«Para tocar la dulzaina es esencial la fe en que la harás sonar»
Destaca que «de 30 años acá el número de dulzaineros y de alumnos se ha multiplicado exponencialmente»
He aquí un músico de su tiempo. David Huerta Pontón (San Lorenzo del Escorial, 46 años). Con sangre segoviana por sus venas, haber visto desde ... que nació una dulzaina en su casa fue lo que le condujo al mundo de la música, en el que se desenvuelve como profesor e instrumentista, con la dulzaina por bandera. Ser un músico de su tiempo le ha llevado siempre a mirar al futuro, a ver más allá de la partitura y del instrumento. Y lo hace tanto y con tanto ahínco que construye sus propias cañas. Investigar, innovar... Como lo demuestra que esta entrevista se hiciera cuatro horas antes de que participara con su dulzaina hace unas semanas, en Zamora, en un concierto con la Unidad de Música de la Guardia Civil. Investigar, innovar... Como buen músico de su tiempo.
–¿Que le llevó a meterse tan profundamente en el estudio y la interpretación de la dulzaina?
–Una cuestión familiar. Mi abuelo ya tocaba la dulzaina en San Lorenzo del Escorial. Su madre era de Zarzuela del Monte (Segovia) y él y su hermano formaban pareja de dulzaina y tamboril. Dulzaina siempre ha habido en mi casa. En su día, El Escorial era zona que pertenecía al sexmo de Casarrubios y estaba incluido en la Comunidad de Villa y Tierra de Segovia. La herencia segoviana está implícita en todo lo mío.
–Dijo un día que «sólo hay dos cosas que hacen funcionar a una dulzaina, el viento y la fe». El viento se entiende, pero ¿la fe?
–Es una frase de un profesor mío, Salvador Navarro. Me enfrentaba yo con una orquesta a una sinfonía que tenía un solo delicado y cada vez que llegaba el solo lo veía con mucho miedo... Tenía una nota muy aguda, muy piano, en la que muchas veces fallaba. Y él me preguntaba que si estaba yo haciéndolo todo correctamente, si la embocadura estaba bien, si el aire estaba bien, si la posición... Todo estaba bien, le contestaba yo. «Pues entonces lo que te falta es fe», me decía. ¡Y tenía razón! Muchas veces al tocar un instrumento evidentemente tenemos que tener la parte técnica, digamos que lo que es el viento, pero también tenemos que tener el convencimiento, la fe, de que vamos a hacerlo.
«No podemos valorar igual la labor de un dulzainero hace cien años que ahora»
David Huerta
Dulzainero y profesor de Música
–¿Asimilarla a pasacalles y fiestas es una manera muy reduccionista de ver la dulzaina?
–Claramente. Es cierto que la consideración que existe de la dulzaina es la de un instrumento ligado a la música de calle, que es su misión en un contexto sociocultural y generalmente festivo. Pero no quiere decir que no sea instrumento que no pueda estar trabajando en otros ámbitos o en conjunción con otros instrumentos. Estamos acostumbrados a verla acompañada del tamboril...
–¡La pareja natural y habitual!
–Evidentemente es su pareja indiscutible, pero también en otro tipo de ámbitos. Por ejemplo con instrumentos como el órgano. Ahora estamos haciendo también con instrumentos de música antigua, como el clave y la guitarra barroca, que podríamos pensar que por una simple cuestión de volumen, de potencia, están muy alejados de lo que es la dulzaina por esa imagen que tenemos de esta de instrumento festivo, de calle, pero funciona muy bien tímbricamente, con un control dinámico para encajar con ese tipo de instrumentos.
–¿Cómo ve y siente la música un dulzainero?
–Como cualquier otro músico. El tema es que cualquier otro músico ha recibido una educación vamos a llamarla un poco más reglada, por Conservatorio, pero sobre todo yo creo que por educación auditiva. No creo que la percepción musical venga dada por el instrumento sino por la percepción o el aprendizaje auditivo que hemos tenido cualquiera. Si un pianista solo escucha música de piano, su ámbito cultural y musical está muy reducido.
