La letra social de las danzas urbanas
Andén 47 es el espacio donde el colectivo vallisoletano Fresas con Nata enseña, programa y estudia nuevos lenguajes corporales del 'street-dance'
A fecha de hoy, una persona joven o adolescente puede entender como 'danza urbana' la colección de movimientos de los bailarines que acompañan a Lola ... Índigo. Y, sin embargo, la danza urbana es mucho más: es identidad social, es reivindicación de una minoría, es cultura de la calle y es expresión 'underground'. Con el convencimiento de que ese contexto y esas bases son necesarias, el colectivo Fresas con Nata desarrolla en el espacio Andén 47 toda una colección de actividades participativas, que abarcan clases, talleres y espectáculos escénicos, pero siempre impartiéndolas, desde la profesionalización pero sin academicismos, dando a conocer, además de las técnicas, todo el 'background' social.
«Las coreografías de las danzas no son el elemento principal, sino que se basen en el contexto y origen para ser bailarines autónomos, con control sobre el propio cuerpo y una identidad propia». Son palabras de Sara Vinagrero y Juan Manuel Pardo, dos de los artífices del colectivo. Junto a Carlos Ballón, nacieron como asociación en 2008, y a lo largo de los años han organizado un proyecto de centro cultural que trasciende las características de una escuela de danza al uso, al comprender formaciones, residencias y coproducciones con otras compañías en un abanico de iniciativas que les congregan en el espacio, semanalmente, a una media de setecientas personas.
«Desarrollamos un espacio alternativo, con actividad durante todo el año y un festival, Faro Urbano, en julio». Pioneros de la cultura urbana en toda Castilla y León, este Andén 47 (así llamado por el código postal de Valladolid) cuenta con una sala biblioteca, que tiene diversos libros en torno a la música y cultura urbana, bautizada como 'Rincón de Pensar'. En su Sala 47, la más grande de todo el recinto, tienen lugar los distintos eventos de programación específica, con un ciclo de artes escénicas para colegios e institutos por las mañanas de los días laborales, y algunos shows precedidos de talleres y epilogados por coloquios en los fines de semana, abiertos al público generalista.
En su sala La Caja, ornada con un mural graffiti cortesía del artista local Jorge Peligro, se imparten clases para niños de 5 a 7 años, aunque la Escuela de Danza Fresas con Nata cuenta con grupos para niños más mayores y adolescentes (de 8 a 12 años), jóvenes (a partir de 13 años) y adultos (a partir de 25). En su sótano, la sala 013 (que redondea el CP del barrio donde se ubican, en la calle Santa Fe) se reserva para propuestas teatrales de pequeño formato.
«Es habitual que vengan jóvenes esperando que les enseñemos a reproducir el último baile que han visto en TikTok», asumen. «Sin invisibilizar que eso existe, les enseñamos lo que hacemos aquí y con frecuencia ven que somos más 'underground' que lo que esperan en un principio». Después, se invita a los jóvenes a que prueben los distintos estilos y vean donde están más cómodos: «De esta manera, terminan viendo cómo el baile es capaz de alargarse más y más, sin constricciones temporales ni límites de 15 segundos».
Estilos como locking, waaking, popping, breaking, hip hop, house o dancehall se imparten junto a otras disciplinas como danza contemporánea, modern jazz, rock and roll o clases de teatro: «Muchos de estos movimientos culturales parten de gente racializada o perteneciente al colectivo LGBTIQ+, y con el contexto adecuado les ayuda a ganar perspectiva social: se acostumbran a ver más personas extranjeras, desaparecen las diferencias de edades e incluso las jerarquías, y se encuentran bailando junto a su profesor de biología», ríen. «Les ayuda a ver el mundo de otra manera».
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