Héctor Melero: «Si mi rival escoge blancas, podré pensar que es un 'echao p'alante' y si elige negras, no me confiaría»
El abogado y jugador invidente de ajedrez, provisionalmente retirado para afrontar las oposiciones a fiscal, es una de las mayores y mejores referencias para los jóvenes
He aquí un joven concienzudamente formado y preparado en los estudios y en la vida, Héctor Melero. En los primeros, porque tras graduarse en Derecho ... afronta las oposiciones para fiscal. En lo segundo, gracias a que desde que su padre le enseñara a los 8 años a jugar al ajedrez, ha aprendido a moverse como si la vida se tratara de una gran partida de ajedrez: con táctica, estrategia, reflexión, pericia, inteligencia, saber estar y saber ser. Todo ello ha conformado una personalidad muy acentuada, que hace de él una de las mayores y mejores referencias para los jóvenes. Y todo ello, siendo, como es, invidente de nacimiento.
–Se acordará de aquella canción titulada 'El vídeo mató a la estrella de la radio? ¿'Matará' la tecnología al ajedrez como enfrentamiento personal, cara a cara, no a través de pantallas?
–Yo diría que no.
–Convénzanos de eso.
–El ajedrez es vida, es pasión; ajedrez y ciencia, pasiones mezcladas, que diría Leontxo García. Estar enfrente de una persona cuatro o cinco horas sin hablarse es algo que no puede reproducirse por medio del lado tecnológico. Sí que es verdad que lo tecnológico modifica la forma de jugar al ajedrez y va a modificarla siempre, pero el combate, la lucha entre humanos seguirá siendo importante, bonita, espectacular. Además, siempre hay formas de modificar para que los ordenadores no puedan ejercitar su alta precisión como puede ser el Ajedrez 960, que inventó Boby Fischer.
–¿Ajedrez 960? ¿En qué consiste?
–Se sortea la forma de colocar las piezas en la primera fila antes del comienzo de la partida.
–¿Qué le ha dado el ajedrez? ¿De qué manera le ha ayudado a ver el mundo?
–El ajedrez me ha dado muchísimo más de lo que yo le he dado a él.
–¡¿Y eso?! ¿No ha habido intercambio equilibrado: me das tanto, en correspondencia te doy cuanto?
–El ajedrez es el único deporte en el que personas ciegas y personas no ciegas pueden jugar en igualdad de condiciones. Ir a jugar y batirme el cobre con gente que veía y unas veces ganarles y otras perder, es verdad que la mayoría de veces perder, es algo que siempre me ha gustado mucho. Y creo que es muy bueno para los chicos ciegos jóvenes que juegan al ajedrez por lo que desarrolla.
–Y eso que desarrolla es...
–Las capacidades matemáticas y las capacidades memorísticas. El ajedrez es muy bueno porque ayuda a pensar.
–Algunos, sobre todo los que tenemos pueblo, tendemos a comparar el ajedrez con el dominó por lo que obligan a, precisamente, eso: pensar. Y a desarrollar estrategias, a actuar, a motivar. ¿Rebajo la categoría del ajedrez por compararlo con el dominó?
–Está claro que haciendo combinaciones y, desde el punto de vista matemático, sí lo rebaja. Además, el ajedrez es un deporte, en el que hay hasta campeonatos del mundo, y el dominó es un juego de mesa. Pero en lo de que hay que tener habilidad y en que es un juego de estrategia, no lo rebajaría. Yo he jugado a dominó, pero eso sí, no en pareja, sino uno contra uno.
–¿Qué pieza del ajedrez le subyuga?
–¿Subyugarme?
–Sí, aquella que le atrae más, que le tiene más cautivado sobre el tablero...
–El caballo.
–¿Por qué el caballo?
–Es la única pieza que puede saltar en el ajedrez. Y controlar los movimientos del caballo y los ataques dobles y triples que puedas realizar es muy complicado. Instalar un caballo en el centro del tablero es garantía de éxito, como diría mi primer entrenador, Luis Alberto García del Campo.
–¿Le sobraría a usted alguna pieza del ajedrez?
–No.
–¿Y cuál considera, dada su experiencia, que es la pieza más astuta del tablero?
–La dama.
–¿La dama?
–Sí. Es la pieza más valiosa y más difícil de mover. Pero a veces lo que a mí más me gusta del ajedrez son los finales de peones, donde tienes que intentar conseguir que un peón llegue a la última fila y lograr la coronación.
–Sin Boris Spassky y Bobby Fischer y su mítica partida de 1972, en plena guerra fría, el ajedrez sería lo que es hoy, un deporte, una actividad en constante auge y de prestigio indiscutible?
