Martina Prieto Pariente: «Una no elige con 20 años y se acabó. Hay que estar siempre en movimiento»
La bodeguera y viticultora de Rueda, que está considerada una de las referencias más importantes en el relevo generacional en el sector, apela a la inquietud como factor motivador
He aquí una de las referencias jóvenes con mayor proyección en el mundo del vino en España. Martina Prieto Pariente (Rueda, 36 años), tercera generación ... de una familia de honda raigambre viticultora y bodeguera. Lleva con enorme responsabilidad ser nieta de José Pariente e hija de Marivi Pariente y encarna magistralmente los valores tradicionales vinculados a la vid y al vino para proyectarlos hacia el futuro, que es donde ya está dejando impronta con su hacer de hoy. Ingeniera agrónoma y madre de tres hijos, el nombre de Martina Prieto Pariente se asocia ya al prestigio vitivinícola.
–¿A qué le obliga ser nieta de José Pariente e hija de Victoria?
–A tener mayor respeto, si cabe, por la viña. Es el origen de toda nuestra actividad, de nuestra pasión... Nos obliga a verlo como patrimonio cultural y familiar.
–Además de carácter, ¿qué imprime llevar el apellido Pariente en el mundo del vino?
–Para mí, el referente es mi madre, una mujer que inicia este proyecto vitivinícola teniendo ya como tenía una actividad, puesto que trabajaba como funcionaria en la Estación Enológica de Castilla y León. Es poco común que a cierta edad rompas con lo que estás haciendo, empezar con una nueva actividad... En ese momento comenzó a impartirse en España la carrera de Enología y para mí ver a mi madre romper con lo que estaba haciendo, iniciar un proyecto empresarial nuevo y poder estudiar una carrera como esa ha marcado mi vida. Una no elige con 20 años y se acabó; no, no, qué va: una debe estar constantemente en movimiento y ver que hay muchas vías en la vida y que se puede evolucionar.
–Con el fenómeno que son la uva verdejo y Rueda , ¿por qué usted y su hermano decidieron adentrarse en el Valle del Duero y en Sierra de Gredos?
–Al final es inquietud. Inquietud constante. Ambos queríamos elaborar tinto. Claro que es suficiente con todo el trabajo que tenemos en Rueda, pero es que no era una cuestión de trabajo, sino de pasión. Queríamos elaborar tinto y lo decidimos cuando mi hermano se incorporó al área de negocio de la empresa. Porque se puede elaborar vino, pero luego hay que venderlo, hay que tener una visión de 360 grados en este mundo y ahí es donde mi hermano y yo nos complementamos. Él tiene una visión y yo, otra y entre los dos tenemos el complemento perfecto de unión para la bodega.
–Pero para tinto lo más sencillo habrían sido Ribera y Toro, ¿no?
–Empezamos catar vinos de todo el mundo, estilos, zonas, variedades.... Y cuando vimos qué perfil de vino nos atraía dijimos: queremos esto. El siguiente paso fue ver que Castilla y León a nivel vitícola da unas posibilidades inmensas. Desde Arribes del Duero y Tierras de León a Arlanza, Ribera, Toro, Cigales, Bierzo... Y empezamos a experimentar. Hicimos elaboraciones de hasta ocho sitios de Castilla y León.
–¡¿Ocho?!
–Y como a todo no se puede estar, decidimos centrar el tiro por ciertas zonas que nos comenzaron a atrapar. Vinificamos y empezamos a ver opciones. Por ejemplo, Gredos, la zona de Cebreros, en Ávila, que se ha quedado como vino monovarietal; pero, por ejemplo, hay otros vinos, como La Provincia y El Origen, que son ensamblajes de diferentes variedades y distintas zonas vitícolas que, al final, nos ayudan a complementar y encontrar el estilo que buscábamos.
–Que la mujer tiene mucho que decir en la viticultura es evidente. Pero, ¿qué en concreto?
