El premio del jurado de Punto y Encuentro para largometrajes ha recaído en 'El fin del mundo', una producción de base económica suiza, pero realización y escenario portugués de Basil Da Cunha. Se rodó en la barriada de Reboleira, un arrabal pobrísimo y olvidado de Lisboa donde no parece haber salida para sus pobladores, y tampoco para el protagonista, un joven que vuelve a casa después de ocho años en un correccional y que cae inmediatamente en una espiral de violencia. Destaca sobre todo su atención a los desposeídos, con un gran trabajo de fotografía que culmina en la conmovedora cadena de primeros planos de los asistentes a un funeral. El premio de cortos se lo ha llevado 'Permaneced despiertos, estad preparados', de Pham Thien An, una ingeniosa captura de situaciones azarosas en una esquina de una calle de Saigón.
Ha sido un año intenso y brillante en Punto de Encuentro, con otros cuatro o cinco largometrajes que podían haber desplazado al premiado. Así, la audacia narrativa de 'Fin de siglo', del argentino Lucio Castro. El equilibrio expositivo de 'Oray', del germano-turco Mehmet Akif Büyükatalay. El desgarro tunecino de Mehdi M. Barsaoui en 'Un hijo', que además se ha llevado el premio del público. La claridad implacable del eslovaco Marko Skop en 'Que haya luz', mención Arco Iris. La claustrofobia de las sectas, retratada por el checo Michal Hogenauer en 'Un cierto tipo de silencio'… Sin duda, un año de gran altura.