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Lleva semanas sin saber lo que es un día bueno, ni siquiera regular, pero el miércoles fue uno especialmente malo para Verónica Casado Vicente, consejera ... de Sanidad de Castilla y León. Para ella y para todo su equipo. Al atardecer del martes fallecía en Salamanca la doctora Isabel Muñoz, recluida en casa por el Covid-19. Médica de Familia, como ella. «Es una desolación terrible que se siente en el alma, ¿cómo no voy a entender a los profesionales cuando piden equipos de protección? Hacemos lo humanamente posible para conseguirlos mañana, tarde y noche, todos los días», asegura Verónica Casado, que se define como «médica, ante todo».
Sobre esta doctora con más de 30 años de experiencia, formadora de médicos en la Facultad de Valladolid y con perfil de investigadora y gestora recae la toma de decisiones para hacer frente a la pandemia del coronavirus en Castilla y León. Sus colaboradores y el resto del Gobierno de la Junta están al lado, pero es ella quien dirige el puente de mando del frente más doloroso, el sanitario, y la cara que ven a diario los ciudadanos con tres mensajes recurrentes. El primero, «quédense en casa». El segundo, de gratitud a los que se baten el cobre en primera línea, en especial a sus compañeros sanitarios. Y el tercero, de pésame y acompañamiento a las familias de las víctimas. «Al dolor de la pérdida añaden el de no haber podido acompañar a su ser querido. Eso es tremendo», precisa la consejera.
Alfonso Fernández Mañueco, presidente de la Junta, reconocía el miércoles que todo el Gobierno de coalición PP-Cs orienta su labor en este momento a apoyar «a la consejera de Sanidad, que es la que está llevando el peso fundamental de esta crisis». «Tengo un equipo absolutamente magnífico, muy organizado cada uno en su parcela», apunta Verónica Casado. Aspiran a ir, en la medida de lo posible, medio paso por delante de la ola gigante que surfea el sistema de salud.
Amanece temprano en los despachos de dirección del antiguo Hospital Militar de Valladolid, reconvertido en sede de la Consejería de Sanidad. A las ocho de la mañana, «o antes», Casado hace la ronda telemática con los gerentes de los hospitales de la comunidad para dar respuesta a los primeros «cuellos de botella» de la jornada. Alguno se intuía la noche anterior, al apagar el ordenador o colgar el teléfono. Otros, no.
Con ese primer parte sobre la mesa se reúne con su equipo de dirección. Todavía es primera hora de la mañana. Ponen en común la situación nacional, la regional, las novedades si hubo el día antes consejo interterritorial con el ministro y los otros consejeros o lo que le transmiten los expertos para encarar la jornada y prever escenarios venideros. Castilla y León no es Cantabria ni Asturias. Hay nueve provincias, con situaciones dispares, y catorce hospitales.
Un departamento que ha ganado peso estratégico en estos momentos es la Dirección Técnica de Urgencias y Emergencias, que trabaja con múltiples escenarios sobre la evolución de los contagios en la comunidad y traduce esos datos en necesidades asistenciales: ocupación de UCIs, reconversión de otras dependencias para extender esos espacios de cuidados intensivos, los respiradores que hay, los que se pueden necesitar, los hospitales de campaña... «Ojalá no se cumplan (las proyecciones más desfavorables), pero tenemos que estar preparados», explica la consejera.
Cuando ella llega puede haber ya gente en la 'casa'. A lo mejor, hasta han hecho noche. Son los encargados de las compras, que dependen del secretario general de la consejería. «El mercado está supertensionado y trabajan con horarios de panadero para intentar hacerse con material en distintos puntos del planeta», resalta Verónica Casado.
En la pizarra figuran tres objetivos prioritarios: equipos de protección, respiradores para plantar cara a un virus que atenaza los pulmones y pruebas de detección. Esa gestión de las compras está siendo extenuante. La lucha contra la burocracia china, la búsqueda de pilotos y aviones o la pelea en las aduanas. Respiradores comprados hace semanas en Estados Unidos están retenidos en las dependencias aduaneras. «Cada día ponen una excusa», lamentaba esta semana el presidente de la Junta, que reclamaba la intervención decidida del Gobierno de España.
