Boris Rozas, el poeta vallisoletano que triunfa en el pueblo de García Lorca
El escritor obtiene el premio internacional Fuente Vaqueros con un poemario sobre el regreso a los recuerdos dichosos
Hay un verso en 'Lugares a los que volver con el buen tiempo' (poemario con el que el vallisoletano Boris Rozas ha obtenido el ... premio internacional Fuente Vaqueros) que habla de un niño que juega de portero al fútbol. «Ese niño soy yo», reconoce el poeta, nacido hace 51 años en Buenos Aires y que con ocho llegó a España. Durante una temporada, antes de instalarse en Valladolid, vivió en León. «Uno de los mejores recuerdos que tengo –y de esos lugares a los que quiero siempre volver– es jugar al fútbol con mis amigos, en los prados cerca de mi casa en el barrio de San Mamés».
Rozas recuerda «ese olor a hierba mojada, ese sol que va bajando poco a poco, esa ausencia total de preocupaciones, sin tiempo, sin relojes, sin un mañana. Solo el aquí y ahora, el disfrutar del momento». Algo que, teme, se haya escapado de entre los dedos. «Me encantaría volver allí», dice. Por eso, «ante la temporalidad que me abruma, la poesía es mi pequeña libertad concedida». Un mecanismo gozoso para el retorno.
«La poesía es un estado de regreso permanente. Cuando huyes de lo que no te gusta de tu día a día, te refugias en la poesía (o en la pasión que tengas: la música, el deporte...)». Y gracias a ella, enfatiza, puedes evocar el recuerdo de todos esos lugares a los que volver, como dice el título de su último libro.
«Hay muchos huecos del pasado que me vienen a la memoria. Por unas u otras razones, no he podido volver a muchos sitios en los que hace años viví. Y llega un momento en el que tienes que saldar esa deuda que tienes contigo mismo. A través de escenarios recreados en la memoria, de momentos verídicos (historias que me contó la familia, que vi en fotografías) ensamblas un puzle y haces tu propia composición de lugar», cuenta el poeta vallisoletano, convencido de que García Márquez o Sabina no tenían razón. «No estoy de acuerdo con eso de que al lugar en el que has sido feliz nunca hay que regresar. Estoy por lo contrario. Tenemos que regalarnos esas visitas a los lugares que nos han hecho como personas. Es un privilegio que nos tenemos que conceder para huir de la inmediatez».
En ese rompecabezas de recuerdos por armar, Rozas incluye el Antonio Tovar, su instituto. Allí, en la adolescencia, «con 14 o 15 años», descubrió el embrujo de la poesía. «Yo era un estudiante pésimo (esto negaré haberlo dicho) y creo que en parte fue porque me pasaba horas leyendo en casa, absorto, los coleccionables que me traía mi madre, con libros de Neruda, de Whitman. Aquello me abrió los ojos y la mente a otras formas de expresión que jamás había vivido».
También, claro, García Lorca. «Creo que llegué a él por mi fascinación por Nueva York». Aquella fiebre literaria se acrecentó durante la Universidad (estudió Filología Inglesa en la UVA), pero luego llegó el paracetamol de la realidad. Los poemas que escribía, sus desafíos frente al folio en blanco, quedaron enterrados en un cajón. Hasta que un accidente hizo revivir los versos.
«En 2001 tuve un accidente de coche. Me rompí la rodilla por un montón de sitios. Estuve ocho meses en barbecho y retomé todos esos poemas que tenía escritos, las lecturas que había hecho y, con tiempo y con ganas, eso que estaba latente volvió a fluir». Desde entonces, han pasado más de veinte años y 17 libros.
El último, este 'Lugares a los que volver con el buen tiempo' (publicado en Valparaíso), ha obtenido el premio Fuente Vaqueros, que Rozas recibirá el 22 de abril en el pueblo natal de García Lorca. «Yo también organizo un certamen de poesía en Valladolid, mucho más modesto, que nació con la pandemia y se llama Desconfinados. Y reconozco las dificultades para organizar algo así. De modo que ganar un premio, con un jurado y una editorial tan importante, es más que un premio. Es un reconocimiento a que tienes un estilo más o menos reconocible, más o menos definido, pero con el que no puedes conformarte. Hay que intentar hacer cosas diferentes, no sonar a canción ya cantada ni encasillarte».
¿Puede ayudar un premio así para llegar a más lectores? «Los poetas estamos pero no se nos espera. Vivimos con un eterno complejo de inferioridad respecto a otros géneros literarios. Nos lee poquita gente, desgraciadamente, aunque los lectores de poesía tienen una gran fidelidad. Pero tenemos que dar un pasito más para llegar al gran público». Antes ese desafío, Rozas propone empatía («ser capaces de conectar con el lector de 2023 y sus problemas») y emoción. «La capacidad de emocionar es algo común a todas las disciplinas artísticas: la música, la pintura, la escritura. Hay muchas personas que, ante un libro de poesía, dicen: 'No entiendo lo que quiere decir'. Y no hay que intentar entenderlo. Hay que sentirlo. Cuando escuchas una canción, sabes si te gusta o no. La poesía es lo mismo. Tienes que disfrutar de su ritmo, de su musicalidad, de su lirismo, de su belleza».
Esa es la apuesta de 'Lugares a los que volver con el buen tiempo' (con contraportada de Carlos Aganzo), que, asegura Rozas, conecta con su quinto poemario, 'Invertebrados', que escribió cuando iba a ser padre. «Ese sentimiento que despertó en mí la futura paternidad (de volver a mi infancia, a mis referentes) entronca muy bien con este libro que he escrito ahora».
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