
Tiempos de esplendor y gloria

Tiempos de esplendor y gloria

El festival La Corte en Valladolid recuerda la época en que la Plaza San Pablo era la Casa Blanca del mundo

vidal arranz

Valladolid

Viernes, 14 de septiembre 2018, 21:15

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No podría haber lugar más adecuado para albergar las jornadas-festival La Corte en Valladolid que el patio del Palacio Real. Allí, rodeados de piedras que han contemplado episodios cruciales de la historia de España y del mundo, expertos y estudiosos han recordado ese periodo poco conocido de la historia de la ciudad en la que fue capital de la Corte y del imperio. «El conglomerado que formaban el Palacio Real, la iglesia de San Pablo y el Palacio de Pimentel fue durante los años del reinado de Carlos V el corazón del Imperio», recordó Carlos Belloso, presidente de la asociación organizadora. «Era la Casa Blanca de su tiempo».

El historiador Jesús María Palomares fue el encargado de explicar el papel crucial que jugó el convento dominico en ese entramado de poder, esplendor, fasto, boato y circunstancias que rodeaba la presencia de la Corte en la ciudad. Y es que el edificio no sólo era la sede lógica de los principales acontecimientos religiosos ligados a la Corona (fundamentalmente bautismos, funerales y enterramientos) sino que también acogía otros acontecimientos políticos, como la reunión de las Cortes, los capítulos, visitas internacionales y otro tipo de actos políticos o protocolarios.

Palomares destacó especialmente tres grandes eventos, tres bautismos, celebrados en San Pablo, que tuvieron una importancia crucial desde el punto de vista político. El primero, en 1425 fue el bautizo de Enrique IV, hijo de Juan II y Blanca de Navarra, que años antes se habían casado también en la misma iglesia. «Esta ceremonia marca un modelo para las que vendrán después y expresa el interés de la monarquía de hacer partícipe al pueblo de la alegría de tener un sucesor, si bien desde la distancia, mediante festejos y actividades civiles», explicó Palomares. Del uso fúnebre del convento da cuenta el que el propio Juan II estuvo enterrado también un tiempo en San Pablo antes de ser trasladado a su destino definitivo en Miraflores.

Un siglo después, en 1527, siendo rey Carlos V, se celebra el bautismo más asentado en el conocimiento popular, el de Felipe II. Palomares se encargó de desmentir tajantemente la famosa leyenda de la ventana por la que se dice que hubo que sacar al niño para evitar un supuesto conflicto con la iglesia de San Martín. «Es absurdo; el rey tenía otras cosas de las que preocuparse». Pero sí confirmó la existencia de los célebres pasadizos que permitían al séquito real trasladarse desde Pimentel hasta San Pablo, y que aparecerían nuevamente, casi otro siglo después, en el bautizo del futuro Felipe IV, acontecimiento del que fue testigo Miguel de Cervantes, que por entonces residía en Valladolid. Todos estos fastos, incluyendo el agasajo a las autoridades extranjeras invitadas, «dejaron las arcas de la Corona exhaustas», según Jesús María Palomares.

Puesta en escena

Finalmente, Jesús Pascual Molina, profesor de Historia del Arte de la Universidad de Valladolid, explicó la importancia de la fiesta cortesana y el arte como una puesta en escena del orden y las jerarquías sociales en la sociedad del Antiguo Régimen. Cuando la Corte llega a la ciudad, acaba colonizando el espacio público, porque toda la representación social que pone en marcha requiera la presencia de un pueblo espectador que la contemple.

A este respecto, Pascual recordó algunas celebraciones especialmente destacadas, especialmente durante el reinado de Carlos V. La primera, las fiestas de Valladolid de 1517-1518, que incluyeron justas y torneos. La segunda, el Alzamiento de pendones por Felipe II, en 1556, tras la abdicación de su padre. Y en un registro distinto, en 1558 se celebraron también en Valladolid las exequias del emperador.

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