
Secciones
Servicios
Destacamos
Bajo el lema 'A la salud del cuento', la Feria del Libro de Valladolid ha celebrado esta tarde de sábado una mesa redonda en torno ... a la actualidad del género literario breve por excelencia. En el encuentro, celebrado en el Círculo de Recreo, se han intercambiado las impresiones de Victoria Pelayo Rapado, Alejandro Cuevas y Gonzalo Calcedo, en un debate moderado por José Ignacio García.
«La idea del cuento a nivel nacional y a nivel Castilla y León no tienen por qué coincidir», ha valorado García en un encuentro previo con los medios: «Creo que hoy el cuento importa mucho, vive un momento extraordinario en calidad y tiene un importante respaldo de las editoriales, únicamente falta que termine de 'romper' para que lo acepten los lectores».
Esta aparente paradoja de éxito del cuento a nivel de edición o de calidad con una baja respuesta de su público vino secundada por Calcedo, para quien, a pesar de haber trabajado el género a lo largo de los últimos treinta años, coincide en que aún hoy su recepción por parte de los bibliófilos es modesta: «El cuento tiene una mala salud de hierro», bromeó. Cuevas, por su parte, trató de sacarle un lado positivo a esta situación: «Su pureza es su condena», sentenció: «Gracias a que está aislado del aspecto económico, no se encuentra sujeto a modas, y su éxito, como ha sucedido con casos como 'Los girasoles ciegos' o 'Manual para mujeres de la limpieza', es un misterio: si estuviera tan a la merced de esas corrientes como lo está la novela, terminaría por corromperse».
Pelayo Rapado se mostró aún más optimista si cabe: «En Castilla y León ya hay más tradición de cuento que, por ejemplo, en Extremadura, que es de donde yo vengo», expuso. «Pienso que cada vez más público buscan ese objeto de precisión, en pocas páginas, del cual si te sales tan solo un milímetro has fallado».
Ante esta tesitura, los escritores debatieron sobre si la querencia por el formato breve puede tener que ver con los cambios de hábitos generales de la ciudadanía, que antepone las series de televisión por delante del cine y tiende a buscar productos culturales que se consuman rápido y demanden poca atención: «Vivimos una época de bulimia cultural, donde hay plataformas con miles de películas pero no hacen que el nivel de cultura suba», lamentó Cuevas. «Pero los libros de cuento exigen otra clase de atención, engancharte ocho, nueve o diez veces en otras tantas historias diferentes, no es lo mismo que seguir una novela, aunque esta tenga ochocientas páginas».
Para García, «se venden las novelas de gran movimiento mediático, pero el lector de cuentos es más selectivo, más de culto, buscando a autores que saben que le darán lo que espera».En una línea crítica con el mercado se pronunció también Calcedo: «Me irritan esos autores de gran proyección que, para hacer tiempo entre novela y novela, sacan 'libros-puente' de relatos para no perder ese eco mediático y esa atención del público».
Pelayo Rapado, por su parte, declaró que «al no vivir de esto solo importa la parte literaria». Y es que cuando escribe tan solo piensa en sí misma: «Mis gustos para escribir son parecidos a mis gustos como lectora», y a pesar de que maneja ambos géneros -novela y cuento- no tiene problemas en «ser infiel» a uno con otro, y viceversa.
Lejos de los cinismos, los autores de esta mesa se reconocieron cándidos y románticos en lo que se refería a la creación de cuentos, más allá de afanes crematísticos o de que supusieran reveses a sus trayectorias literarias y carreras profesionales por una potencial baja respuesta del público: «Conlleva cierta frustración cuando la gente lo considera género menor, yo soy lector de novelas y de cuentos, y aunque me gusta que una novela me atrape creo que el libro de cuentos exige otro tipo de lector», desgranó Calcedo, que lleva treinta años cultivando el género y que siente que «poco a poco la literatura va encogiendo y el nicho se va quedando rezagado»
«Vivo el cuento como algo que se construye de manera más compatible con otros trabajos que la novela», aportó Cuevas: «Exige dedicarle varias tardes, revisar... pero no hay que pensar en el mercado porque sino uno se deprimiría». Coincidió Pelayo Rapado: «A la hora de crear, cuando imagino una historia, ya veo el cuento, y no pienso en nada más».
Otro tema que surgió de debate fue la abundancia de certámenes de relato breve en diversos pueblos y ayuntamientos, la calidad de las propuestas premiadas en ellos y su transparencia, así como la existencia de escritores 'profesionales' dedicados a conquistar concurso tras concurso, sin saltar por ello al circuito literario establecido en primera línea: «Son ganapremios artesanos que 'viven del cuento'», ironizó García.
«Son, probablemente, los únicos que piensan a quién dirigir lo que escriben, son verdaderos entusiastas que hacen un seguimiento bárbaro de temáticas, en oposición con quien siente el aliento de una idea y no piensa en otra cosa más que en plasmarla en papel», prosiguió, conocedor también del tema como organizador de alguno de dichos concursos. «Esas convocatorias son muy útiles para que mucha gente haya escrito», aplaudió Cuevas.
¿Tienes una suscripción? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Publicidad
Publicidad
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.