Ibon Martín reconoce una «saturación total de suspense y una potente demanda a la vez»
«Hay un contraste entre la belleza del paisaje y el horror que creo en él», dice el novelista que presenta 'El ladrón de rostros' en Valladolid
«Soy un guía turístico frustrado», dice Ibon Martín, que empezó escribiendo de viajes y ahora, dedicado a la novela negra, provoca la curiosidad del lector por sus escenarios a los que acaba peregrinando. «Hay un contraste entre la belleza de los paisajes que elijo y el horror que creo en ellos». El escritor guipuzcoano presenta 'El ladrón de rostros' (Plaza & Janés) en la librería Oletvm de Valladolid.
Por primera vez lleva a sus ertzainas al interior montañoso, a Oñate. «Hasta ahora mis novelas olían a salitre y tenían el ritmo de las mareas. En esta ocasión necesitaba un lugar claustrofóbico, sin horizonte. Es en las montañas, en el aislamiento donde se mantienen las leyendas que se han resistido a la religión oficial», explica el autor de 'La danza de los tulipanes'. «Por geografía y por clima, la franja cantábrica está llena de personajes mitológicos. Hay supersticiones como la de la pila de la fertilidad de Sandaili que no se da en cualquier rincón».
Pensó en Oñate y en los 14 apóstoles de Oteiza para el Santuario de Aránzazu. «Son figuras abiertas en canal, que se ofrecen a dios vaciadas. El asesino de la novela vacía a sus víctimas y las roba con un molde la expresión de su rostro en el momento de su muerte. No es porque los coleccione, tiene una finalidad muy concreta». A la escultura se une «la niebla, la lluvia, las ovejas». A Ibon le gusta sentirlo en primera persona para describirlo lo más fielmente. «Desde que publico en Plaza & Janés tengo un ritmo de un libro cada dos años. Ese ritmo me permite disfrutar del proceso y hacerlo mejor. He ido muchas veces a los lugares donde transcurre la acción. Como mis protagonistas son ertzainas los límites geográficos están en el País Vasco. Algunas veces me gustaría salir más lejos».
De momento sigue constatando los efectos del tiempo y de los casos de anteriores entregas en sus agentes. «No todos evolucionan a mejor».
Se enganchó a la 'negra' por los autores escandinavos y se encuentra cómodo en el género. «Para mí el reto está en atrapar al lector y no soltarlo, que sienta que se traslada al lugar. Escribir suspense es procurar un viaje que tiene sus dientes de sierra, los crímenes, y descansos para disfrutar del lugar, de los pastos, de los majados de pastores, el respiro en medio de golpes de tensión». Y ese viaje tiene en la guarda de cada libro su mapa. «Oñate es un lugar desconocido para muchos vascos también». En la viaje por carretera de San Sebastián a Valladolid ha avistado los palomares «enseguida he pensado en un escenario». Está considerando el salto a la pantalla, «nos ofrecen una película pero la editorial y yo somos más partidario de serie». Considera que «hay una saturación total de suspense en el mercado pero a la vez una potente demanda».