Una faena sinfónica para Blancanieves
El público llena el Miguel Delibes en la proyección de la película de Berger con la banda sonora interpretada por la OSCyL
Victoria M. Niño
Sábado, 25 de octubre 2014, 11:00
Taurinos por una noche, los músicos de la Sinfónica de Castilla y León compartieron su escenario con un cuadro flamenco, con el compositor y el orquestador de la banda sonora de Blancanieves. La película de Pablo Berger, allí también presente, fue proyectada con la música en directo ante un Auditorio lleno. La Seminci cerraba su 59ª edición con una vuelta al cine puro, imágenes y sonidos que hablan su propio lenguaje.
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Proyección de 'Blancanieves' en la Seminci con música en directo
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Proyección de 'Blancanieves' en la Seminci con música en directo
Javier Angulo, director del festival, y Pablo Berger celebraron el feliz encuentro de la película con la OSCyL, gracias a una tertulia de Cine y vino, organizado por El Norte. Ayuntamiento y Consejería de Cultura se ocuparon de la intendencia y Roman Gottwald y los músicos de la Sinfónica, del arte. Berger asumió el papel de hipnotizador y ordenó al respetable que soñara despierto: «Olvídense de todo, vivan la experiencia, el viaje a la Sevilla de 1920. Que tengan felices sueños y dulces pesadillas».
Roman Gottwald fue el colaborador de Alfonso de Vilallonga y el maestro que ha dirigido todas las interpretaciones hasta ahora (esta era la primera en un festival). Subió al podio del Miguel Delibes, atendió a los créditos, y dio la entrada. Una Orquesta reforzada en todas sus secciones, con una percusión muy rica y piano volvía a trabajar con el cine como lo hizo con Metrópolis antaño. Gottwald prefirió poner a las violas en medio y los chelos en el extremo de su derecha. Marius Díaz, su solista, tenía varios solos de cámara. Al lado, Jordi Creus, otro chelista, debutó como director. En algunos pasajes el maestro Gottwald tocaba su sierra con arco de violín, y Creus usaba su arco para marcar el compás a sus compañeros de cuerda y a Marianne con su arpa. Vilallonga utiliza mucho este instrumento con la Carmen niña en pantalla. La maléfica Maribel Verdú suena en octavas más graves.
En algunos descansos los músicos inflaron globos, provocando sonrisas entre quienes no suelen estar arropados por la oscuridad en su trabajo. Los globos serían después los fuegos artificiales. Y Gottwald les anima a dejar todo para unirse a los palmeros en un momento del guion. Alfonso de Vilallonga pasó del piano, al ukelele y al acordeón, uno más en el escenario. Berger atrapa con su Blancanieves ibérica, graciosa en el baile, valiente en el ruedo, desesperada hija. La malísima madrastra vive para el escaparate del couché y el surrealismo de los enanos toreros pone la nota de humor. Historia conocida que demuestra las miles de maneras en que se puede abordar un clásico, la película crece exponencialmente con su música. Por eso la emoción, por eso los aplausos.
Entre el público estaban melómanos como Angelines Porres o Amancio Prada; responsables de la Consejería de Cultura como Alicia García, José Rodríguez Sanz-Pastor y José Ramón Alonso; el alcalde de Valladolid, Javier León de la Riva; el subdelegado de Gobierno, Martínez Bermejo; el catedrático Alejandro Menéndez y el responsable de la Casa de la India, Guillermo Rodríguez.