–Ahora es muy común la presencia de la mujer en el mundo del vino. En las universidades, incluso en Enología, hay más mujeres formándose que hombres. Siempre es positiva la presencia de ambos y trabajar de forma conjunta. Es verdad que en José Pariente somos más mujeres trabajando y como nunca he sentido discriminación, en ningún momento, por ser mujer, creo que es más lo positivo de trabajar juntos hombres y mujeres que de hablar de vinos de hombres o vinos de mujeres. Siempre he encontrado más positivo el punto de unión de trabajar juntos.
–¿A usted le gustan sus vinos?
–¡Por supuesto!
–¿Y alterna con ellos?
–Bueno, cuando alterno procuro probar otras cosas.
–Cuando el vino propio se sirve en una cumbre de la OTAN, sin haber hecho gestión alguna para que así fuera, como ocurrió con ustedes recientemente, ¿se supone que se alcanza un puesto de máxima relevancia?
–Hombre, eso fue un orgullo, lo sigue siendo y lo seguirá siendo. Al final, lo que hicieron fue darle un valor seguro a nuestro vino. Se supone que en este tipo de eventos se buscan valores seguros y el hecho de que uno de nuestros vinos para la persona que organizó la Cumbre de la OTAN lo diera por valor seguro eso es el respeto del consumidor, que es lo que más importa.
–De la viña a la barra del bar parece un camino interminable...
–El cuidado de la viña es un proceso muy pasional, pero la pasión es nuestra, eso no se puede olvidar. La pasión en la viña la pone el que está en la bodega, el que elabora el vino. Al que va a beber el vino le intentamos trasladar esa pasión a través del propio vino y es común el contacto directo con el consumidor.
–¿Cómo se hace eso?
–Ferias, enoturismo, catas maridadas.... Es muy importante transmitir todo el sentir de la producción y la elaboración, pero si el consumidor no lo ve reflejado en la calidad del vino y en ese valor seguro, todo lo demás es historia pura.
«Si cobra fuerza el vino en lata, no será para grandes vinos pero crecerá el consumo»
MARTINA PRIETO PARIENTE
Bodeguera y viticultora
–La ligazón entre la bodega y el consumidor parece muy etérea, no tangible, pero resulta que cabe en una copa de vino.
–Hay un respeto inmenso hacia la persona que está bebiendo el vino que tú elaboras. A mí, personalmente, cada vez me gustan más los encuentros con el consumidor final. Me permiten entablar incluso una relación que, aunque sea un simple encuentro de una vez en la vida, es algo muy especial siempre. En esos encuentros tú cuentas al consumidor de primera mano qué y cómo lo haces y el porqué también, y yo, bodeguera, veo quién está pidiendo mi vino, me entero de por qué lo hace, incluso me dice qué le gustaría recibir de mi vino, cómo le gustaría que evolucione. Es interesantísimo. Todo trabajo que además es pasión y forma de vida y en el que hay creación, claro que tiene un punto inmenso de satisfacción.
–Usted es joven. ¿A qué achaca que los jóvenes no estén más metidos en el consumo de vino y sí de otro tipo de bebidas alcohólicas en las antípodas del vino?
–Es complicado. Quizá ha habido una época en la que el vino se puso en una posición demasiado elitista y eso ha sido contraproducente. Tiene que haber diferentes segmentos del vino, como en cualquier actividad, pero hay que trabajar más en el consumo. Lo que tiene que estar claro es que el chateo, el alternar con vino ha de potenciarse más.
–¿Tiene usted alguna clave para reducir la distancia que separa a muchos jóvenes del vino? ¿Le ocupa tiempo descifrar ese enigma?
–Claro que sí. Los relevos generacionales se producen con los modelos. El mundo vitivinícola ha sido un mundo en el que las cabezas visibles eran de cierta edad y se está produciendo un claro relevo generacional. Con lo cual creo que también se está acercando la visión más joven de las bodegas. Eso es muy importante como imagen para que los consumidores lo vean también como un producto más joven. Todo en la sociedad, no solo el vino, tiene modelos y referencias.
–¿No le quita entonces el sueño ese problema? ¿Cree que por decantación se acabarán acercando los jóvenes al mundo vitivinícola?
