La memoria literaria de la España sumergida: los pueblos perdidos bajo las aguas de un pantano
Virginia Mendoza presenta en Valladolid 'Detendrán mi río', un trabajo periodístico que recuerda a los municipios anegados por la construcción de embalses
Dos canciones –de 'Extremoduro' una y la otra de 'Héroes del Silencio'– y un pueblo que ya no existe (Talavera la Vieja, en Cáceres)son ... tal vez las semillas desde las que ha germinado la historia que Virginia Mendoza (Valdepeñas, 1987)despliega en 'Detendrán mi río', un libro que presentó la semana pasada en La Otra Librería (en Valladolid)y que se suma a un catálogo de títulos que han abordado los recuerdos y vivencias de la España sumergida, de todos esos municipios condenados a desaparecer bajo las aguas de un pantano. Desde 'El río' de Ana María Matute (1963)hasta 'Distintas formas de mirar el agua', de Julio Llamazares (2015),o la más reciente 'La marca del agua', de Montserrat Iglesias (2021), novela inspirada en la desaparición del pueblo segoviano de Linares del Arroyo, anegado por las aguas del embalse del río Riaza.
En el origen, dos canciones y la visita a un pueblo que ya no es. Hace siete años, Mendoza se armó de libreta y mochila para recorrer el país en busca de municipios donde apenas vive nadie. Un vecino, a lo sumo dos empadronados. El resultado de aquella prospección periodística fue 'Quién te cerrará los ojos'. En un principio, la autora tenía previsto dedicar un capítulo al agua «y cómo la construcción de presas ha provocado desplazamientos masivos en todo el mundo». Ese episodio concreto iba a ser sobre Talavera la Vieja. «Fui hasta allí, pero una vez que estuve en el embalse de Valdecañas, me di cuenta de que la historia merecía más de un capítulo, porque además, ese era un tema que se había abordado muy poco y principalmente desde la ficción». Matute, Llamazares, Iglesias...
Así, comenzó a recopilar datos, a bucear en hemerotecas, a visitar pueblos de colonización:esas localidades nacidas de la nada donde se instalaba a los exiliados del agua. «Se estima que en el mundo han sido desplazadas por este motivo –por la construcción de embalses– entre 50 y 80 millones de personas». En España –el país con más presas de Europa, el quinto en todo el planeta– hay cerca de quinientos municipios afectados (tanto los sumergidos como los expropiados). La mayoría, por ese rosario de pantanos construidos entre 1955 y 1975. El libro incluye el enlace a una web en la que Mendoza enumera casi todos. El Burguillo en Ávila (1913), Ricobayo en Zamora (1930), Uzquiza en Burgos (1986), Barrios de Luna (1951), Porma (1968)o Riaño (1987) en León.
«Quería dar las cifras, aunque no existen, pero sobre todo los nombres de las personas que tuvieron que abandonar su hogar». Cientos de familias que, como cuenta en el libro, «aunque no protagonizaron las ostentosas inauguraciones de embalses, los que llegaron y los que se fueron permitieron, con sus renuncias y su desarraigo, que prosperaran las ciudades, que llegaran el agua y la luz a las casas, que se pudieran regar algunos campos y que las crecidas de los ríos fueran menos agresivas». De todas esas personas habla este libro. Y, especialmente, de Mercedes Sanz Gil, que vio cómo su casa (en Cauvaca, una huerta aragonesa)quedaba inundada por las aguas del Ebro en el embalse de Mequinenza.
Cuando Virginia la conoció, supo que esa sería la voz que le serviría para articular el libro. «Su forma de contar sus recuerdos y una especie de fuerza interior que los aragoneses llaman rasmia» hacían de ella casi un personaje de novela, «con la ventaja de que era real». «Aunque cada vez hago un periodismo más narrativo, no tengo imaginación», confiesa una autora que fusiona el reportaje «con la antropología social». «No quería escribir una novela, sino un reportaje con la estructura y los recursos de una novela». Cuenta que cada nueva escena, «casi cada frase», se construye a partir de varias entrevistas.
Algunos de esos testimonios se sitúan como citas (junto a frases de Ana María Matute o Federico García Lorca)al inicio de cada episodio. «Quería colocar a una campesina cualquiera en el lugar que siempre han ocupado los escritores o personajes históricos».
«Deshice muchas páginas porque inicialmente iba a contar historias de varios pueblos sumergidos de España, pero acabé centrando todo en esa huerta de Caspe (Zaragoza), en una familia y en esa mujer», explica Mendoza.
«Del mismo modo que me pareció que cuanto más personal fuera la historia más fácil sería conectar con el desarraigo de millones de personas desplazadas por los embalses de todo el mundo, pensé que la empatía que buscaba la encontraría acercando al lector a esos pequeños detalles de la historia personal que son casi poéticos». Por ejemplo, que una niña escuchara decir a los hombres de su familia que iba a haber una guerra porque del cielo se caían las estrellas.
Una suerte de realismo mágico que formaba parte de sus vidas cotidianas y que sirve para contar un drama. El de Mercedes y su familia, pero también, y de forma paralela, el de Fred Pearson, fundador de la Canadiense, empresa que había diseñado varias presas escalonadas, menos agresivas, para esa zona de Caspe («de haberse construido, habría salvado muchos de los hogares que se tragó el embalse de Mequinenza») y cuyo proyecto no pudo llevarse a cabo porque también Pearson acabó sumergido: murió en el naufragio del barco Lusitania.
«Este es un libro sobre el desarraigo y la 'solastalgia', que es ese trauma que le queda a alguien que ha perdido el escenario de su infancia, sea por causas naturales o artificiales». Y es además, asegura, «un intento de rescatar una memoria que es también memoria histórica aunque no nos hayan hablado de ella. No nos contaron de pequeños que tenemos agua y luz en casa gracias al sacrificio de tanta gente. Estamos en deuda con ellos». Por cierto, que la canción de Extremoduro dice «tenemos el agua al cuello con tanto puto pantano» y la de los Héroes se titula 'Iberia sumergida'.
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