A esas tres prioridades se suma el abastecimiento de los fármacos que sobre la marcha se van incorporando al tratamiento de los contagiados. «El rastreo de investigaciones que nos ponen sobre la pista para la búsqueda activa de posibles medicamentos es continuo», sostiene Casado.
Esa primera fotografía del día incluye un minuto y resultado de la actividad del teléfono 900, de los equipos Covid-Primaria y Covid-Residencias, de las necesidades de recursos que puedan surgir y de los protocolos que se remiten a los centros de salud y a los hospitales para mantener al personal sanitario informado de las novedades. Aquí se abordan los protocolos clínicos que se ponen en marcha y la coordinación de los medios de primera línea (Urgencias, Medicina Interna y UCI) «y de los que les pueden sustituir para darles un respiro, porque es importante que todo fluya», añade la primera autoridad sanitaria de la comunidad.
Consejos y recomendaciones
Casado refiere que el departamento de Salud Pública hace una disección epidemiológica diaria de los datos (ubicación, edades, gravedad) de los casos confirmados y los sospechosos que declaran los médicos de Atención Primaria y se consignan en el sistema Medora, ese que tantos quebraderos les dio hace no tanto porque se caía un día sí y otro también. «Probablemente la cifra esté sobreestimada, pero nos permite analizar de forma más precisa cómo se comporta la curva y tomar decisiones por adelantado».
A la ronda con los gerentes de los hospitales y la reunión con sus directores se suman otras citas de coordinación o trabajo. Unas, dentro del Gobierno de la Junta –sea al completo o del comité ejecutivo anticovid, formado por el presidente, el vicepresidente y los consejeros de Fomento, Hacienda y Sanidad–, y otras fuera, en el consejo interterritorial por videoconferencia casi diario con los otros consejeros de Sanidad y el ministro Salvador Illa. La tensión de estos consejos nacionales ha ido en aumento a medida que faltaban mascarillas, batas, buzos, gafas, pruebas de detección...
«Nadie me ha preguntado nunca por mi posición política, me han preguntado en qué sistema sanitario creo», comenta Verónica Casado al abordar sus etapas en puestos de gestión. Licenciada en Medicina en 1982, con especialidad en Medicina Familiar y Comunitaria desde 1986 y con la plaza ganada por concurso-oposición en 1988, la actual consejera de Sanidad debutó en cargos de responsabilidad de gestión en la etapa de los gobiernos socialistas de Felipe González. La Sanidad dependía todavía del Estado y era ministra Ángeles Amador. Casado fue coordinadora de equipos, directora médica, directora gerente y subdirectora general de Planificación Sanitaria entre 1990 y 1997.
«Toda mi vida he peleado por un sistema sanitario público», remarca. Y en esa lucha ha dedicado un esfuerzo singular a dar visibilidad a los profesionales de la Atención Primaria y a lograr que la Medicina Familiar y Comunitaria se estudie como asignatura en las facultades. Lo consiguió en la Universidad de Valladolid y pudo aunar dos pasiones. «Ante todo soy médico, pero siempre quise ser profesora. La docencia, acompañar a los alumnos en el aprendizaje, es algo espectacular», afirma. Durante 28 años ha sido profesora asociada de Facultad vallisoletana. A ellos suma lustros como presidenta de la comisión nacional y la sociedad regional de su especialidad, asesora de la Organización Mundial de la Salud en materia de Atención Primaria y colaboradora de gobiernos y universidades de Brasil, Chile, Uruguay, Ecuador y Perú.
Por ese currículum (no está completo) y su labor diaria en la consulta del Centro de Salud de Parquesol recibió en 2010 el Premio Edimsa a la mejor médico de Familia; luego, a la mejor médico de Europa en 2017 y de Iberoamérica y del Mundo en 2018.
