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La obra ‘El laberinto del dictador’, de Florencio Galindo, enlaza dos de las secciones de la exposición.
El arte de la reclusión

El arte de la reclusión

Cervantes, Ai Weiwei y los informalistas españoles comparten en la exposición de Cuenca sus experiencias en torno al cautiverio

Samuel Regueira

Miércoles, 7 de septiembre 2016, 19:06

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Ha costado un cuarto de millón de euros más que la muestra dedicada al Bosco en el Museo del Prado de Madrid.Reúne fotografías y óleos de los informalistas españoles, dibujos sobre Don Quijote de la Mancha y una pieza de valor incalculable del todoterreno artista chino Ai Weiwei y se erige como una de las exposiciones importantes del año. La Catedral de Cuenca alberga hasta el 6 de noviembre La poética de la libertad, una colección de las miradas de distintos artistas recluidos, literal o metafóricamente, en momentos clave de su trayectoria creativa, y que reflejan, en sus productos finales, sus ansias de liberación.

«Esta exposición recoge vulneraciones físicas, como la de Cervantes o la de Ai Weiwei, y mentales, las de los propios límites de los creadores», explicó Carlos Aganzo, director de El Norte y comisario en la exposición junto a Florencio Galindo, profesor de la Facultad de Bellas Artes de la Universidad Complutense de Madrid. En este sentido, si bien a todo artista se le exige que luche por la libertad, al menos desde el punto de vista teórico, «cuando se conoce lo que realmente es esa privación de la libertad su arte cobra un sentido más importante todavía, y en este caso partimos de dos artistas cuyo cautiverio es imprescindible para entender su obra».

Aganzo comisaria la parte dedicada al ingenioso hidalgo, «sin duda el libro más libre, soñador y abierto de nuestra literatura», en su opinión, «el producto de una experiencia vital en la vida de Cervantes que le hace ver al ser humano de una manera particular». De ahí se extrae una de las principales conclusiones del libro; la búsqueda del ser humano libre en su propia libertad, «una experiencia íntima a la que no podemos renunciar».

La nave del Evangelio de la Catedral cobija una serie de proyecciones inmensas de dibujos a cargo de Galindo y sus colaboradores, los hermanos Pardo, que recogen respectivos momentos icónicos de la novela: la aventura de Clavileño narrada en la segunda parte, el incidente de los molinos, la lucha contra el rebaño de ovejas y el regreso a casa del ingenioso hidalgo en una jaula, esta última incluida a modo de sugerencia de Aganzo: «Hemos sido cómplices a lo largo de todo el proceso de comisariado y creación de esta exposición», expuso Galindo.

Se destaca así el aspecto de los dos libros vinculado a la privación de libertad como motor creativo, a partir de la más grande historia de un hombre que en realidad no está preso de una locura, sino que se evade de su realidad a un mundo imaginario caballeresco donde puede ser, paradójicamente, libre de verdad.

«Por la libertad, así como por la honra, se puede y debe aventurar la vida, y, por el contrario, el cautiverio es el mayor mal que puede venir a los hombres», reza el extracto del Quijote que justifica la inclusión de la figura de Cervantes en el IV Centenario de su muerte. El manco de Lepanto pasó encerrado cinco años en una prisión argelina, de la que intentó escapar en numerosas y donde estuvo encadenado varios meses, como castigo. La suya es una más de las grandes plumas que dieron con sus huesos en la cárcel, como Dostoievski, Tomás Moro, Wilde o Voltaire, pero también los españoles Lope de Vega, Quevedo, Miguel Hernández o Fray Luis de León.

Galindo también es el responsable de la construcción puente de El laberinto del dictador, que une a modo de puente las exposiciones de Cervantes y Ai Weiwei. Unos lazos azules como símbolo de «retazos de libertad de los refugiados» jalonan unos ásperos alambres de acero, en representación de la espinosa naturaleza del hombre, único animal que se encarcela a sí mismo y una de las principales señas de identidad en la obra de Galindo. El nombre escogido para esta pieza recuerda al mitológico Dédalo, creador del Laberinto del Minotauro; cuyo nombre en plural, Dédalos es un anagrama de la palabra Soledad, la misma que atormenta al artista cautivo.

