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Los libros de esta semana. v. v.
Tres libros a la semana

Historias de odio y amistad en las últimas novelas de Luis Landero, Belén Gopegui y Carlos Zanón

Los tres autores han visitado recientemente Valladolid para presentar sus trabajos más recientes

Víctor Vela

Valladolid

Viernes, 4 de marzo 2022, 00:06

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Los tres libros de esta semana son novelas que se han presentado recientemente en Valladolid. Sus autores han visitado la ciudad del Pisuerga para presentar sus últimas criaturas literarias. Y entre las tres hay una curiosa conexión: hablan de amistad, hay navajas que se convierten en un objeto clave para la trama, son voces poderosas e historias entrentenidas que merecen las pena la visita a una librería o la biblioteca.

Una historia ridícula. Luis Landero. Tusquets

«Tanto las historias de odio como las de amor están expuestas por igual a los desafueros de la imaginación y la locura» (43)

Y aquí está Marcial. Personajazo. Trabaja en un matadero, atesora anécdotas, chascarrillos y curiosidades varias que él considera básicas para tener cultura general. ¿Cuántos días vive una cucaracha sin cabeza? ¿Cuántos ratones necesita comer un gato al día para llevar una dieta equilibrada? Esto le sirve para desarrollar sus teorías. Para mantener conversaciones en sociedad. Para tener una propia visión de él mundo. Y él, la tiene. Repito: la tiene.

'Una historia ridícula' es un monólogo en el que Marcial cuenta su vida. Más que escritura, parece un torrente oral. Y la maestría de Landero se muestra en el hecho de que aunque parece que este tipo habla al tuntún, en realidad hay una estructura narrativa fantástica. El modo en el que Landero nos da pistas sobre el desenlace (tremendo) del libro es toda una lección. Cómo hay objetos que aparecen poco a poco en la narración, cómo hay ideas que Marcial lanza, en principio de forma inocente, y poco a poco van tomando significado.

Esta historia ridícula parece una historia de amor: la de Marcial hacia Pepita. Pero «el odio une mucho, a veces tanto o más que el amor» (20) y a esta es, sobre todo, una novela sobre el odio y sobre su manifestación más concreta, la venganza (109). Marcial fue un tipo maltratado en la infancia. Fue objeto de acoso, de burlas de sus compañeros. Y él asegura que no olvida. Que es imposible expulsar las ofensas de la memoria (16). Menos aún cuando esas ofensas se hacen delante de testigos (23). Marcial va rumiando ese odio, ese «ni olvido ni perdono» («las disculpas no valen por ser sinceras, sino por ser públicas», 18) y hacen de él un personaje resentido. Si elevamos el tiro, veríamos una sociedad amenazada con convertirse en Marcial, inmersa en una cadena de ofensas, odios, resquemores y venganzas que puede desencadenar lo peor. Hay un caldo de cultivo (alentado en ciertas redes sociales) que en cualquier momento puede explotar. Para todo puede haber excusa, para toda agresión una justificación en una supuesta afrenta previa. Hay situaciones, en apariencia ridículas, que pueden dar lugar a grandes destrozos.

Existiríamos el mar. Belén Gopegui. Literatura Random House

«Las cosas pueden ser serias y graves, pero no dramáticas. El drama solo debilita» (36)

«El mundo de las historias que se cuentan no coincide con el mundo de las historias que suceden», escribe Belén Gopegui en la p. 19. Hay aspectos extraordinarios de la vida (explosiones, crímenes, persecuciones) que están sobreexpuestos en las narraciones, defiende la autora. Y el día a día, la vida cotidiana, común y corriente, apenas tiene reflejo en la literatura. 'Existiríamos el mar' (con su dislocación sintáctica, semántica, qué se yo) es la historia de cinco personas que habitan un piso «colectivo» (no dice compartido, 13, porque también el lenguaje estructura). Todos tienen en torno a los 40 años y viven en una precariedad que les impide tener casa propia. Son administrativos, desarrolladores web, trabajadoras de un laboratorio. Y Jara, que está en paro y decide abandonar el piso para buscar trabajo, un futuro, prosperidad. Encontrará un trabajo como camarera en el bar de un pequeño pueblo. Sustituye a un tipo que para huir de esa precariedad no piensa en luchar o rebelarse, sino en sacarse una oposición. Los compañeros de piso de Jara emprenderán su búsqueda. Son las suyas «vidas en las que las cosas giran en torno a la necesidad de no perder» (14), en las que el desgaste cotidiano (los horarios, los desplazamientos, las cuentas para llegar a fin de mes) son tantas que queda poco margen para pensar en un mundo diferente, para crear espacios comunes desde los que rebelarse. Gopegui insiste en esta novela en esa visión suya de la literatura como espacio para plantear dilemas sociales y políticos. Sus tramas son vehículos para exponer una visión en la que sus personajes trabajan para rebelarse contra un sistema y pensar un mar, idear un lugar en el que la distancia entre lo que quisimos hacer no sea tan enorme sobre lo que finalmente hicimos (155). «No buscar, no intentar que la justicia sople un poco, guardar silencio y encogerse de hombros, es también un modo, no siempre evitable pero real, de equivocarse» (117). 

Love song. Carlos Zanón. Salamandra

«Me gustaría decir que cada uno guarda una historia, pero no sería verdad. La mayoría son tonterías» (88)

Esta es la historia de una pareja y tres amigos. Juntos forman un trío musical y un equipo de vida. Jim es pareja de Eileen y amigo de Cowboy, que a su vez mantiene una estrecha relación con Eileen. Jim es un tipo comedido, sin daños vitales que convertir en canción. Cowboy es todo lo contrario: quiere exprimir la vida al máximo para que cuando llegue la muerte le encuentre en el peor estado posible (184). Eileen se está muriendo. Sus manos, esas manos que tocan la guitarra, comienzan a agarrotarse por culpa del avance imparable del ELA. Han emprendido un viaje para subirse de nuevo a los escenarios y apurar la vida a través de la música. Sus espectáculos se basan en canciones de 1985, que tocan en cámpings, restaurantes donde solo sirven pollo y garitos de mala muerte. Como necesitan alguien que les lleve, contratan a Polidori (antiguo taxista de 'Taxi') que nunca llegará a ser parte del grupo, aunque se entere de todas las confidencias. Es una especie de groupie, de fan con voz pero sin voto. En esa gira a ninguna parte, Zanón regala momentos de una intimidad dolorosa. Como ese capítulo 19 en el que Polidori se da cuenta de que no es uno de ellos. El 39, en el que Jim y Eileen, solos en un chiringuito, se asoman al abismo de un futuro al que ya se asoma la muerta. Saben lo que vendrá y lo mastican en una velada melancólica y de pocas palabras. O el capítulo 50, en el que Cowboy y su padre se echan mil cosas a la cara. «Uno nunca sabe cuándo se enamoró de un amigo», escribe Zanón en la página 97. Sobre esa construcción de la amistad, sobre compañeros de vida y de canción habla esta novela que regala más de un pellizco hasta a los tipos más duros.

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