–Es formación, es normalizarlo. Es verdad que en las casas debería haber una normalización mayor. El vino es un alimento que está presente en las mesas, con lo cual eso no se debe perder, porque lo cotidiano hace que lo convirtamos en algo intrínseco a nosotros. Por lo tanto, en las casas la gente joven tiene que verlo como un alimento a partir de cierta edad y con moderación. Y, luego, en la restauración, y Valladolid en eso es una plaza privilegiada de consumo de vino en gente joven. Es verdad que ha de normalizarse más y hacerse más accesible. Y potenciarlo en las barras, también.
–¿Vino mezclado con coca-cola es el mayor anatema?
–No, no. Cada uno... Pero, ¿qué vino? Por supuesto, qué vino.
–Si usted viera que a un vino suyo le echan coca-cola, ¿pondrá el grito en el cielo?
–No, porque desde el momento en que esa persona ha comprado esa botella es suya. Recientemente estuve en una boda en la que nuestro verdejo joven se estaba sirviendo con hielos, ¡pero es que estábamos a 40 grados! El calor era insoportable, era imposible mantener ese vino frío. Y en ese momento los que lo consumían lo hacían para su disfrute: no se estaba catando, no se estaba analizando, no se estaba buscando un maridaje; en ese momento se estaba disfrutando y la temperatura ambiente era infernal. Cada momento tiene una pretensión y un vino. Con lo cual, no veo una aberración en eso. Ese es, precisamente, uno de los puntos que hay que erradicar para que el consumo del vino entre los jóvenes se potencie.
«Es importante que los consumidores vean el vino también como un producto de jóvenes»
MARTINA PRIETO PARIENTE
Bodeguera y viticultora
–¿Modernidad y avances tecnológicos qué han traído al vino?
–Muchísimas cosas buenas. La tecnología hay que utilizarla para mejorar, nunca para transformar. Simplemente el frío, que parece una cosa muy básica, pero los equipos de frío han facilitado elaborar vinos con mayor capacidad de guarda y longevidad porque han permitido que no haya oxidaciones prematuras y eso en vino blanco es la base. Y, luego sí que es verdad que ha habido una etapa entre los 90 y 2000 de exceso de uso de esa tecnología para transformar, no para mejorar. Ahí es donde creo que hay que incidir. Si se quieren hacer vinos con carácter, hay que evitar esa transformación tecnológica. Pero que la tecnología ha ayudado a elaborar grandes vinos, es evidente. Y para elaborar vinos limpios. Como dice alguien de este mundo que es muy conocido, hay que empezar por elaborar vinos limpios. A ti te gusta verle la cara limpia a una persona...
–Sin maquillar.
–No, no; me refiero limpia, aseada. Pues bien, la tecnología nos ha permitido tener vinos puros, elaborar vinos sin defectos. A partir de ahí hay que darle carácter e imprimir personalidad en cada vino y eso no te lo va a dar la tecnología. Ahí es donde, quizá, ha habido un poco de confusión durante unos años.
–En esto de la modernidad, lo que está cogiendo rún-rún es el vino el lata. ¿Otro anatema?
–Vuelvo a lo mismo, no me parece una aberración. No serán grandes vinos , no serán vinos de guarda, no serán vinos que pasen a la posteridad, ni vinos de culto, pero aumentará el consumo de vino en determinados segmentos de la población. El vino que se elabore para enlatar tendrá unas pretensiones y el que se elabore de un viñedo único, con una crianza y cuidado extremos, tendrá otra. Pero no quiere decir que haya una línea entre el bien y el mal, sino que al final es a dónde quieres llegar con ese vino. Pero aumentará el consumo del vino.
–¿Le gustaría que hubiera cuarta generación familiar de viticultores y bodegueros Pariente?
–¡Por supuesto! Pero sin forzar: eso tiene que ser una cosa que salga de uno mismo. Esa es la clave del éxito: que nuestros padres nunca nos encaminaron a esto; nos dieron total libertad y en su día decidimos nosotros. Pero, por supuesto que una cuarta generación de Pariente sería muy bonito.
–Pese a sus 36 años, ¿se ha parado en algún momento a pensar qué quiere ser de mayor?
–Me da vértigo pensarlo. Me veo todavía en la parrilla de salida. Pienso más en disfrutar más de la carrera a cámara lenta y ya se verá.
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