–Lo que trasladado a la dulzaina...
–...significa que si un dulzainero exclusivamente escucha música de dulzaina ese ámbito se le reduce tremendamente. ¿Cómo enfrentarnos a la música?
–Eso, ¿cómo?
–Pues si estamos considerando que el 90% del repertorio que hacemos es de música tradicional, folclórica o costumbrista, tenemos muy interiorizado ese timbre de la dulzaina dedicado a ese tipo de experiencia. Pero cuanto más escuchamos otro tipo de instrumentos, otro tipo de ensembles, nuestra percepción musical y nuestra percepción del instrumento dentro de esas experiencias también se acrecientan.
«Dentro de los músicos, estamos más expuestos al público los dulzaineros»
David Huerta
Dilzainero y profesor de Música
–Pero su unión a procesiones y bailes regionales pesa mucho.
–Es curioso. Para la gente que está acostumbrada a conocer la dulzaina dentro de ambientes festivos o asociados a celebraciones socioculturales, la dulzaina es un elemento muy evocador de eso, sobre todo la gente más mayor. Pero lo más curioso es cómo la percibe también la gente un poco ajena a eso.
–¿Y cómo lo hacen?
–Como un instrumento tremendamente potente y se sorprenden mucho cuando introducimos la dulzaina en ese tipo de usos o ensembles. Y lo dicen: pensaban que la dulzaina era otra cosa.
–Eso sería en Otro ámbito musical. ¿Pero y en otro territorial, fuera de la Castilla de siempre?
–En la Península tenemos muchísimos tipos de dulzainas, con diferentes denominaciones. Cataluña tiene las garallas y las tenoras; Valencia, las dolsainas... País Vasco, Navarra... Tenemos una enorme extensión de un instrumento que originariamente siglos atrás fuese muy parecido en muchas zonas pero posteriormente ha evolucionado de diferente modo, con repertorios propios de cada zona. Aunque en la era en la que estamos la comunicación es muy rápida y hay mucha filtración de repertorios entre zonas. Pero digamos que sí que son instrumentos muy territoriales, circunscritos a un área muy delimitada.
–¿Y eso limita también a su vez el acceso a ese instrumento?
–En muchas zonas existen casas regionales, casas provinciales y entonces en esos centros se oferta, igual que el aprendizaje de otras costumbres, aprendizaje de la dulzaina.
–Si un adolescente le pidiera consejo sobre si debe iniciarse en el mundo de la dulzaina, ¿qué le diría? ¿Le empujaría a ello?
–En la mayoría de los casos que acuden a aprender el instrumento hay un germen previo. Lo han visto en fiestas, bailes, celebraciones... En nuestro territorio no es un instrumento desconocido sino que por esa exposición pública es de los que más visualización tiene. Sorprende muchísimo la potencia del instrumento, inicialmente, pero también una de las cosas muy interesantes a la hora de que los más pequeños empiecen a trabajar este instrumento es esa pareja dulzaina-tamboril en la que rápidamente ven que tienen una progresión musical no voy a decir que inmediata, pero enseguida comprueban con satisfacción que el trabajo que realizan con ese instrumento tiene un resultado musical bastante temprano. Además, tenemos un repertorio que en muchos aspectos es complejo, pero que en otros podemos encontrar piezas muy asequibles y sencillas para motivar ese aprendizaje inicial.
–¿El sistema educativo anima, desanima, pasa de la dulzaina...?
–De unos años hacia aquí la difusión de escuelas de dulzaina se ha multiplicado, afortunadamente. Mi abuelo en 1947 ya tocaba la dulzaina, pero era un hecho puntual. No había dulzaineros alrededor, era contratado en pueblos de Segovia, de Ávila... Pero de 30 años acá el número de dulzaineros y de alumnos de dulzaina y tamboril se ha multiplicado exponencialmente.