La trayectoria como activista de Ai Weiwei (Pekín, 1957) es casi tan abundante como su actividad artística. A sus diseños arquitectónicos, gráficos, escultóricos, audiovisuales y fotográficos cabe añadir la investigación que llevó a cabo sobre los estudiantes muertos en Sichuan en 2008 como consecuencia de un terremoto y la endeble construcción de su campus, solo una de las muchas iniciativas anticorrupción y de encubrimiento de malas praxis que le convirtió en un reivindicativo y molesto enemigo para el Gobierno chino. La policía del país arrestó al vanguardista en abril de 2011 y le mantuvo encarcelado durante 81 días, sin presentar cargos penales contra el artista, dos meses que inspiraron a Ai Weiwei para crear una de sus obras más duras, S. A. C. R. E. D..

De la celda a las redes

El acróstico equivale a distintos momentos de su estancia en prisión, a cual más humillante; Supper (Cena), Accusers (Acusadores), Cleansing (Saneamiento), Ritual, Entropy (Entropía) y Doubt (Duda), y permite ver, por primera vez en España, esta audaz y provocativa construcción compuesta por seis cajas de hierro, con pequeñas aberturas como las de las celdas de confinamiento que permiten ver, en su interior, distintas escenas del prisionero con sus captores, en formas de dioramas de fibra de vidrio que recrean distintos momentos, tanto los propios de un cautiverio político como los más cotidianos de baño o alimentación en las condiciones de una celda, que fluctúan entre la vejación del hombre preso y el carácter doble de su liberación, corpórea y anímica al mismo tiempo.

En Supper, el prisionero toma su cena sentado a la mesa mientras los carceleros lo vigilan a una distancia asfixiante, no superior a un metro. Accusers recrea un interrogatorio. Cleansing funciona como espejo del primero, en el que el preso está completamente desnudo en medio de una ducha bajo el ojo avizor de sus guardianes, vestidos a su lado. Ritual detalla a los celadores conduciendo a Ai Weiwei de vuelta a la celda, y Entropy vuelve a mostrar un momento habitual del día, el sueño del apresado, mientras la acechante mirada de sus cancerberos no se despega ni por un instante de él. Finalmente, Doubt muestra al artista sentado en el retrete, flanqueado, cómo no, por los incansables oficiales que le han acompañado durante todo su cautiverio.

«Repite en cierta manera el mensaje de Cervantes, cuando el mayor momento de privación de libertad produce una libertad interior», desgranó Aganzo. El claustro de la catedral de Cuenca acoge esta parte de la exposición, donde también se resumen distintos hitos de la vida de Ai Weiwei, desde sus primeros movimientos de denuncia en China al símbolo internacional de la liberad creativa en el que se convirtió el artista para todo el mundo, gracias en buena parte a la difusión de sus ideas y las simpatías que despierta en Internet, que funcionan como contrapoder a todo conato de opresión y censura contra quien osa pensar, y a expresarse, de manera diferente.

Weiwei se ha visto perseguido por la polémica a lo largo de toda su carrera, desde acusaciones de evasión de impuestos y delitos de bigamia y pornografía por parte del Gobierno Chino al cierre de su exposición Rupturas en Dinamarca a comienzos de este año, cuando el artista decidió mostrarse en contra de la política danesa antiinmigratoria retirando su muestra de Copenhague. En ese mismo mes, la compañía Lego anunció que cambiaría su reglamento en ventas, que hasta la fecha les obligaba a indagar el uso final que se haría de las piezas adquiridas con fines artísticos, después de que la presión mediática les señalara por negarse a vender al artista chino bloques de plástico por temor a que fuesen utilizados con fines políticos.

