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Juan Mnauel de Prada.
«Hay una clara similitud entre la crisis actual y el desastre del 98»

«Hay una clara similitud entre la crisis actual y el desastre del 98»

Juan Manuel de Prada presenta hoy su novela ‘Morir bajo tu cielo’ en el Aula de Cultura de El Norte

Victoria M. Niño

Martes, 14 de octubre 2014, 11:27

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Fabular es la razón de su existir y desde hace unos títulos escribe con el trampantojo de la Historia mayúscula para crear microhistorias. Morir bajo tu cielo inaugura su proyecto de episodios nacionales, un libro por década de la España del siglo XX. Siguiente parada, «si la hay» se escuda Juan Manuel de Prada en una fugaz incertidumbre, «la Semana Trágica de Barcelona, los movimientos obreros». Para buscar testimonios «echaré mano de Gonzalo Santonja, que me ha ayudado a descubrir esa fuente». Con él presenta en el Patio Herreriano hoy su última novela.

¿Por qué Filipinas?

He concebido la idea, no sé si realizable o no, de tratar de escribir unos episodios nacionales de lo que ha sido el siglo XX español y comienzos XXI, y llegué a la conclusión de que en realidad el siglo XX está marcado por el desastre del 98, ahí está la ruptura definitiva entre la España anterior y la contemporánea. El primer volumen de estos, quizá irrealizables, episodios tenía que ser una reflexión sobre 1898. Sobre el tema cubano se ha escrito mucho más, el filipino en cambio es menos conocido. Filipinas tiene además un atractivo especial, había estado allí y es el único país de la Hispanidad en donde no se habla español. Es un territorio exótico. Todo me empujó a escribir sobre ello, siempre como fondo, la coyuntura política, social, religiosa de la época.

¿Cuáles son las claves de esa coyuntura?

Hay que entender el régimen político, la Restauración que es un intento de cerrar inmediatamente en falso las heridas de las guerras civiles siglo XIX, las tres carlistas, mediante un sistema de alternancia política entre liberales y conservadores que deja fuera a la inmensa mayoría de los españoles, a los carlistas, a los movimientos obreros. Es un régimen calamitoso que nace viciado. Las oligarquías políticas y económicas tratan de gobernar en función de sus intereses particulares y no según el bien común. Esto estalla de forma evidente en procesos que se inician en Filipinas, Cuba, Puerto Rico, a donde se envía a combatir a los hijos de los pobres, porque rige un sistema de cuotas que permite que los ricos paguen para evitar que sus hijos vayan a la guerra. Este marco tiene similitudes con la actualidad, es un marco semejante: donde pone guerra cámbiese por crisis económica y donde alternancia, bipartidismo. El régimen político de la Transición y el de la Restauración tienen mucho en común, el desastre 98 y la crisis desde 2008.

¿Quiénes son los personajes elegidos para protagonizar esto?

Hay una mezcla de personajes históricos y de ficción. Pero incluso los históricos están tratados desde lo ficticio. Tienen especial peso los que fueron oficiales del destacamento de Baler, la última plaza de Filipinas. Fueron militares valerosos de los que sabemos muy poco y hago una reconstrucción libre. Junto a ellos hay muchos soldados españoles inventados, en su mayoría muestran lo que está sucediendo en España. Hay un fraile inspirado en varios españoles y una monja, Sor Lucía, mi preferida, el epicentro de la novela. Ella es el símbolo de la posibilidad de unión entre españoles y filipinos. También hay un traficante de armas holandés que representa la propaganda de la leyenda negra contra España, es un antiespañol furibundo. Aparece un caudillo filipino, Novisio, inspirado en uno histórico que simboliza los naturales anhelos de sus compatriotas de, más que independencia, reconocimiento. Porque los gobiernos españoles del XIX son muy poco comprensivos con los políticos filipinos. Aparece el gobernador militar de Filipinas, el general Fernando Primo de Ribera, tío del dictador, y el arzobispo de Manila.

Primero fue Almudena Grandes y ahora usted, en el intento de emular a Galdós en sus episodios nacionales. ¿El reto es mejorarle?

No le podemos mejorar, tiene una estatura inalcanzable. Creo que es legítimo y natural que un escritor quiera hacer suya la historia de España a través de su obra de ficción. Esto es algo que intentó Valle-Inclán y otros, pero también es una tarea realmente difícil. Ese propósito es interesante para el lector. Existe en España mucho anhelo de conocer nuestra historia, quizá por el caos educativo nos ha sido escamoteada. El español tiene una gran problemática para relacionarse con su propia historia.

