Cine

'Pepi Fandango', el alivio del horror a través del flamenco

«Los espectadores pueden esperar una película muy íntima, el retrato de un hombre que ha llevado el trauma encima a lo largo de toda su vida, y que estará siempre en la búsqueda de una niñez que jamás va a encontrar», anticipa la también directora de 'La Chana'.

Stojevic conoció a Pepi en 2013, en pleno rodaje de su película anterior, y sin querer ella vincular su filmografía estrictamente al flamenco, reconoce que los contactos y conexiones le han llevado a reiterar en este tema: «En ocasiones encuentras aspectos en un relato que enganchan, donde se intuye que hay una película», rememora. Un amigo común presentó a la directora y a Pepi, y tras un encuentro informal amenizado por la música de El Niño de la Cava, el hombre se echó a llorar, abrumado por los recuerdos de aquellos cantes aullados por las gargantas de los niños gitanos de Rivesaltes.

«Entre lágrimas, Pepi me contó su historia, y a lo largo de esta película he intentado entender a este hombre y lo que significa el flamenco para él, incrustado en algo tan profundo de su interior que no resulta posible hacerlo aflorar». Tras varias reescrituras de guion, según las capas que emergían de esta escalofriante vida, 'Pepi Fandango' ha terminado presentándose como una 'road-movie' protagonizada por Peter y su mejor amigo, Alfred Pahola.

«Juntos son como Don Quijote y Sancho Panza», teoriza Stojevic, dos idealistas en pos del imposible alivio del trauma. «Pahola es también músico y guitarrista, no habla demasiado pero busca maneras de acompañar y apoyar, como puede, a Pepi en esos momentos tan duros». Se habña de la importancia de la comunicación y de sentirse escuchado, pero también, en aparente paradoja, del alivio que supone el silencio.

En esa ambivalencia también descansa la relación de Pepi hacia la música en general y el flamenco en particular: «Él asocia ese sonido a los peores momentos de su vida, pero a su vez también son un alivio en los que dejar fluir la presión cuando resulta insoportable, recordando a aquellos amigos y compañeros de celda».

Para Stojevic, la película es, más allá del flamenco, una reflexión sobre la imposibilidad de llegar a aquellos sonidos y a aquella memoria: «Es el paso del tiempo, Pepi vive en otro momento de un mundo que ha cambiado y escucha una música que ya no existe».

Pero a pesar del drástico cambio del mundo a lo largo de los años, la directora lamenta lo poco que se ha escarmentado a nivel político e ideológico con la reaparición de aquellas ideologías criminales, tanto entre la ciudadanía como en algunos integrantes de la esfera política: «El mundo no ha aprendido nada, pasa la misma cosa una y otra vez; en todas partes hay niños sufriendo bombardeos, hambre y traumas», deplora. «Resulta imposible de comprender, pero es una realidad lamentable». Por ello, bajo su punto de vista, la película «habla, de alguna manera, de esta perspectiva de hoy, mirando a alguien que vive en el presente con la carga de todo aquello, y lanza la pregunta de qué va a pasar con quienes hoy sobreviven a esos traumas pero cargan con ellos toda su vida, a veces incluso transmitiéndoselo a la siguiente generación».