«A partir del siglo XXI, Weiwei hizo otro tipo de trabajos en los que cambió al sujeto del arte con la complicidad de los medios de comunicación y las noticias sobre los refugiados», declaró Galindo. El artista chino llenó Berlín de chalecos salvavidas, se hizo selfis con algunos supervivientes e incluso se retrató en la pose del niño Aylan tendido en una playa: «Es una forma de creación más pasajera, algo que se hace y luego se deshace, otra forma de llegar a la sociedad a través de los diarios digitales y las redes sociales».

Alta expresión

Además el museo de Arte Abstracto de Cuenca cumple medio siglo de vida, cincuenta años en los que ha albergado arte contemporáneo vanguardista, siempre en pos de los límites de la creación en lo plástico y en lo estético; una obra que cobra especial relevancia en la historia de nuestro país, donde esa búsqueda de la libertad en la producción artística chocó con el considerado «cautiverio mental» de la dictadura franquista. La sala capitular de la Catedral alberga la tercera y última parte de La poética de la libertad, la obra de distintos informalistas que desde sus trabajos rompedores de grilletes se enfrentaron a las bases de la censura dictatorial.

«Me apetecía mucho participar en este homenaje, prácticamente me crié con ellos y su hilo entronca muy bien con el de Cervantes y Ai Weiwei», valoró Galindo. La vulneración de esos límites se refleja en la muestra Alta expresión, una colección de trabajos y fotografías en blanco y negro de Juan Barte con los retratos de algunos de los más importantes informalistas españoles, en su mayoría integrantes del colectivo El Paso: Rafael Canogar, Martín Chirino, Luis Feito, Antonio Saura y Manolo Millares, junto a Fernando Zóbel, Gustavo Torner o Francisco Farreras.

Cada uno de los artistas explora, a través de sus propios códigos, las fronteras invisibles que el arte hasta la fecha había dado en levantar sobre la creación plástica, en busca de ese arte otro (art autre) e inmersos en uno de los periodos más fértiles en la expresión cultural y política de España. «Su libertad no pasa solo por superar la censura, también es luchar contra su desconocimiento de las corrientes internacionales», expuso Aganzo, «una ruptura cívica como parte de la propia expansión del ciudadano, mucho más rompedora e irresistible que cualquier otra reivindicación política». «El arte en España tiene más poder para luchar contra la dictadura que los propios sindicatos, y cuando ese movimiento cala en las personas ya no tiene vuelta atrás», prosiguió, «para minar los pilares férreos de la dictadura el arte estuvo en primer término, y hubo artistas, poetas y cantautores que desde la búsqueda de lenguajes nuevos ya crearon otros conceptos que van a tener su recorrido».

Cuenca y el Grupo El Paso están íntimamente relacionados por más de un concepto, sin ir más lejos, su fundador, Antonio Saura, falleció allí a los 67 años, tras dedicar toda su vida a la pintura y a la ilustración de obras emblemáticas de la literatura, desde Kafka al Quijote. Su óleo en lienzo Sudario es una buena muestra de su aportación al «manchismo».

Otro cofundador de El Paso, Rafael Canogar, se sirve del lienzo en Saturno para hablar de armonía, de límites espaciales y del lugar y el tiempo que el ser humano ocupa en el planeta. Sin título es además la pintura del canario Manolo Millares, uno de los nombres más recordados de la pintura contemporánea de los años sesenta que representó, en el minimalismo del blanco, el negro y (en ocasiones) el rojo, el sufrimiento colectivo de la especie humana. El también palmense Rafael Chirino esculpe Alfaguara, la pieza central de la exposición, en su eterno desafío a leyes tan naturales como la de la gravedad misma. Por último, Francisco Farreras presenta el Relieve nº 813A, una obra de 2007 que indaga en los recursos expresivos que se pueden desprender de la interrelación de distintos materiales de trabajo, así como su intrínseca fuerza poética.

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