Los libros de historia están ahí, solo hay que leerlos.

Ya pero pesa la leyenda negra que increíblemente España ha hecho suya y lo problemático que ha sido el siglo XX. La mayor parte de los estados europeos tienen su pasado cerrado, las guerras mundiales lo cerraron, tras ellas hicieron borrón y cuenta nueva. España vivió la República, la Guerra Civil, la dictadura, son temas aún abiertos sobre los que no existe acuerdo.

Apenas hay dos referencias de Filipinas en la España de hoy: Gil de Biedma e Isabel Preysler.

Creo que la razón fundamental de eso es Estados Unidos, que hicieron en menos de medio siglo de dominio yanqui una labor de destrucción sistemática de todo el legado español. Lo único con lo que no pudieron fue con la religión. El catolicismo es mayoritario. Impusieron el inglés y de alguna manera convirtieron Filipinas en colonia americana. La gira de Obama por Extremo Oriente demostró que en Filipinas se desenvolvía como gran monarca. Creo que es una desgracia para Filipinas. Por otra parte España nunca se ha destacado por cultivar relaciones con países que han sido parte de España. En gran medida esa tragedia es hija de la obsesión europeísta que hay en España y de la sumisión lamentable a EE UU. Hemos descuidado las relaciones con la Hispanidad.

La lengua como negocio sí parece interesarnos.

En sentido mercantilista sí, hay relaciones comerciales, las empresas españolas abren sucursales, pero las relaciones con los pueblos americanos son bastante penosas. Nuestros gobernantes tienden a confundir lo que son los gobiernos, con los que se puede estar de acuerdo o no, pero habría que luchar por intentar unir a los pueblos. Es una vergüenza que de algunos países de Hispanoamérica tengan que venir con visado.Son pueblos hermanos, tienen nuestra sangre. Y que, en cambio, se pueda circular libremente por países con los que no tenemos nada que ver como Alemania, Holanda y Francia, que nos profesan un odio ancestral.

¿No le tienta el ensayo?

Como escritor, me tientan todos lo géneros. Lo que ocurre es que el que se adapta más a mi temperamento es la novela.Mi veta ensayística ya la desaguo a través de los artículos de prensa.

¿De qué fuentes bebe, qué referentes intelectuales tiene?

Sobre todo procuro apartarme de la historiografía y beber mucho en libros de memorias escritos en el momento. He leído muchas memorias de soldados militares y frailes que vivieron la perdida de Filipinas de forma directa. También he leído la obra de José Rizal, y algunos libros sobre el sitio de Baler. Realmente casi todo testimonios directos de los que vivieron la situación.

¿Se debe al rigor o a la verosimilitud?

Uno trata de ser riguroso al marco general, en ese sentido procuro no mentir en ciertas realidades políticas, religiosas y sociales pero a partir de ahí, soy libre. La construcción de una novela, la fabulación, tiene que moverse dentro del rigor pero con libertad. Sigo el ejemplo de Galdós, intento imbricar la ficción y los personajes ficticios en medio de grandes acontecimientos. La interpretación es inevitablemente subjetiva, sin subjetividad no hay literatura.

Se dice discípulo de Gimferrer, está en agún jurado de poesía ¿La frecuenta?

Soy un gran lector de poesía, más que de prosa. En mi forma de escribir, soy barroco, no renuncio a las imágenes literarias, la lectura de poesía me mantiene esa tensión que necesita el idioma cuando se trata de darle forma literaria. Me gusta leer poesía, cultivarla no, solo en mi juventud y con desatino. El escritor que deja de leer poesía deja de ser escritor, el novelista tiene la tentación de escribir como si estuviese contando el funcionamiento de una lavadora y la literatura es desentrañar el mundo con palabras. Exige desentrañar las palabras, hay que tener una relación intensa con el lenguaje y eso es la poesía.

Hace tiempo consideró que no merecía la pena escribir una novela para unos pocos miles de lectores ¿ya no opina así?

Me ratifico: la literatura como medio de vida está dando bocadas, lo cual no sé si es bueno o malo. Quizá no es malo, los escritores volveremos a escribir porque es nuestra razón de vida pero no podemos aspirar a escribir lo que escribíamos. Para mí la literatura es la razón de mi existencia y tengo muy difícil dejar de escribir. El escritor tendrá que buscar nuevas formas de subsistencia.

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