–No. Ese campeonato fue la base de medio ajedrez porque se enfrentaba un imperio, como era la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS), de la que formaban parte todos los grandes campeones: el legendario Bon Vinik, también Tinan Petrosian, Mijail Talk. Y Boris Spassky era la esperanza de vencer a Estados Unidos. Boby Fischer en un principio había decidido no jugar y le llamó un político norteamericano para decirle que era la esperanza de Estados Unidos. Fischer al principio comenzó perdiendo y, de hecho, hay una partida que no jugó porque le molestaba la luz. Posteriormente, fue ganando. Boby Fischer ha sido el mejor jugador de todos los tiempos para mucha gente. Lo que pasa es que tenía una forma excéntrica de ser.
–Esto de que haya una escuela romántica de ajedrez, una escuela moderna de ajedrez, una escuela hipermoderna... Qué complicado, ¿no?
–Eso es como todo. En la música también hay contemporánea, moderna, barroca... Y en la pintura hay muchos estilos, ¿verdad? Pues esto, lo mismo. Siempre vamos evolucionando.
–¿Blancas o negras?
–¡Blancas!
–Si yo fuera a jugar contra usted una partida de ajedrez, que no es el caso por prudencia mía ante el más que previsible desenlace a favor suyo, pero si se diera el caso y yo eligiera negras, ¿qué pensaría usted de mí?
–Pues que le gusta estar a la expectativa, al margen, pero no me confiaría. Creería que usted a la mínima oportunidad, contragolpearía.
–¿Y si hubiera elegido blancas?
–Que es una persona determinada.
–Determinada quiere decir según usted...
–Que es una persona 'echada p'alante', alguien que se arriesga.
–¿Juega usted al ajedrez contra sí mismo alguna vez?
–Lo hice cuando era pequeño.
–¿Y qué conclusiones sacaba?
–Que ganaba siempre y perdía siempre. Pero era útil porque cuando no tenía contra quien jugar, jugaba contra mí mismo. Pero ya no lo hago, porque ahora lo poco que juego lo hago por Internet y siempre puedo encontrar a otra persona; o contra un robot..., no sé.
–Llevamos un rato hablando y ha llegado el momento en la entrevista de hablar que es usted ciego, de nacimiento.
–Sí. Y no se preocupe por el tema que se puede hablar de él con la mayor y absoluta normalidad.
–Es así como hay que verlo.
–No pasa nada por decir las cosas. Las cosas existen, queramos o no, así que hablemos de ellas.
–¿A que se debe su casi permanente sonrisa?
–No lo había notado.
Dos campeonatos del mundo
–¿Cómo llegó al mundo del ajedrez?
–Mi padre me enseñó cuando tenía ocho años. Y yo lo dejé. Fue un error fatal dejarlo. Posteriormente, a los 16 años me pregunté que podía hacer y me dije que jugar al ajedrez en la Once.
–¿Y cómo le fue?
–¿La verdad? Bastante bien. Llegué a jugar dos campeonatos del mundo, aunque quedé último y antepenúltimo, respectivamente, en Grecia y en Serbia, con la Once. ¡Pero fue una de las experiencias más enriquecedoras que he podido tener!
–Ha llovido mucho desde entonces.
–Jugué aquellos campeonatos con 17 y 19 años y ahora tengo 25.
–¿De qué manera entró en el mundo de la competición?
–A través de la Once, campeonatos Once, y a través de la Delegación Vallisoletana de Ajedrez, jugando campeonatos provinciales.
–El mundo de la competición, ¿le satisfizo? ¿Colmó su yo particular?
–Sí. Por supuesto. Estaba con más gente e intentaba siempre superarme a mí mismo.
–¿Cómo visualiza, dibuja, pinta o proyecta en su mente una partida de ajedrez?
–Supongo que como el resto de personas.
–¿Qué le llevó a dejar de competir?
–Pues que estoy preparando oposiciones y me absorbe demasiado tiempo. No puede ser todo en la vida, aunque me gustaría volver algún día.
–Usted se graduó en Derecho y comenzó a preparar oposiciones a fiscal. ¿Por qué acusador público?
–Porque creo que pedir a un juez que imponga una condena a un culpable y defender a un inocente es algo tremendamente positivo. Así como, en los procesos civiles, ayudar al interés más digno de protección. Además, a mí me gusta mucho el Derecho Penal y me gusta mucho hablar y muy poco escribir. El juez escribe mucho y habla poco y el fiscal habla mucho y escribe poco. Las oposiciones son las mismas para juez y fiscal y cuando uno aprueba, elige.
–Y cuando apruebe tiene decidido que elegirá Ministerio Público.
–Sí, claro.
