Marina Ortiz: «El gran error es ir al cine con una idea preconcebida»
Goya a la mejor Dirección de Producción en 2004 , cambió hace una década Madrid por un pueblo de diez vecinos en la Sierra de la Demanda burgalesa
He aquí una mujer tan sincera que no tiene ningún problema en declararse satisfecha con su vida. ¡Con la envidia que eso genera! Marina Ortiz ( ... Madrid, 55 años), directora de Producción Cinematográfica, diplomada en Turismo y propietaria de un alojamiento rural. Hace casi una década decidió colgar los trastos en la capital de España y alejarse tanto, que recaló en San Vicente del Valle, pueblo de la Sierra de la Demanda burgalesa, un paraje idílico no solo por la naturaleza que lo rodea sino también, dice Marina, por las personas que lo habitan. En 2004 subió al escenario de los Goya, junto a Luis Manso, a recoger el Premio a la Mejor Dirección de Producción por 'Las aventuras de Mortadelo y Filemón', que dirigió Javier Fesser. Para ella, aquello es el pasado. Su presente es San Vicente del Valle, donde ha conseguido lo que en esta vida todo el mundo, en algún momento, anhela y acaba persiguiendo: saber disponer de su tiempo.
–Marina Ortiz Lenoir-Grand. ¿Lenoir-Grand de dónde le viene?
–De mi abuelo suizo, de la parte francófona. De hecho tengo doble nacionalidad. Mi madre, es suiza también.
–¿Cómo decide una dejar la ciudad más poblada de España y trasladarse a la, posiblemente, la zona más despoblada de Burgos?
–La vida da muchas vueltas y como estudié Turismo... Fueron circunstancias muy duras en el momento que se dieron, porque a raíz de la película 'Camino' la productora se llevó un mazazo absoluto. Yo estaba contratada y hubo que tomar la decisión de recortar por todos lados. 'Camino' es una película muy dura, pero desde el punto de vista de Javier Fesser es lo que le hace diferente. Claro, en 2008, entrando en plena crisis,...
–2008, entrando en crisis, ¿qué?
–Tengo un primo crítico de cine. Le pregunté un día, «¿Vas a ir a ver 'Camino'?». Y me dijo que no, que él quería era ir al cine a desconectar, a entretenerse.
«He conseguido hacer lo que muchos buscan: disponer del tiempo, de mi tiempo»
MARINA oRTIZ
–Ya, claro, porque ir al cine a ver desgracias... ¡Con las que hay en la calle a diario!
–Para mí el error es ir al cine con una idea preconcebida. Inevitablemente estamos machacados por la información, pero vamos, ahora que los fines de semana tanto en Pradoluengo como en Belorado tenemos cine, que lo proyectan en teatros, pero lo adaptan, es lo mejor que nos puede estar pasando para animarnos en estos fines de semana en los que a las cinco y media de la tarde es ya de noche.
–El Goya 2004 a la Mejor Dirección de Producción revalidó el nombre que se había hecho en el mundo del cine. ¿Y, aún así, cortó con eso cuando le impulsaba nada menos que un Goya?
–Insisto, fueron las circunstancias en ese momento. La productora dijo que hasta allí podía llegar. Y yo, después de 17 años, con mucha pena... Las circunstancias del momento, fundamentalmente el económico, hicieron que tuviera que dejarlo. 'Camino' fue una película hiperpremiada, que se llevó todos los Goya a los que estaba nominada. Pero, ¡adiós, muy buenas!; puedes tener todos los premios pero, si no hay dinero que pueda hacer que siga funcionando la productora, no hay nada que hacer. De 2010 a 2013 estuve en otra productora, que fundó un amigo y compañero de Publicidad, y trabajé otros formatos. Ya estaba en auge todo lo de Internet, los anunciantes ya no iban única y exclusivamente a hacer anuncios para la televisión y el cine, sino que tenían otros medios,... En 2013 otra vez hubo crisis y decidí salir de Madrid.
–¿Por qué eligió un pueblo de la Sierra de la Demanda?
–Mi hermano había aterrizado en San Vicente del Valle y se había construido una casa con sus propias manos.
–Pero no había raíces ni conexión de ustedes con esta zona burgalesa.
