'Lo que el viento se llevó', el caos que engendró una obra maestra
Las incidencias del rodaje se revisan en clave cómica en la obra 'Plátanos, cacahuetes', que llega al Teatro Carrión de Valladolid
Suele decirse que 'Lo que el viento se llevó' es, por encima de todo, la obra de su director, David O. Selznick, pues fueron su ... empuje y determinación los que la hicieron posible. Y es verdad, pero a menudo tal embellecedor resumen enmascara la otra cara de la historia: que su perfeccionismo compulsivo, su obsesión por controlar cada detalle, y sus constantes revisiones y rectificaciones estuvieron a punto de hundir el proyecto.
El rodaje de la mítica película colocó a todo el equipo al borde de un ataque de nervios, y a algunos los llevó incluso al colapso. Y, sin embargo, de aquel aparente caos emergió la obra que ha figurado como la más taquillera de la historia durante décadas.
Ese clima enloquecido de rodaje es evocado en clave de comedia en la obra de Ron Hutchinson 'Plátanos, cacahuetes y lo que el viento se llevó', que este sábado podrá verse en el Teatro Carrión con Gonzalo de Castro y Pedro Mari Sánchez en los papeles principales, bajo la dirección de José Troncoso.
La obra se centra tan solo en una de las semanas del rodaje. Pero una crucial: aquella en la que el productor David O. Selznick lo para todo para reescribir el guion y somete a sus colaboradores a una presión inusitada, casi sin dormir y comiendo tan solo los plátanos y cacahuetes del título de la obra. El episodio se evoca a partir de las memorias de uno de los protagonistas, el guionista Ben Hecht.
«Acabó exhausto, se marchó sin despedirse y durante meses no le cogió el teléfono a Selznick», explica Pedro Mari Sánchez, el actor que le da vida en la función. Todo ello tratado desde el humor, aunque «hay más sonrisas que carcajadas, que también las hay, como también momentos de mucha emoción».
El viejo Hollywood
La obra de teatro recrea aquel viejo Hollywood, al que se rinde homenaje sin ocultar su lado más negativo. «Eran personas muy distintas con una pasión común que los llevaba a buscar puntos de encuentro y soluciones. Como sigue ocurriendo, porque esta industria es una amalgama de gente muy diferente». Pedro Mari Sánchez tiene como compañeros de reparto a Gonzalo de Castro, José Bustos y Carmen Barrantes, a las órdenes de José Troncoso.
Pero aquella semana loca, que en realidad fueron dos, no fue el único momento crítico de la producción. «'Lo que el viento se llevó' surgió del caos y de la confusión, de una fe ciega y de una enorme buena suerte», se afirma en el documental de David Hinton 'La elaboración de una leyenda'. Allí descubrimos que la película surge, en primer lugar, del empeño personal de la colaboradora de Selznick Kay Brown, quien logró que el estudio comprara los derechos de la obra de Margaret Mitchel, que en poco tiempo se convertiría en el libro más leído del país.
Pero la novela original eran 1.000 páginas y condensarlas para una película no parecía tarea fácil. Ni siquiera para una de cuatro horas, como la que terminó haciéndose. Y no era el único problema. Buscar a los actores encargados de dar vida a los personajes principales fue un proceso agotador porque, al principio, ninguno de los candidatos terminaba de encajar.
Para colmo de males, lo único claro para todo el mundo, que Clark Gable sería el perfecto Rhett Butler, parecía al principio imposible porque pertenecía a la MGM, que no tenía la costumbre de ceder sus estrellas mayores. Un acuerdo posterior de coproducción entre ambos estudios solventaría este y algún otro problema, sobre todo su desmesurado coste económico.
La búsqueda de la protagonista, Scarlett O'Hara, generó un espectacular proceso de selección que llevó al estudio a recorrer todo el país en convocatorias públicas en las que participaron miles de jóvenes aspirantes. Finalmente, casi dos años después de iniciar la selección, en 1938, hace ahora 85 años, apareció la actriz que estaría llamada a hacer historia, la británica Vivian Leigh.
