El fuego da lecciones trágicas y ni así aprendemos
Los fallecidos y heridos, las personas que han visto arder casas, medios de vida y recuerdos este agosto y los trabajadores desbordados del operativo no merecen políticos que eludan sus responsabilidades
Ni los tres fallecidos en los incendios forestales en Castilla y León, ni los hospitalizados abrasados por el fuego se merecen políticos que eluden responsabilidades. ... Tampoco las personas que han visto arder sus casas y su medio de vida este agosto o los profesionales que han echado el resto contra las llamas, muchos con condiciones de trabajo muy precarias. Ni las alrededor de las 141.000 hectáreas de monte viradas a gris ceniza y mucho menos, y es en lo que habría que pensar, el monte verde que puede quemarse todavía este año o en campañas venideras.
Porque el fuego da lecciones a fuerza de tragedias y ni aún así entra ese conocimiento en la mollera. No aprendemos. Solo de esta manera puede entenderse que después del incendio de la sierra abulense de la Paramera en 2021 viviéramos la quema de la Culebra zamorana en 2022 y ahora las llamas cobrándose parte de lo que perdonaron aquellos fuegos en Zamora y achicharrando medio León, medio Bierzo y extensiones bien grandes de serranía y dehesa en Salamanca o de la montaña de Palencia y de Ávila.
La responsabilidad de la gestión es autonómica, pero la situación exige soluciones de país, con refuerzo de medios y de fondos repartidos según superficie forestal
Creímos haber tocado techo en la desgracia cada año. Y erramos. Y nadie se hace responsable de las medidas tomadas (insuficientes a tenor del resultado) y de las no tomadas. Menos aún en puertas de unas elecciones autonómicas en una gestión, la de la prevención y la lucha contra los incendios forestales, que es de competencia regional y depende de la Junta.
Si la campaña pasada ofreció un balance estupendo en fuegos y superficie quemada y esos datos los escrituraron a beneficio de la gestión del Gobierno autonómico del PP tanto el presidente Mañueco como el consejero Suárez-Quiñones cada vez que se les preguntaba entonces por el Operativo de Lucha contra Incendios, cabe deducir que aquel argumento de atribución del mérito valdría ahora para hacerse cargo del desastre actual.
La responsabilidad en prevención y extinción de incendios no recae por ciencia infusa en las autonomías. La establecen leyes estatales y estatutos de autonomía. Incluso cuando el fuego afecta a más de una comunidad, son estas las que de forma compartida dirigen los trabajos para combatirlo. Así lo recoge el Decreto del Plan Especial de Protección Civil ante Emergencias por Incendios Forestales en Castilla y León, publicado el pasado 31 de marzo (no hace ni seis meses) en el Bocyl, que en su página 74 explicita: «En el caso de que el incendio afecte simultáneamente a más de una comunidad, se establecerá un Mando Unificado de Extinción (MUE), constituido por un responsable de cada una de las comunidades, que se encargará de la coordinación de todas las actuaciones, que será designado de mutuo acuerdo...»
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Esto lo firman Alfonso Fernández Mañueco y Juan Carlos Suárez-Quiñones, desaparecido de la agenda pública en esta ola de fuego. Ambos son herederos y partícipes de 38 años de gobiernos del PP. Para lo bueno y para la gestión de los incendios de este año y de los anteriores.
De todos esos fuegos se puede extraer lección, pero a qué precio. El que arrasó en 2021 la Paramera abulense mostró cómo una provincia sin parques de bomberos propició que el prendido accidental de un coche en una cuneta quemara 20.000 hectáreas. Solo la Diputación de Valladolid tenía entonces parques profesionales. En pleno siglo XXI. El resto, en mayor o menor medida, dejaba desprotegido al medio rural. No solo frente al fuego. De sufrir un accidente y necesitar excarcelación por parte de bomberos formados, mejor que fuera cerca de Íscar que de Cantalejo. Así de crudo. Eso está en vías de solución, por fin, cuatro años después.
Y de los fuegos de La Culebra aprendimos que el clima puede ser un demonio que obliga a redoblar medios y coordinación. También que la reconstrucción, más allá de las ocurrencias de conciertos fallidos, es algo serio. La tragedia actual ofrece un nuevo examen de recuperación que no habría que desaprovechar. Con elecciones o sin ellas.
La gestión es autonómica, pero a nivel de país hay que reforzar medios y formación. Rápido. Y poner fondos que deben repartirse sin triquiñuelas, con el único criterio de las hectáreas de monte que hay que cuidar, no primando el número de habitantes. Eso se ha dado.
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