Un poeta castellano en métrica china
Fermín Herrero reúne una colección de 'juéjùs' acompañados por fotos de Henar Sastre en 'Húrgura', un libro publicado por la editorial Páramo
Hubo un tiempo en el que dominar la retórica y la prosodia era condición indispensable para formar parte de la burocracia china. Durante la dinastía ... Tang, entre los siglos VII y , muchos de sus estadistas fueron poetas que, una vez cumplida su misión, se retiraban a vivir como ermitaños. Protagonizaron la edad de oro de la poesía china, «nunca en la historia la poesía fue tan importante», dice Fermín Herrero.
El poeta soriano se prendó de una de sus estrofas, el 'juéjù', y empezó a frecuentarla. «Son cuatro versos, más largos que el haiku, que permiten otra respiración, y conforman una poesía más opaca, austera, sencilla, menos brillante que la estrofa japonesa. Suelen estar volcados en la naturaleza y ese es también mi mundo», dice Herrero quien lleva tres décadas entregado al «vanidoso vicio de la poesía» y que según su editor habitual, Jesús Munárriz (Hiperión), es un «poeta chino» por su afinidad a la lírica oriental.
Húrgura, como explica el autor, es una palabra «conocida a ambas laderas del puerto de Oncala, en la zona septentrional de la provincia de Soria» y que solo él y su paisano Abel Hernández han llevado a la escritura. Desde brujas blancas, en su acepción más legendaria, hasta la personificación de la cellisca en las noches de invierno, la húrgura remite a frío y viento y, por ende, al refugio necesario, a la chimenea, al calor para zafarse de ella.
Fermín Herrero traslada a palabras las «instantáneas fotográficas» que ha ido capturando en su caminar. Y esas cuartetas retratan a la naturaleza en su crudeza, –el parto de una vaca, la poca consideración de la helada con el jardín o a del pie del bípedo con la hormiga, la voracidad de buitres y alimañas y el pedrisco que arrasa cosechas– y en su dulzura, –esos nazarenos que florecen «en lo precario» sin apenas tierra, la resistencia heroica de alguna fuente, la silueta del ciervo recortada en la montaña, la tela de araña punteada de rocío al trasluz, el canto del búho o el olor a pan del alba–.
Hay campo, flores a la vida y al recuerdo del suicida, y también el mundo de un lector de su tiempo que recuerda el cine de Atom Egoyan o el pensamiento de Pascal. Y como en la poesía de su amigo José Jiménez Lozano, al que despidió el 9 de marzo, muchos pájaros, avisadores a veces, compañeros, otras. Estas son las estampas de «poemillas sueltos que he ido juntando y que en su condición de instantáneas estaba bien unirlos a la imagen en el libro». Para ese fin eligió a Henar Sastre, fotógrafa de este diario en cuyo suplemento literario Fermín Herrero también colabora.
Blanco y negro matizado
Acostumbrada a ir al campo con la cámara, Sastre seleccionó entre su amplia colección de paisajes medio centenar que se acompasaban bien con los versos de Herrero. «Fui leyendo los poemas y buscando en mi archivo la imagen que me sugerían. Neblinas, árboles desnudos, aves, campanarios, atardeceres, algún paisaje urbano, plantas, cencelladas, riachuelos, casi todas en blanco y negro menos unas centrales en color, subrayando esa idea de austeridad, de sencillez», explica la informadora gráfica que ha dedicado buena parte de su trabajo al retrato y a la naturaleza.
Casi culminante es el siguiente 'juéjù': «En una tarde de húrgara, anocheciendo, venir, /cegado y aterido, hasta el poema, y, luego,/ en la claridad del canto, serenarse, con un solaz/ de nieve y de sosiego recibir, jubiloso, el amanecer». El refugio del soriano de Tierras Altas devenido en urbanita es, pues, la poesía.
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