La razón por la que Velázquez se pintó a sí mismo en 'Las Meninas'

En este cuadro, Velázquez «rompe la cuarta pared, nos mete en una realidad virtual y pretecnológica del siglo XVII», pero, además, y aquí está una clave fundamental, el pintor se reserva un espacio privilegiado en el lienzo. «Hay un pintor que no está donde le corresponde», dice Cajigal. O sea, inmortalizado junto a la familia del rey. «

Se representa además sublimado: es la figura más alta, está más joven, casi una imagen ideal», añade el artista Álvaro Perdices.

¿Qué hace Velázquez convertido en un personaje más de su cuadro más famoso? «Es una forma de colocar una pica en flandes», responde Cajigal, un modo de reivindicarse como parte de esa corte. «Soy pintor y ser pintor me hace importante», parece decir desde la parte izquierda del lienzo. Y esa relevancia e influencia la ganó poco a poco, pincelada a pincelada, a lo largo de su vida.

Diego Rodríguez de Silva y Velázquez, el nieto de un calcetero sevillano, el hijo de un modesto notario eclesiástico que llegó a ocupar un lugar destacado en la corte de FelipeIV. Esta es la historia que José Manuel Gómez Vidal, el director del documental, cuenta en una pieza que cuenta con el testimonio y la guía de especialistas en arte.

En aquella época, principios del siglo XVII, «si un pintor quería triunfar, tenía que estar en la Corte», explica Luis Méndez, catedrático de Historia del Arte. Velázquez había nacido en Sevilla, la capital económica del imperio hispánico y allí, de la mano de Francisco Pacheco, descubre que el suyo es un talento superlativo. «Tenía muy claro que su pintura le iba a conseguir grandes cosas», cuenta Méndez en el documental.

Aquel pintor de pinceladas cortas, muy volumétricas, con mucho empaste y tonos oscuros, con grandes contrastes lumínicos en sus obras, viaja Madrid en 1622. Lo hace con una impronta ya en su obra:el gusto por los retratos reales, donde los estados de ánimo juegan un papel crucial. No tiene mucha suerte en esa primera visita a la Corte, pero, un año después, queda una vacante entre los pintores del rey y el conde duque de Olivares recurre a Pacheco para que le recomiende un nuevo artista:ese hombre es Velázquez.

El joven pintor sevillano, ya establecido en Madrid, vive la llegada de Rubens como diplomático de los Países Bajos y queda fascinado por esa figura que no solo es un gran pintor, sino que además ha conseguido hacerse un hueco entre el poder. «Rubens es su gran modelo de verdad, alquien que, pintando como nadie, se ha convertido en una persona relevante», cuenta el pintor Miguel Zorita.

El documental guía al espectador por el viaje revelador de Velázquez a Italia, «un mundo lleno de colores, lejos de la austeridad de Castilla», explica la artista Alexandra del Bene. Ya partir de ahí, repasa las innovaciones e influencia de sus obras más relevantes. Como 'La fragua de Vulcano', 'La rendición de Breda' o 'La fábula de Aracne (las hilanderas'). Toda esa aventura pictórica se produce en un imperio que se tambalea (el declive y los fracasos atacan el rostro del retrato de Felipe IV que pintó en 1653), un turbio proceso para que le concedan el hábito de la orden de Santiago y una carrera llena de éxitos. «No hay etapa decadente en Velázquez», concluye Zorita mientras, la imagen del pintor –Velázquez, el poder y el arte– se yergue en 'Las meninas' como uno de sus protagonistas principales.