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Jesús Castro y Daniel Monzón
Jesús Castro, el nuevo 'chico Monzón'

Jesús Castro, el nuevo 'chico Monzón'

El director de la aclamada 'Celda 211' descubre al público un nuevo talento del cine español y recupera a su tótem Luis Tosar para su nuevo trabajo, 'El Niño'

Rosario González

Lunes, 1 de septiembre 2014, 01:11

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No es fácil para un chico de 21 años gestionar lo que ocurre a su alrededor cuando se convierte en la revelación cinematográfica del año. En cuestión de meses, el gaditano Jesús Castro pasó de acudir cada mañana al instituto de Vejer de la Frontera donde estudiaba electrónica a sumergirse en el rodaje de una película bajo las órdenes de Daniel Monzón -el director que se consagró hace cinco años con la aclamada 'Celda 211'- y, después, a protagonizar portadas de revistas, responder a las preguntas de los periodistas e intentar no guiñar los ojos ante las decenas de flashes y pilotos rojos que buscan al nuevo rostro del cine español. Le han bautizado como 'el niño bonito del cine', le comparan con fenómenos como 'el Duque' o Rubén Cortada e incluso hay quien encuentra en este joven al heredero de Paul Newman o al Steve McQueen del siglo XXI. Es Daniel Monzón el encargado de resolver el misterio. «A Jesús lo pones delante de la cámara y tiene eso que tienen las grandes estrellas, un aura, magnetismo», zanja el cineasta.

Para encontrarlo fue necesario peinar Andalucía y realizar más de 3.000 entrevistas, pero cuando Yolanda Serrano, directora de casting, lo vio, lo tuvo claro. «Me tocó el último grupo, que eran todo chicas, y me dio reparo, pero cuando cogí la mochila para irme llegó Yolanda, me cogió del brazo y me metió para dentro», explica Castro. Así de azarosa arrancó la incipiente carrera de este joven que «por no salir, no salía ni en los vídeos familiares». Ahora, además de 'El Niño' ha rodado 'La isla mínima', que se estrena el 26 de septiembre, y anuncia que le encantaría seguir trabajando en la interpretación. El nuevo ídolo compartió rodaje con pesos pesados como Eduard Fernández, Sergi López o el 'chico Monzón' por antonomasia, Luis Tosar, que en esta ocasión pasó de interpretar al rudo preso 'Malamadre' a dar vida a un policía obcecado en perseguir las redes de tráfico que operan en el Estrecho de Gibraltar, uno de los principales coladeros de la cocaína en Europa.

La idea de retratar este complejo enclave fue del guionista Jorge Guerricaechevarría, que invitó a Monzón a cuestionarse sobre qué mueve a los chavales a coger una lancha rápida y cruzar el Estrecho para transportar 3.000 kilos de hachís, aparte de la obvia ganancia económica. «Enseguida vi las posibilidades plásticas: un helicóptero, una lancha, el mar y velocidad podían ser algo que tuviera mucha fuerza», recuerda el cineasta. Rastreando en Youtube encontraron vídeos de persecuciones a lanchas rápidas que Vigilancia Aduanera cuelga como método disuasorio para los delincuentes y descubrieron todo un movimiento de veneración alrededor de los mismos, con montajes de vídeos a los que se añade música y reciben miles de visitas en la red. «Ahí vimos que había dos perspectivas a uno y otro lado de la ley», explica Monzón, que tomó del brazo a Guerricaechevarría y se fueron a explorar una zona que permanecía aún virgen en el cine a pesar de que, recuerda el cineasta, «es un enclave fascinante y lleno de contrastes que proporciona la confluencia de fronteras reunidas en apenas 16 kilómetros: dos continentes, tres nacionalidades y dos mares enfrentados».

obcecadamente

Una vez elegido el enclave y la temática, Monzón se dedicó a la composición de los complejos personajes, llenos de aristas y obcecadamente duales que acostumbra a retratar. Con la colaboración de Policía, Guardia Civil y Vigilancia Aduanera, lograron componer un retrato de su modo de trabajo y sus motivaciones y, tirando del hilo, lograron también acceder al otro lado y contactar con 'gomeros', los conductores de lanchas rápidas encargados de transportar la mercancía. «Era una pareja que se dedicó al narcotráfico en los 80 e incluso pasó por la cárcel y, cuando se enteraron de que éramos los de 'Celda 211', se convirtieron en libros abiertos», recuerda Monzón, que gracias a ese contacto logró un perfil veraz que aplicar a sus personajes. «No tienen nada que ver con los traficantes que se reflejan en otras latitudes, así que nos hemos alejado de los tópicos para reflejar nuestra particular idiosincrasia». Unas connotaciones que incluyen desde la cercanía y el «gracejo andaluz» hasta las motivaciones más dispares. «La principal es el dinero, pero también las ganas de velocidad, de llevar un bólido en el mar con el aliciente de hacer algo que desafía la ley y el aura que te da en tu entorno. Empezaban como un juego, sin advertir los peligros, y acababan enganchados a la camadería que se desarrolla entre ellos, con relaciones casi de hermandad», relata Monzón.

Una de las sorpresas fue reconocer motivaciones similares en las fuerzas de seguridad, enganchados a la adrenalina de las persecuciones. «Son conscientes de que lo que ocurre allí es un monstruo de cien cabezas imposible de erradicar, pero sienten la satisfacción del trabajo bien hecho, a pesar de saber que un esfuerzo ímprovo en una investigación podía irse al traste por un defecto de forma, lo que frustra y mina la moral. Además de que la cantidad de dinero que pasa por delante de sus ojos es tal que algunos acaban aceptando el soborno». De todo este volumen de información, de su conocimiento de la zona y de viajar a Marruecos hasta los campos de marihuana, el dúo ganador logro orquestar 'El Niño', una cinta que Monzón define como «muy enraizada con la realidad», con una mirada «casi documental» sobre las redes de narcotráfico y un retrato de sus paisajes, sus contrastes y de «ese viaje apasionante tanto geográfico como humano que queríamos transmitir al espectador».

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