Esa trayectoria animó al alcalde de Valladolid, Óscar Puente, a nombrar a Verónica Casado hija predilecta de la ciudad. Fue en febrero pasado. Meses después, Francisco Igea planteaba a la doctora hacerse cargo de la consejería. El vicepresidente de la Junta alaba de Casado «su sensibilidad y su capacidad de trabajo, sin escurrir el bulto ni desmoronarse ante una situación inédita como esta». La consejera admite que congenió con Mañueco y que se siente arropada en el gobierno regional. El viernes agradeció expresamente a Luis Tudanca, líder del PSOE, su colaboración. No descarta volver a esa consulta en la que a cada paciente que salía por la puerta le recetaba «ser feliz por prescripción facultativa».
También hay hueco en la agenda de Casado para los comités de expertos y para los dos coordinadores autonómicos: de los laboratorios de microbiología y de las UCIs de la comunidad. Son los doctores José María Eiros y Jesús Blanco. «Es imprescindible trabajar en red y con asesoramiento experto», defiende.
La jornada es larga. Estajanovista. Salpicada con mensajes de Whatsapp. De familiares, pero también de compañeros de bata blanca y de pacientes. '¿Se los envían a su número privado?', le pregunto. «Es que algunos lo son (sus pacientes) desde hace 30 años», responde.
«Le he mandado un 'whatsapp' de ánimo, porque se lo merece, es muy trabajadora, muy hormiguita, y buena gente, sabiendo lo que hace y dando la cara. Ha sabido rodearse de profesionales que valen, no quiero ni imaginar si nos pilla esto el año pasado», elogia una compañera de fonendo y docencia.
«Se compromete con lo que hace, se fía de su equipo y la gestión no le suena a nuevo en cuanto a los usos administrativos que hacen de casi todo una carrera de obstáculos», indica uno de sus colaboradores más cercanos desde julio, cuando tomó posesión.
Bajo la óptica del Covid-19, la polémica sobre la reforma de la asistencia sanitaria rural en la que la Junta se había embarcado de forma experimental en el Aliste zamorano ha sufrido una jibarización intensa. Se ha vuelto casi invisible. Como la del aumento de las listas de espera quirúrgicas, de pruebas diagnósticas y para especialistas por el afloramiento de pacientes sin contabilizar por el anterior Gobierno del PP, con críticas de la oposición pero también de cargos populares por sacar a la luz ese maquillaje en las demoras.
«La reforma de la Atención Primaria debe ser un objetivo y también mejorar determinadas cuestiones en la atención hospitalaria y especializada», subraya Verónica Casado, que reconoce que «cuando uno vive una pandemia entiende que va a tener un impacto sobre todos nosotros. Sanitario, socioeconómico, empresarial... Los fallecidos serán un poso terrible, pero seguro que aprenderemos cosas y creceremos como sociedad».
Cuando llega a casa estos días, su marido y su madre pueden haber cenado hace tiempo. Él es médico y ella supera los 90. «Me espera para saludarme, pero sin abrazos», dice la consejera de su progenitora.
Verónica Casado intenta desconectar de ese coronavirus «que todo lo invade» con algo de jazz, «alguna serie que no cuente tragedias» o, por lo menos, con unos minutos de novela negra antes de dormir. Confiesa que el martes lloró al acostarse y el miércoles al levantarse. «La verdad es que no se puede parar y un rato flojo es un lujo», señala esta doctora vallisoletana nacida en la ciudad francesa de Reims.
Fueron los peores momentos de una semana mala, que tuvo también sus luces. El lunes cumplió años, con celebración mínima y a dos metros de distancia en el trabajo. El miércoles recibió la orla de los alumnos que acaban Medicina en Valladolid. El relevo natural. Ella está entre los profesores elegidos por los futuros médicos para el 'quién es quién' de la promoción que se licencia. Les dio clase de Medicina Familiar y Comunitaria en 5º. «Al recibirla he pensado que no todo es horrible», confiesa un segundo antes de volver al territorio doloroso del Covid-19. Al tajo. «Juntos vamos a superar e esto», concluye.
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