–Mi hermano se había ido de Madrid antes que yo. Fue a Navapalos (Soria), donde reconstruyó parte del pueblo a base de energías alternativas, pero no acabó de cuadrar mucho con el carácter soriano. Unos amigos suyos andaban por esta zona y le gustó tanto San Vicente del Valle... Esto es una especie de 'miniAsturias' y aquí encontró un espacio muy parecido al de nuestros antepasados familiares. En Asturias pasábamos de niños los tres meses de verano con los abuelos. Yo soy una madrileña con corazón asturiano. Mi hermano aterrizó aquí.
–¿Y uno llega a un pueblo, que encima no es el suyo y se construye una casa, así, sin más?
–Aquí se hizo una nueva parcelación del pueblo: se puede comprobar que no hay pajares antiguos, no hay ruinas... El anterior alcalde derribó todo lo que estaba en ruinas, parceló y vendió a muy buen precio para el comprador con la condición de que en dos años estuviera construida una casa nueva, fuera para vivir permanentemente o para fines de semana y vacaciones solo.
«Nadie te puede enseñar a apasionarte.O tienes pasión o no la tienes»
MARINA ORTIZ
–Todas las casas nuevas, ¿pero están habitadas?
–Son casas que tienen vida; los fines de semana, de los que viven en Burgos; los puentes, de los de Bilbao y Barcelona, y en el verano, a tutiplén.
–¿En qué momento decidió usted quedarse aquí?
–En 2013 le compré la casa a mi hermano. Y cerré el círculo: había empezado estudiando Turismo, me dediqué a la dirección de Producción cinematográfica unos años y volví a dedicarme al Turismo, ya profesionalmente.
–¿Cuando salió de Madrid nadie le dijo algo así como 'Estás tonta, como una cabra'? ¿Nadie?
–No. En mi profesión todo el mundo me envidia.
–¿Y eso?
–He conseguido hacer lo que todo el mundo quiere: disponer del tiempo, disponer de mi tiempo. En Producción Cinematográfica estás entregada en cuerpo y alma al trabajo, no tienes vida. Yo soy una apasionada de la Producción, me encanta, y nunca dejaré de ser directora de Producción. No me dijeron que si estaba tonta o así, pero sí algo parecido a «¿No te vas a aburrir ahí?». Es verdad que aquí no hay comercios ni nada, pero estoy encantada. Llevo en San Vicente del Valle diez años que no me lo creo ni yo. También es verdad que no daba ni un duro por mí.
–¿Se ha arrepentido alguna vez de haber venido?
–¡Ninguna! Pero ninguna es ¡ninguna! De hecho, hasta 2016, con la ultima productora en la que trabajé en Madrid, cada vez que tenían alguna cosa que me necesitaban, me llamaban y seguía trabajando de 'freelance': iba a Madrid, hacía lo que era necesario y volvía.
–En la Sierra de la Demanda, ¿de qué vive una exurbanita madrileña? ¿Con la casa rural se vive?
–No. La casa rural es una ayuda que en verano es muy buena ayuda, pero en otoño e invierno es muy complicado.
–Estaciones durísimas en la Sierra de la Demanda, ¿no?
–Cada vez menos. Hace un año a estas alturas había nieve y ahora hemos tenido 20 grados.
–¿Qué hace aquí una exurbanita madrileña con su tiempo?
–Menos aburrirte, lo que quieras.
–Detalle, entonces. Venga...
–Ofrece muchas cosas la zona, ya no solo San Vicente del Valle, que somos diez vecinos, y tenemos una asociación cultural y recreativa, ACR San Vicente del Valle, que organiza cosas y las hacemos nosotros. Yo soy la presidenta. Hacemos muchas cosas. Entre semana clases de pilates martes y jueves, con paseo luego de dos horas por los alrededores. Hay actividades de manualidades, costura; 'body fitness' en Pradoluengo, rutas por el monte, en el buen tiempo piscina... Cine el fin de semana, teatro, otras actividades como comidas entre los que estamos. ¡No hay tiempo para el aburrimiento! Además, hay que hacer de todas las cosas de atención que requiere la casa, desde actividad de mantenimiento, la leña, llevar la gestión del alquiler del alojamiento rural. No hay tiempo para aburrirte.
–¿Qué vino buscando a la Sierra de la Demanda?
–Irme de Madrid.
–Pero si su vida estaba en pleno desarrollo, en todo lo alto.