Su elección provocó un conato de boicot a la película a cargo de la polémica y siempre viperina comentarista Hedda Hopper, que consideraba indigno haber elegido a una británica para un papel tan genuinamente norteamericano. Pero fracasó.
El incendio de Atlanta
Quizás fuera una premonición que el rodaje de la película se iniciara con el incendio de Atlanta, porque todo el proyecto fue un ejercicio constante de sofocar 'fuegos' que amenazaban una y otra vez la película. Aquel primero fue un triste ejemplo de destrucción creativa. Los decorados de otras películas anteriores del estudio RKO, que era la base de los estudios Selznick, fueron entregados a las llamas para hacer sitio a los nuevos que habría que levantar para la nueva historia. Entre esos decorados estaban los de 'King Kong'. El incendio fue tan enorme que visto desde la distancia parecía que el estudio estuviera en llamas.
Pero si algo caracterizó el devenir caótico del rodaje fue la constante ida y venida de guionistas, directores, responsables de fotografía… que subían y bajaban del proyecto a un ritmo casi frenético. Aunque el agujero negro principal fue, desde el principio, el guion.
«El guion se convirtió en un lío porque no hacía más que cambiar a los guionistas y, en realidad, solo había un hombre al frente, el propio Selznick», explica el documental de David Hinton. Se contrató inicialmente a Sidney Howard, que realizó un buen tratamiento del libro, pero que no terminó de convencer al productor. Como tampoco le satisficieron los cambios que realizaron quienes le sustituyeron.
Todo estalla cuando George Cukor abandona el proyecto, tras solo dos semanas de rodaje, por diferencias insalvables con Selznick. Víctor Fleming, la persona que finalmente firmará la película como director, toma las riendas y descubre el elefante en la habitación: nada más empezar le dice al productor que la película hace agua porque no hay un guion consistente. De común acuerdo deciden parar el rodaje durante 17 días para intentar sofocar esta gravísima vía de agua en la nave.
Este es el momento de partida de la obra de teatro de Ron Hutchinson que se representa en el Carrión. Pero tampoco ese encierro logra resolver del todo el problema. Sigue sin haber un guion definitivo y este sigue reescribiéndose de día en día. «Todos iban sobrepasados», explica el documental de David Hinton. «Fleming tomaba estimulantes para poder trabajar y calmantes para dormir. La mitad del equipo hablaba y se comportaba como si estuviera al borde de un ataque de nervios». Y el propio Víctor Fleming colapsó y terminó abandonando el rodaje, aunque regresó dos semanas después.
Sin embargo, era tal la premura que su suplente, Sam Wood, se quedó y ambos trabajaron juntos. Tras 125 días, se celebró el fin del rodaje, pero fue un mero simulacro. Apenas habían dejado de brindar y ya estaban empezando de nuevo para corregir o repetir tomas que no resultaban del todo satisfactorias. Incluso la inmortal música de Max Steiner tuvo que componerse casi a la carrera. Gracias al empeño de Selznick, sin embargo, todas las piezas terminaron encajando y el éxito fue abrumador.
La cuestión racial
'Lo que el viento se llevó' pasa actualmente por ser una película problemática respecto de la cuestión racial, por reflejar de forma idealizada lo que era la esclavitud en el Sur. De hecho, en algunas plataformas la película viene acompañada de un cartelito que avisa de esta circunstancia. Todo esto sorprendería, a buen seguro, a su productor y a sus colaboradores más cercanos, que realizaron un verdadero esfuerzo para evitar cualquier trato peyorativo o vejatorio no solo hacia los actores afroamericanos, sino hacia sus personajes, y que eliminaron incluso los pasajes de la novela que podían resultar más problemáticos.
Es más, en una de esas paradojas de la historia, la actriz Hattie McDaniel, que interpretaba a Mammy, la sirvienta más próxima a Scarlett O'Hara, se convirtió en la primera actriz afroamericana en recibir un Oscar, el de mejor actriz secundaria, gracias a la película que hoy algunos descalifican como 'racista'.
«Siento tanto lo que les pasa a los judíos en el mundo que no puedo sino simpatizar con los negros en sus temores sobre el material que consideran insultante y dañino», escribió Selznick en uno de sus abundantísimos y célebres memorandos.
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