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Era un hombre tranquilo, metódico y discreto», dice Alfonso Basallo (Zaragoza, 1957) de su abuelo Francisco. «Un andaluz un poco presumido» que vivió en primera ... persona el Desastre de Annual (más de diez mil víctimas), que estuvo durante meses prisionero, que enterró a 37 de sus compañeros fallecidos, que cuidó a los enfermos sin tener formación sanitaria y que, por esa labor heroica, disfrutó hace casi un siglo de unos años de fama fugaz.
A su regreso de Marruecos, le nombraron hijo predilecto de Córdoba (su ciudad natal). Valle-Inclán lo citó en 'Luces de bohemia' e, incluso, la prensa de la época se hacía eco de sus movimientos. Como muestra, la pequeña reseña de El Norte de Castilla, fechada en Medina del Campo el 11 de mayo de 1929. «Ha pasado varias horas en esta ciudad, el sargento Basallo, exprisionero de Axdir».
Después, vivió en la más absoluta normalidad. Nada más regresar del norte de África, hastiado y desencantado, abandonó el Ejército y se incorporó a la vida civil. Trabajó en una empresa de salas de cine en Zaragoza.
Falleció en 1985. Y ahora, un siglo después de aquellos padecimientos, su nieto recupera su historia en 'El prisionero de Annual' (Planeta, 20,90 euros), un libro publicado el año pasado y que su autor, el nieto del protagonista de esta historia, acaba de presentar en la Academia de Caballería vallisoletana.
«Mi abuelo era de Infantería, pero en el cautiverio de Abd el- Krim coincidió con personajes importantes que se habían formado en la Academia de Caballería de Valladolid, como los generales Navarro o Silvestre. Varios de los jefes más importantes del Desastre de Annual habían pasado por Valladolid», cuenta el autor.
En el verano de 1921, «la retirada en desbandada del campamento de Annual y la capitulación del Monte Arruit, con la matanza de los defensores, hace que mueran más de diez mil soldados ante el harka del rebelde Abd el-Krim». Otras 570 personas fueron tomadas prisioneras. Entre ellas, Francisco Basallo, sargento de 28 años. Durante casi año y medio, hasta enero de 1923, permanecieron en cautiverio en el norte de África. Al final, fueron rescatados 332. El resto había muerto (152)o se había fugado (86). El sargento Basallo tuvo la suerte de sobrevivir en meido de una masacre. «Él estaba sobrecogido. Se quedó desmoralizado de ver cómo varios de sus jefes habían vendido a sus soldados para comprar su libertad y condenar a la tropa».
Cuenta Alfonso que su abuelo «fue capturado por los rifeños en el campamento de Dar Quebdani. Allí ,el coronel jefe pagó dinero para salvarse, llegó a un acuerdo con los rifeños. Pero ellos no cumplieron el pacto y mataron a 900 españoles, pasados a cuchillo. Mi abuelo fue de los pocos supervivientes. Y quedó muy golpeado por todo aquello», rememora su nieto, quien para este libro se ha basado en 'Memorias del cautiverio', que su abuelo publicó en 1923, al poco tiempo de recuperar su vida normal.
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Pero Alfonso se ha basado también en recortes de prensa, documentos de la época, archivos militares, el testimonio de otros familiares de supervivientes del Desastre... Y también los recuerdos que su abuelo compartió con él.
Le contó, por ejemplo, cómo junto con otros compañeros organizó un equipo de enterradores, porque el terreno estaba plagado de cadáveres de soldados españoles. Aalgunos pudieron identificarlos. Otros, recibieron sepultura en el más absoluto anonimato. Su grupo cubrió con tierra 37 cuerpos.En total, fueron enterrados 662.
Le contó también cómo, sin tener ni idea de Medicina, atendió a muchos de los heridos. Tuvo que hacer frente al fétido olor de las úlceras, que amputar dedos sin anestesia, que atender gangrenas, afrontar una epidemia de tifus en el campo de prisioneros.
Le desveló que intentó huir, en vano, cuando en una barca quiso alcanzar el peñón de Alhucemas, a 800 metros de la costa, pero el mal estado del mar le devolvió a su origen.
Le explicó que en Igueriben, una colina a la vista de Annual, quedaron atrapados unos soldados resistentes que se quedaron sin agua. «Y su gran dilema era si se beberían los orines con azúcar o sin ella. Porque con azúcar sabían mejor, pero daban más sed».
Le habló del hambre, de que tuvo que comer ratas, que hacer sopa con palas de chumbera.
«Durante muchas décadas, el desastre de Annual estuvo tapado». Fue uno de los grandes fracasos del Ejército español, trufado además por traiciones. «Ha sido a principios del siglo XXIcuando se han empezado a publicar investigaciones más profundas», cuenta Basallo, quien recuerda además otros acercamientos al suceso, como el que Lorenzo Silva, nieto también de uno de los combatientes españoles, reflejó en 'El nombre de los nuestros'.
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