–Pero mi vida evolucionó. Aquello lo viví y muy intensamente en Madrid y fue una etapa de mi vida que decidí no seguir. Me puse a probar lo que me apetecía hacer, que era llevar un alojamiento rural. Me gusta y ahora voy a Madrid como turista, viviéndolo así. Yo ahora mismo no sé ni aparcar y volver a Madrid solo sería posible si tuviera 30 años menos, que no es el caso.
«Hay mucha gente a la que las plataformas no les gustan, pero son el futuro»
MARINA ORTIZ
–Mira a su anterior vida profesional ¿y qué ve?
–Desde el Goya han pasado casi 20 años y en ese tiempo he evolucionado. Siempre he sentido pasión por lo que hago. Entonces era haciendo películas en la Productora y ahora es viviendo en San Vicente, llevando mi alojamiento rural y disfrutando.
–¿A apasionarse por algo enseña alguien?
–Nadie puede enseñar a eso. La pasión la tienes o no la tienes. De pequeña siempre quería estar haciendo una película, no delante de la cámara, no; detrás, rodando. Cuando acabé COU, como quería estudiar Producción, me presenté al examen de ingreso en el Instituto de RadioTelevisión Española; nos presentamos 500 personas para querer estudiar y había 30 plazas. No pudo ser. Lo siguiente que más me gustaba era viajar, así que me puse a estudiar la carrera de Turismo sin tener ni idea de qué iba. Cuando estaba estudiando, un amigo que tenía una productora me llamó para una plaza y así empecé en esto del cine.
–¿La evolución que ha experimentado el cine la última década tampoco le ha hecho arrepentirse de su decisión de dejarlo?
–Pues no, no.
–Y el 'mono' de hacer cine, ¿cómo lo ha superado?
–Organizando cosas, que me planteo como una producción.
–Un ejemplo.
–Hicimos un fin de semana unas jornadas sobre las diferencias en el mundo de la discapacidad en el entorno rural y el urbano. Trajimos a tres de los de la película 'Campeones'. Me lo tomé como una producción y salió un fin de semana muy bueno, sin un segundo para parar. Y hasta participamos en el crowfunding con el dinero que recaudamos en aquellas jornadas para el corto de Javier Fesser del 'Monstruo invisible', sobre los niños que viven en Filipinas en los vertederos. Acabó Fesser el montaje y le pedimos que viniera a presentarlo aquí. Es todo un no parar.
–En este tiempo, han irrumpido en el mundo de la imagen las plataformas. Hasta se estrenan películas en ellas. ¿Cómo lo vive?
–Me parece que ahora mismo es el futuro para poder hacer cine. Luego ya las condiciones son muy diferentes a las que teníamos entonces. Antes era producción-distribución-exhibición. Ya hay muchos cines que emiten otros eventos, como deporte o conciertos, para aprovechar todos los sistemas que tienen instalados en las salas. Tienen que reinventarse. ¿Las plataformas que hacen? Como un productor financiero. Sé que hay mucha gente a las que no les gustan, pero es el futuro.
–¡Películas que se ruedan con un smartphone! Pero... ¿qué es esto? ¡Eso sí que es cambio!
–El cine, ¿qué es? Contar historias. ¿En qué formato? ¿Video, móvil, 16 milímetros, 35? No conozco a nadie que ruede en 35. En 16, algún romántico. Super 8 ya no existe... Es una evolución.
–Ya. Y te adaptas o te pasa por encima la apisonadora, ¿no?
–Más que nada porque ahora mismo rodar con un smartphone supone un director de fotografía, una persona de arte, los de producción para que lo monten y ya. Hacerlo en 35 mm necesitaría director de fotografía, operador de cámara, ayudante de cámara, foquista, auxiliar y el meritorio. Con lo cual, económicamente cinco personas frente a una con un smartphone. Lo que cuesta el material... Es una evolución que es necesaria y, en algunos casos, imprescincible.
–Siempre se ha dicho que la ficción supera a la realidad. Hasta la pandemia. Usted que ha vivido la ficción por dentro, ¿en qué lado se sitúa en ese dilema?
–Es que antes de la pandemia yo ya pensaba que la realidad supera a la ficción. Y seguirá superándola, seguro.
–¿Ha encontrado en San Vicente del Valle lo que buscaba?
–No buscaba: he encontrado que estoy cómoda y contenta y, de momento, no me quiero marchar de aquí.
–¿Se declara feliz?
–Satisfecha, feliz no.
–Y con tanto tiempo como tiene, ¿se ha parado algún rato a pensar qué quiere ser de mayor?
–Feliz.
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