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¿Qué tiene que ver no comerse una rosca con no conseguir ligar?

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El Norte

Valladolid

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Viernes, 16 de noviembre 2018, 13:47

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Decir de alguien que no se come una rosca es aludir a que no consigue ligar o a que no tiene éxito en sus conquistas amorosas. En las verbenas y fiestas madrileñas de san Isidro eran típicas las rosquillas y las roscas de la tía Javiera. La tradición manda tomarlas en la pradera de san Isidro con un vasito de agua milagrosa de la ermita del santo

Parece que una vecina de Villarejo de Salvanés (otros dicen que de Fuenlabrada), la tía Javiera, hizo famosas las de santa Clara, que son las que llevaban merengue seco por encima, en el siglo XIX. Jacinto Benavente, el dramaturgo, en un artículo publicado en ABC en 1950 dice que «no vestía de lugareña (...) sino a lo señora de pueblo y llevaba al cuello un collar de aljófar de muchas vueltas».

Estaba establecido que si la moza aceptaba una rosca de manos de su galanteador, aceptaba el cortejo, que consistía, para empezar, en bailar juntos.

Origen parecido es el de que en las fiestas tradicionales de los pueblos era costumbre obsequiarse unos a otros con roscas, sobre todo ellas, que las hacían y se las regalaban al joven que les gustaba. Este regalo llevaba implícito un mensaje de insinuación amorosa. Si el joven correspondía al obsequio comiéndose su rosca, daba a entender que aceptaba y comenzaba el cortejo. Si un joven no había sido elegido por ninguna muchacha, no se comía una rosca.

Esta expresión ha trascendido su significado original y también se aplica a cualquier situación en la que alguien no consigue lo que se propone: quien no aprueba los exámenes, no encuentra trabajo o no le toca la lotería puede decir que no se ha comido una rosca.

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