Las cuatro estaciones, en verso

'Dicen que no hablan las plantas' (Anaya) es un poema de Rosalía de Castro, una llamada a escuchar «astros, fuentes, flores...¿cómo vivir sin ellos?». Ese murmullo suena distinto según la estación.

Hay poetas como Lorca o Machado que tienen versos para cualquier día del año, los hay otoñales e invernales como Bécquer, versificadores entomólogos como Salvador Rueda y versificadoras meteorologas como Margarita Hickney.

Trece poemas componen una poliédrica mirada a cada periodo estacional. La belleza efímera de las flores, la caducidad de la rosa, las verdes hojas del olmo seco machadiano, la nostalgia de la ebullición juvenil de Rubén Darío o la explosión de la naturaleza que canta Adela Zamudio pueblan los versos dedicados a la primavera.

Tiempo de cigarras y de surcar los mares, de madurar el melocotón y la panocha, de noches de seducción astronómica y de calor abrasador son algunas de las imágenes poéticas que esbozan el verano.

El otoño es tiempo de mudanza, cuando se despiden las últimas rosas y pierden la hoja los árboles. Los jardines se repliegan y las golondrinas se van. Lo cuentan Vicente Wenceslao Querol, César Vallejo o Delmira Agustini. Cierra el viaje poético por las estaciones el invierno. «¿No da luz la nieve?», se pregunta Amado Nervo. Pero el frío encoge el alma y la poesía es fuente de calor que combate hielo y tristeza.

El libro anuncia que «contiene la semilla del verso» y es literal. Para quien quiera comprar que las plantas hablan, que preparen maceta y tierra que Marías, Lanseros y Lagartos ponen el grano.

La institutriz severa má querida por los Brown

«Este es mi método de trabajo. Solo elijo quedarme en una casa cuando los niños no me quieren pero me necesitan». Así habla Matilda, más conocida como 'la niñera mágica' que popularizó en el cine Emma Thompson. Siruela recoge en un volumen estas historias que se fueron publicando en Gran Bretaña en la década de los sesenta.

Con el misterio de Mary Poppins, pero sin su belleza, con una severidad a golpe de bastón y una determinación a prueba de travesuras, Matilda llega al hogar de los Brown, un caso imposible a priori. Aunque, como dijo al principio, no aspira a que le quieran sino a cumplir su misión, educar a los pequeños. El juego de poderes irá decantándose hacia la paciente Matilda, que siempre tiene una prueba ingeniosa para los pequeños salvajes. Cuando se los gana, es momento de irse.

El refugio del silencio

Escuchar el mundo en diferido le da un aire extraño a María Teresa, protagonista de 'El lenguaje secreto' (Edebé). Nacida sorda, unos implantes la han subido al carro de sus iguales aunque ella no se sienta así. La llegada de Selma, una compañera nueva que trata su peculiaridad de forma natural, cambia su vida. Una anciana vecina le descubrirá cómo hacer realidad sus deseos. Y así encontrará su habilidad secreta: ser capaz de escuchar las conversaciones de los animales, desde la carcoma y las hormigas a los perros, caballos o palomas. La desenfadada mirada de la niña al mundo, su atención selectiva y el refugio del silencio cuando quiere escapar, la cercana relación con sus mayores –el abuelo y la vecina con historias de otros tiempos– y la amistad con Selma hacen de María Teresa una gran compañera en las aventuras del final de la infancia.