Madoz se reúne con su familia artística en el Herreriano
'La naturaleza de las cosas', del fotógrafo madrileño, se encuentra con obras de Ferrant, Brossa y Perejaume en el Museo de Valladolid
Brossa le dijo a Chema Madoz en 1995 que había esperado 70 años para reunirse con su 'hermano'. El poeta catalán encontró en las fotografías del madrileño un lenguaje familiar al que el Patio Herreriano ha contribuido con otros miembros de la misma estirpe, Perejauma y Ángel Ferrant. 'Chema Madoz. La naturaleza de las cosas... y su eco en la colección' estrenó las exposiciones del Museo para un 2021 que sigue con restricciones de aforo y posibles variaciones de horarios.
'La naturaleza de las cosas' es un selección de fotografías que abarca obra de Madoz desde 1982 a 2016, a partir de la revisión que hizo La Fábrica para una muestra del Jardín Botánico de Madrid. Oliva María Rubio, la comisaria, recuerda el asombro del propio autor al indagar en su obra la relación con el mundo mineral, vegetal y animal. «Desde los noventa, los objetos adquieren protagonismo en sus imágenes, abandona el cuerpo humano. Pero la naturaleza está siempre presente», aclara Oliva.
La relación con Brossa se materializó en un libro llamado 'Fotopoemario'. Sin embargo, el hilo conceptual con Ferrant era más difícil ya que el gallego destruyó buena parte de su material. En dos vitrinas se exhiben pequeñas esculturas con los 'objetos encontrados' en la playa. Raíces, palos, caracolas y maderas se transmutan en delicados pájaros y flores. De la misma manera que Madoz convierte caracoles en flores de un jarrón, en un bodegón misterioso. Por último la escultura de Perejaume, un espejo atravesado por el imperdible gigante, y la de Brossa, una flecha que atraviesa un espejo, derivan en la mariposa atrapada con un dardo de la fotografía de Madoz.
«Chema busca parentescos nuevos, asociaciones insólitas y juega con las semejanzas», explica Rubio. «Subvierte la clasificación natural para buscar otros significados. Y nos habla de la fragilidad humana a pesar de la apariencia sólida, que es nuestra circunstancia hoy con l pandemia. Hace un año nos las prometíamos felices y ahora vivimos amenazados. Nos muestra el mundo y nos invita a mirarlo más profundamente».
Las salas 1 y 2 del Patio Herreriano acogen, hasta el 2 de mayo, este juego que propone Chema Madoz en el que, respondiendo a Magritte, la pipa es una pipa, pero de ella sale una raíz, quizá de la planta de tabaco, aunque no el esperado humo; las nubes pueden ser cautivas de una jaula o culminar el tronco de un pino a modo de copa: las ramas de un árbol tienen como fruto notas musicales y un guijarro redondeado se convierte en un monedero tan impenetrable e inútil como ciertas formas de riqueza. Hay nenúfares de cristal suspendidos en estanques de nuevas leyes físicas, hojas secas de castaños escritas como un pergamino y una hoz que corta con la sutileza de su pluma en vez de con la fiereza del metal bruñido. Un fascinante viaje metonímico en el que Madoz «extraña» primero y luego se gana al espectador que entre en su juego.