El burgués que vivió como un mendigo para contarlo
La uÑa RoTa recupera 'Los otros', una serie de reportajes sobre el hampa madrileña con la que convivió el periodista segoviano Ignacio Carral, publicados por 'Estampa' en 1930
Una madrugada se despertó y buscó sus botas bajo la cama, pero allí le esperaban unas zapatillas de goma rotas. Ignacio Carral había olvidado ... su papel, el periodista pequeño burgués se había transformado en un mendigo más. Junto al dibujante Francisco Rivero Gil se movieron por los bajos fondos del Madrid de 1930 durante un mes para contarlo en el semanario 'Estampa'. La editorial segoviana La uÑa RoTa recupera en un libro los ocho reportajes junto a algunos de los dibujos que les acompañaron además de fotografías de los protagonistas en una edición a cargo de Carlos Álvaro, periodista de este diario.
Aquella noche durmieron en un edificio de tres pisos, que alquilaba 80 camas al precio de 3 reales por persona, con lo que el dueño ganaba 70 pesetas cada jornada. El periodista ironiza sobre la conveniencia de organizar una cooperativa de vagabundos «para no dejarnos explotar». Ignacio Carral (Segovia, 1897) procedía de una familia acomodada, había estudiado en la universidad, había pasado un curso en Palermo, le interesaba la docencia, pero fue el periodismo su mayor pasión.
«Escribe para su clase, para los pequeños burgueses, los que saben leer, y lo hace como quien les quiere descubrir un mundo, que es el de los otros, o ellos son los otros, como dice al comienzo, depende del punto de vista», explica Carlos Álvaro, quien conocía la serie y a su única hija, Carmen (1927), que vive en Londres.
«La revista aclara en un editorial de presentación que contaron con algunos apoyos, en una taberna les conocían así como en el puesto de castañas. Ante la suspicacia del público, decidieron enviar a un fotógrafo que les tomó fotos para justificar que eran ellos». Varias de esas imágenes, junto con una selección de los 36 dibujos de Rivero, son recogidos en esta edición.
'Los otros' comienza en el Rastro, cambiando el gabán, el sombrero y el bastón por dos trajes raídos. Tras el 'cambalache' y con el pingue beneficio ingresan en la legión de desarrapados con unas pesetas que les permiten cenar. Hambre, frío y sueño serán los compañeros habituales de este dúo periodístico.
Límites deontológicos
Trucada la imagen, tocaba igualarse con la otra faceta más reveladora, la lengua. Los siguientes días serán un curso intensivo de la jerga callejera. La escasez de billetes es compensada con gran riqueza expresiva. Así el de 25 pesetas era un 'cangrejo', el de 50 'verderón', el de 500 'medio saco' , todos ellos cabían en la 'saña' o cartera. La cárcel amenazaba bajo sinónimos como 'estaribé', 'trena' o 'abanico'. Ya había anglicismos como el 'upercuten' referido al puñetazo y expresivos verbos compuestos como 'achantar la nui' (sujetarse la lengua) o 'achantar las mirlas' (agachar las orejas). «Curiosamente algunas de esas palabras son comunes hoy y aceptadas por la RAE como afanar o piños», apunta Álvaro.
Aprenden a esperar, con el rostro medio tapado por la gorra y el pie apoyado en la pared; a pasar inadvertidos en las charlas con el Andoval, el Pincha, el Rubio, el Chucho; a callar mientras planean golpes y a defenderse; a jugar al cané y guardar la ropa; a tener un amigo ladrón como si fuera oficinista o cartero. Precisamente la invitación a un atraco les obligará a marcar los límites. «Respetaron las normas deontológicas, como demuestran en otra ocasión en la que no comen la longaniza robada», cuenta el editor. «Ya había habido algún caso de periodismo de infiltración y luego se pondrá de moda en los sesenta y setenta. Esto demuestra que el nuevo periodismo no es un invento de Wolfe y Capote en Estados Unidos. Coetáneas son Magda Donato y Josefina Carabias que harán series en esa línea».
Frente a la opinión de que quien no trabaja es porque no quiere, Carral descubre las dificultades para sobrevivir honradamente, hasta el punto de que es casi un imposible si se parte de una extracción tan baja. Ellos mismos, sin oficio, apenas trabajan en una tienda moviendo mercancía cuatro horas. De haber tenido soga y ser mozos de cuerda, las posibilidades hubieran mejorado un poco.
Un refugio oficial con 24 plazas es todo lo que tienen Madrid para atender en ese momento a los cientos de sintecho que deambulan por sus calles. «Carral quiere dar a conocer ese mundo, quizá con ingenuidad, sin doblez. Es un tipo de periodismo que hoy no se hace pero que te reconcilia con la profesión».
Ignacio Carral fue republicano y azañista, «muy combativo con la dictadura de Primo de Rivera y con la monarquía. De hecho cuando se cierra el Ateneo de Madrid en 1924, uno de los detenidos es él. Un año antes funda el semanario 'Segovia' en su ciudad y tras el golpe de Primo de Rivera decide cerrarlo porque escribir era incompatible con una dictadura». Hizo otra serie para 'Estampa', vestido de vagabundo por la geografía española, y para el 'Ahora', que dirigía Chaves Nogales, sobre Marsella, esa vez no se disfrazó. Murió de una angina de pecho cuando preparaba un boletín radiofónico en 1935.
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