Palabras y silencios

¿Por qué no se ha aprovechado la ocasión y contar una historia distinta sobre un Romeo y Julieta casi ancianos? La obra queda un tanto híbrida. No es la de Shakespeare pero si algunas, muchas, de sus palabras. La puesta en escena es lenta y minuciosa, muy estática, con muchos silencios que en algunos momentos crean una misteriosa atmósfera ayudados por la luminotecnia. La falta de tensión, la casi total ausencia de Capuletos y Montescos, a lo mejor conveniente para la edad de la pareja, y la melancólica música en directo hacen de este montaje una experiencia no lograda del todo.

El punto fuerte del espectáculo es la interpretación. Aparte de los personajes de la trama que deambulan por el escenario vacío (salvo dos lechos) y cantan, la pareja formada por Ana Belén y José Luis Gómez, formidables actores, componen un dúo magistral.

Ana Belén está muy bien de físico y compone una Julieta quizá demasiado joven pero en gesto, voz y aptitud ofrece un perfil inolvidable. Su contraste con Romeo es significativo para la expresión de este amor adulto que origina la versión.

José Luis Gómez, que tenía algún problema físico, dio también una lección en eso tan importante que es el matiz. Le corresponden muchos momentos de quietud y silencio y en todo caso ofrece un personaje complejo y riquísimo. Son unos Romeo y Julieta que justifican este peculiar y discutible espectáculo que fue seguido con absoluto silencio y muy aplaudido al final. Llenazo, aunque la casi ausencia de público joven resulte un problema. El teatro adulto y creativo requiere su presencia y su juicio.

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