«No me gustan los videojuegos»
–¿Cómo decirle a un niño del 2019 que se inicie en el ajedrez cuando resulta que un videojuego cualquiera llena todos sus sentidos?
–Haciéndole ver que el ajedrez le va a llevar a pensar, a mejorar sus capacidades y el videojuego va a conseguir que sea adicto a los mismos y no va a mejorar su vida. Va a empeorarla. No me gustan los videojuegos.
–¿En su estapa escolar le hablaron en el colegio del ajedrez?
–No. Pero sí que es cierto que ahora se va hablando más cada vez. Ahora estoy en la Comunidad Valenciana y ves a los niños que les han hablado de ajedrez y les gusta jugar.
–¿Nos pintarían en la sociedad las cosas de otra manera, sobre todo en las etapas juveniles, si desde niños en la escuela nos hubieran hablado de un deporte como el ajedrez?
–Sí, sin duda.
–¿A mejor?
–A mejor. Además, el ajedrez es un juego mental que te permite estar quieto. Y estar 4 o 5 horas sentado, concentrado en algo, no se hace en la mayoría de actividades.
–Antes, con la lectura de libros o con deportes como el ajedrez se ayudaba no solo a formar a educarse, sino a formentar también la capacidad de ensoñación. ¿Con Internet hoy en día todo eso es utopía?
–Internet yo creo que nos acerca a las cosas que tenemos lejos, pero al mismo tiempo nos aleja de las cosas que tenemos más cerca.
–Un maestro de corresponsales de guerra,el periodista Manuel Leguineche, decía que con Internet correríamos cada día el riesgo de cambiar amigos reales por amigos virtuales. Trasladado al ajedrez, ¿existe un riesgo similar?
–Sí. De hecho, cada compañía informática busca crear un software que sea mejor que el anterior o que el de la competencia y hoy en día el ser humano no tiene absolutamente nada que hacer contra la máquina.
–¿Sí? ¡Qué dice!
–Pero nunca existirá la perfección en ajedrez porque siempre se podrá calcular una jugada más. Mire, hay una historia, la de un sabio y un rey: el primero enseñó al segundo a jugar al ajedrez y el rey le dijo que le ofrecía, en agradecimiento, el regalo que quisiese. Y en un tablero de ajedrez, con sus 64 casillas, el sabio le dijo: 'Por la primera casilla quiero un grano de trigo; por la segunda, dos; por la tercera, cuatro, por la cuarta; ocho, por la quinta, dieciséis; por la sexta, treinta y dos... Y así sucesivamente, en progresión geométrica. Cuando se terminó el proceso y llegaron a la casilla 64, los amanuenses del rey descubrieron que no había en el reino, ni en el mundo entero, trigo suficiente para pagar al sabio la astronómica cantidad de granos que resultaban de su petición sobre la base del tablero del ajedrez.
–¿A dónde quiere llegar contándonos esta leyenda?
–Esta historia viene a decir que si tú ves una partida, en el primer movimiento las blancas pueden realizar 18 jugadas posibles y las negras contestar de otras 18 formas diferentes. Y 18 por 18, en la primera jugada puede haber 324 posiciones. Imagínese en la segunda, y en la tercera... El ajedrez es muy rico por eso, porque hay un número inmenso de posiciones.
–El que fuera campeón del mundo, el ruso Mijail Bobbinik, recomienda analizar las partidas con los rivales, una vez que han concluido, claro. Es lo más parecido a lo de poner la otra mejilla.
–¡Noooo! Ni mucho menos.
–¿Cómo que no?
–Yo he podido perder una partida, pero he podido ganar y seguro que mi rival, que me ha ganado, ha cometido equivocaciones en algún momento de esa partida. Lo que pasa es que yo he cometido el último error y mi rival, el penúltimo. Así que estar con él y ver lo que dice, en qué ha fallado él, en qué he fallado yo, me va a poder ayudar para ganar la próxima vez.
–Últimamente muchos analistas hablan cada vez más de la influencia de ajedrez en la política moderna. ¿Lo ve usted factible? En algunos niveles de la política no parece que haya mucho de lo esencial del ajedrez, la inteligencia...
–Bueno... Yo creo que sí que hay mucha inteligencia, lo que sucede es que está un poco oculta. Solo hay que rascar un poco en los grupos parlamentarios para ver que tenemos muy buenos políticos, que hay gente muy válida dentro de la política.
–¿Qué quería ser usted de niño?
–Notario.
–¿Y ya sabe qué quiere ser de mayor?
–Fiscal. Y en el mundo del ajedrez, volver a jugar y divertirme. Para mí el ajedrez es un hobbie y algo que me ayuda a mejorar como persona.
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