–¿Y eso permitiría hablar de que se viva algo así como una dulzainomanía? Su web de denomina así.
–Afortunadamente y en muchas localidades, sí. Por ejemplo, en la Comunidad de Madrid, zona alejada de lo que podemos considerar territorio natural de la dulzaina, en las dos escuelas en las que trabajo yo tenemos más de 60 alumnos. En Madrid capital, en Cercedilla, en Los Molinos hay varias escuelas de dulzaina. Hay mucha recuperación del instrumento, tanto de constructores como de alumnos.
–¿Puede acabar siendo un instrumento de culto o la parte popular no se la arrebatará nunca nadie a la dulzaina?
–Hombre, es que la parte popular es imprescindible: es absolutamente necesario conservarla y considerar que el instrumento tiene un papel propio impresionante en ese aspecto. ¿Que podemos hacer otras cosas, trabajar con otro tipo de instrumentos? De acuerdo. Pero conocer todo eso es muy necesario para cualquiera que se acerque a ese instrumento.
–Usted de hecho hace esas otras cosas. Participó en el experimento de introducir la dulzaina con una orquesta sinfónica en una banda sonora de un corto.
–Era un western de Martín Rosete y Leixandre Froufe, ambientado en un pueblo de Soria, con Álex Angulo y Amparo Baró. Fue muy curioso. La música era interpretada con dulzaina y tamboril para darle sabor castellano.
«Mi papel fundamental es el de intentar exprimir las cualidades de la dulzaina al máximo»
David Huerta
Dulzainero y profesor de Música
–¿Cómo atisba el futuro de la dulzaina y qué papel se reserva en él?
–Mi papel fundamental es el de intentar exprimir las cualidades del instrumento al máximo, hasta dónde podemos llegar con el instrumento que tenemos hoy. También hay que considerar que no podemos valorar la misma labor de un dulzainero hace cien años que ahora. Lo primero porque las herramientas que tenemos hoy son mucho más eficaces, están mucho mejor construidas y nos permiten trabajar musicalmente hasta unos extremos que en esos años era impensable. El mérito que tenían aquellos dulzaineros era enorme.
–¿Hay cantera?
–Sí, claramente sí. Muchísima cantera y afortunadamente de gente cada vez mejor preparada.
–El mundo de la dulzaina también se ha internetizado...
–¡Por supuesto!
–¿Y cómo ha influido en la evolución que ha registrado? ¿Solo en difusión?
–No solo, mayor difusión, claro, pero mejor comunicación, compartir recursos... Antiguamente en nuestra disciplina, alguien escuchaba una melodía, se quedaba de oído con ella pero, ¿con cuanta fortuna? ¿Con cuanto porcentaje de acierto a la hora de reproducirla? No era como ahora, que la grabamos en el móvil y lo tenemos ahí para siempre. Hay mucho repertorio en el que sucede eso. Para bien en muchos aspectos. Pero para mal yo creo que también porque digamos que al final hacer fotocopias y que seamos todos iguales no es bueno, aunque es algo que diferencia a la dulzaina de otros instrumentos.
–¿Cuesta hacerse nombre en el mundo de la dulzaina?
–Como en cualquier profesión e instrumento. Eso sí, estamos más expuestos al público los dulzaineros, nos conoce más gente que no solo la de nuestro ámbito.
–¿Cree que tiene ya un nombre en el mundo dulzainero?
–Considero que me conoce mucha gente. Lo de tener un nombre no creo que tenga importancia. Espero que los colegas consideren que tengo cierto prestigio. Es algo por lo que trabajo todos los días: eso hay que defenderlo y justificarlo.
–¿Y ya se ha parado a pensar qué quiere ser de mayor?
–Creo que de mayor volveré a ser trompista.
¿Tienes una suscripción? Inicia sesión