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Los cines donde estos días miles de espectadores disfrutan de películas como 'Cónclave' o 'Mufasa: el rey León' son también un desconocido almacén de objetos extraviados. Tantos, que al cabo de varias semanas podrían exponerse en un puesto de mercadillo. Hay jornadas en las ... que al término de las proyecciones las salas quedan vacías de público, pero no de algunas de sus pertenencias más personales. «Más bien habría que preguntarnos qué es lo que no nos dejamos aquí, porque nos dejamos de todo», certifica Paco Heras, dueño de los cines Broadway y Manhattan en Valladolid y de los Van Dyck en Salamanca.
Lo comenta mientras coloca a modo de escenografía un surtido muestrario de objetos sobre los respaldos de las butacas de una de las once salas de los Broadway. Los ha sacado de una gran caja de cartón que guarda en un almacén. Allí ha ido a parar un colgante al que permanecen encadenados una decena de llaves, un mando de garaje, una foto de una niña y cinco peluches. Es uno más de los extravíos de los espectadores en los dos últimos meses, junto a botellas de agua de gimnasio, orejeras, viseras, gorras, bufandas, guantes, cuellos de lana, pendientes, colgantes, una espada de madera... pero sobre todo paraguas, variados en colores y tamaños. Un amplio muestrario que llamaría la atención en el escaparate de cualquier bazar. Pero es un cine, «donde unos olvidan estas cosas, a otros se les han caído, hay quien no sabe dónde las ha puesto... y sobre todo porque con la emoción de la película que han visto salen de tal forma que olvidan la cartera, las llaves, todo».
Uno de los objetos más reclamados es el teléfono móvil, aunque es también de los más rápidamente localizables. «Suele ser lo más fácil de recuperar: se ha convertido en parte de nuestro cuerpo, así que lo echamos de menos inmediatamente –explica Heras–. Si nadie lo reclama, buscamos la manera de hacer una llamada y buscar una identificación para localizar cuanto antes a alguien y que el dueño venga a recogerlo».
Echar en falta la cartera con documentación y dinero suele ser un sobresalto con el que lidia con frecuencia el personal de las salas. Bolsillos estrechos y prendas holgadas de las que caen billeteras quedando atrapadas entre la butaca y el apoyabrazos dan lugar a sustos y situaciones que desencadenan desenlaces casi detectivescos. «En una ocasión nos encontramos una cartera con dinero y la única referencia que contenía para localizar al dueño era una tarjeta de un gimnasio de Ponferrada con un número de socio; llamamos allí y a los pocos minutos se puso en contacto con nosotros el dueño, que al día siguiente viajó a Valladolid para recuperarlo. A veces ejercemos un poco de detectives buscando al propietario inmediatamente y, si eso no es posible, dejamos visible el objeto en distintos puntos por si alguien vuelve o lo reconoce para que se lo entreguemos».
Arturo Dueñas
Cines Casablanca
En otras ocasiones son los propios espectadores quienes entregan al personal del cine objetos ajenos. Ese fue el caso de un segoviano que acudió con su familia a ver una película y a la salida fue requerido por un empleado de los Broadway que le reconoció gracias a la fotografía del DNI de una billetera caída en el suelo con «toda la documentación y bastante dinero». Fue otro cliente quien antes había entregado el monedero en taquilla nada más encontrarlo tirado en el vestíbulo. Aliviado, el propietario de la cartera contactó a través del personal del cine con el altruista para agradecerle la devolución. «La generosidad del público es extraordinaria», alega Paco Heras. «Yo diría que el cien por cien de los espectadores que encuentran algo en la butaca de al lado nos lo entrega».
¿Qué sucede con los objetos sin dueño, acumulados durante semanas sin que alguien los reclame? «Los guardamos en una caja de cartón durante dos o tres meses; y si no aparece nadie, los donamos a onegés». Este es el proceder en los Broadway y los Manhatan, y también en los cines Casablanca, como atestigua su responsable, Arturo Dueñas: «Aquí se dejan gafas graduadas, de sol... a lo mejor hasta alguna es mía, que echo de menos hace tiempo, tengo que mirar», comenta mientras sonríe recordando un rico anecdotario.
Paco Heras
Cines Broadway y Manhattan
Porque entre los clásicos gorros, bufandas y guantes localizados una vez que los Casablanca se vacían, apareció en cierta ocasión un objeto inusual: un test de embarazo. «Lo guardamos y al día siguiente vino una chica un poco avergonzada a pedirlo a la cabina». Es –admite Dueñas–, junto a unos calcetines de lana y un rosario, lo más extraño entre las cosas aparecidas tras el encendido de luces al finalizar una película. «También tenemos monederos con calderilla, fotos de fotomatón, incluso algún documento de identidad que entregamos a la Policía; también hemos llevado a bibliotecas algún carné de socio».
Entre el suelo y las butacas, son los cines lugares propicios al olvido o caída de objetos, aunque fácilmente recuperables. «Si perdemos algo es importante volver a preguntar o a recogerlo, no pasa nada, todo lo que se entrega queda temporalmente en depósito», tranquiliza Heras mientras hace recuento de objetos extraviados, entre ellos algo tan extravagante en una proyección como unas gafas de protección de una cabina de bronceado.
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