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Europa Press

El significado del rito de pingar el mayo

Último capítulo de la serie web sobre el castellano 'Palabras y palabros'

El Norte

Valladolid

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Viernes, 21 de diciembre 2018, 20:25

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El último día de abril o el primero de mayo es costumbre en muchos pueblos de Castilla y León colocar en la plaza, en la explanada de la iglesia o ante el juego (de) pelota (hoy frontón), un gran árbol adornado que recibe el nombre de mayo.

Todos los pueblos, a lo largo de su historia, han sentido admiración por el renacer cíclico del mundo vegetal, por el final del invierno y el comienzo del buen tiempo, cuando la mayor parte de las plantas fructifican. Dentro de esta mentalidad, mayo es concebido como el mes del esplendor de la vegetación, el mes de las fiestas y el mes amoroso por excelencia. La tradición de pingar el mayo forma parte de una serie de ritos encaminados a conseguir una cosecha abundante, a celebrar el fin del invierno y a festejar la recolección de los primeros frutos.

El mayo, que oscila en altura, siempre consigue sorprender a los visitantes. En unos pueblos era el árbol más alto del pueblo, en otros los quintos (mozos que en ese año eran sorteados para hacer el servicio militar obligatorio) se reunían para deliberar y decidir el mejor ejemplar, pero actualmente suele ser el que toca en suerte tras una donación municipal. Los jóvenes acudían a la tala con un carro tirado por animales para arrear el mayo hasta el lugar donde sería pingado entre cánticos y bailes populares. Hoy el traslado suele hacerse con un tractor.

Conseguir la verticalidad del mayo era (y es) tarea compleja. Se servían de maromas, horquillas, cuñas y escaleras. Cuando necesitaban refuerzos solían ser los casados los que echaban una mano, de lo que da fe el dicho 'Vítores a mayo que te empinaron, pero fue con la ayuda de los casados'.

En algunas comarcas, una vez descortezado el árbol, se untaba de jabón o manteca para que quienes pretendieran encaramarse hasta la picota lo tuvieran difícil. Algunos jóvenes, en un gesto de hombría, pretendían demostrar su destreza trepando para conseguir el obsequio, que consistía en frutas, flores o ramas del propio mayo.

Una vez pingado, los solteros y las solteras danzaban alrededor del mayo sosteniendo cintas, a la espera de que se entrelazaran con las de su amor esperado.

Esta tradición, declarada de interés turístico en algunos pueblos, se vuelve fiesta en algunos pueblos, pero no es exclusiva de la comunidad castellano y leonesa. Se da también en otras zonas de España (como el sur de Galicia, por ejemplo) y de Europa como símbolo de la fertilidad y de las fuerzas regenerativas de la naturaleza, en la creencia de que los espíritus arbóreos hacen prosperar las cosechas.

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