Gonzalo Francisco: «Todo evoluciona y a costumbres diferentes, palabras distintas»
El autor del 'Diccionario de las hablas de Salamanca' alerta de que «si no protegemos el castellano, nos van a comer», pero que si no protegemos «nuestras hablas locales, van a desaparecer»
He aquí un custodio de la forma de hablar de estas tierras nuestras. Gonzalo Francisco Sánchez (Salamanca, 1977). Profesor de la Universidad de Mons (Bélgica), ... país en el que reside dos tercios del año, dedica el cuatrimestre restante a seguir ligado al territorio que le vio nacer y al que dedica sus desvelos profesionales y personales desde su faceta de experto en lingüística, fonética y léxico. En junio vio la luz su 'Diccionario de las hablas de Salamanca', editado por el Instituto de las Identidades de la Diputación charra, que muestra una riqueza sin igual de un territorio y sus gentes, que ha llegado a nuestros días y que gracias al trabajo, entre otros, de este profesor, tienen garantizada su conservación y transmisión.
–Hablas serranas y hablas de Salamanca, ¿en qué se diferencian?
–Hablas o lenguas, si se quiere, porque Salamanca es muy diversa y se pronuncian cosas diferentes en la provincia: hay una diversidad bastante grande. Yo en un principio me dediqué a las hablas serranas porque era lo que estaba más asociado a mi familia, conocía el medio y evidentemente para encuestar hay que conocer el medio, pero hemos intentado abarcarlo todo.
–¿De dónde salen tantos términos como para 400 páginas?
–Habríamos llenado el doble...
–¡Qué dice!
–Ha sido un proceso de selección personal bastante grande. Porque tenemos a José de Lamano, que es una fuente escrita importante; tenemos a Llorente, a Sánchez Sevilla y muchos léxicos comarcales en la provincia de Salamanca. Además yo tengo un corpus de más de 80 horas hablando con personas del centro y el sur salmantino, de La Huebra y de la Sierra de Francia. Hay bastantes referentes que utilizar y bastantes corpus orales de los que extraer palabras.
–¿Existen los salmantinismos, entonces?
–Seguramente existan. Lo que pasa es que nunca se puede decir que una palabra es exclusiva de un lugar. Por ejemplo, la palabra 'Espelde' (Gracia, disposición, brío, garbo, semblante) tiene mucha vitalidad en Salamanca. 'Qué espelde tienes', se oye. O 'Chicorzo' (Pocilgo pequeño, que se utiliza para encerrar el ganado de cerda), que es muy rural. Esta palabra no se ha registrado en otra parte que en Salamanca, de momento. Por tanto, cuando hablamos de salmantinismo ha de referirse a una palabra que solo se ha registrado en la provincia de Salamanca.
–¿Lo habitual es que las provincias compartan términos por que no haya tantos como para que cada una tenga los suyos?
–En este Diccionario, como salmantinismos hemos recogido tres cosas: una, elementos leoneses que se utilizan en Salamaca, que caracterizan el léxico salmantino como leonés; dos, elementos salmantinos y que solo se han registrado en Salamanca, salmantinismos 'sensu propio', y tres, elementos que a lo mejor son propios de otras zonas próximas, pero tienen mucha vitalidad en Salamanca, más que en el resto de lugares donde se utilizan.
–¿Un ejemplo?
–El arcaismo 'Añusgarse' (CAtragantarse, estrecharse el tragadero como si le hubieran hecho un nudo), que era propio del castellano en muchas cosas, pero que en ningún sitio se utiliza con tanta amplitud y está aceptado y generalizado como en Salamanca. Que se diga en Ávila y Madrid, donde lo he escuchado, sí, pero suena raro en esas zonas, como algo arcaico. Es más común ahí decir atragantarse; sin embargo, en Salamanca añusgarse surge en el habla de forma muy frecuente.
–Esas zonas comunes...
–El léxico salmantino tiene mucho en común con Extremadura y al este, con la provincia de Ávila y en parte con Valladolid.
–En España, ¿por qué destaca el léxico salmantino?
–Por ser fundamentalmente leonés, es decir, por tener un componente de la antigua lengua leonesa, que se mantiene en muchas zonas de la provincia de León y de Salamanca; por ser arcaico, es decir, por tener elementos romances que no se utilizan en otras zonas y que nosotros los seguimos utilizando. También me arriesgo a decir, y esto es algo que muchos no compartirían, que se distingue por el elemento celta.
–Que consiste en...
–Nosotros somos vetones, fundamentalmente, y hay muchas palabras que recojo en el Diccionario, por ejemplo 'Abogaya' (Agalla del roble), que es de origen celta. En muchas palabras del habla salmantina se observan muchas raíces celtas.
«Una cuarta parte de las palabras, segura y desgraciadamente, están en vías de extinción»
GONZALO FRANCISCO SÁNCHEZ
–Todo un privilegio, imagino.
–Los antiguos vetones son una de las únicas poblaciones que se quedaron en zonas próximas al Sistema Central, y no se desplazaron al norte. Esto también lo dice Menéndez Pelayo. Hay cosas de nuestra manera de vivir que están muy en relación con los celtas: la encina, el gusto por las dehesas y los árboles, la ganadería... Todo eso es muy celta, muy de los vetones. El componente celta no tiene la importancia que pueden tener el componente latino y el leonés de nuestro léxico, pero existe un color celta marcado e importante en este habla.
–¿Hay términos de este diccionario que le gustan por encima de otros?
–Le voy a indicar los tres últimos que he utilizado recientemente con mis hijos en casa, en Bélgica. 'Espelde', que lo dije refiriéndome a un jugador de fútbol, 'qué espelde tiene este'; vamos, 'qué poca gracia, qué poco salero. 'Repastar' (Pastar a media noche el ganado lanar y cabrío en el invierno. Glotonería. Comer a deshoras), que lo uso mucho. 'A ver si me vale el traje todavía. Esto de repastar, echar la culpa de coger unos kilitos al 'repaste'. Mi madre lo utiliza mucho, que es comer después de haber comido. Y 'Desdolido', es decir, la persona, animal o cosa que no es de carácter delicado, nada rebuscado ni lujoso. Pero, evidentemente, el léxico salmantino es tan amplio y contiene tantísimas palabras que muchas no se utilizan. Pero pasa igual con el léxico castellano, que utilizamos los términos sobre lo que nos gusta, lo que nos llama la atención, nuestros hábitos, lo que usan otros...
–¿Evolucionan rápido las palabras?
–Ahora de manera más común que antes porque tenemos las redes sociales, la televisión, la radio y muchísimas influencias. Hasta hace 50 años no era así.
–¿Están ya arrinconados en el habla cotidiano muchos términos de este diccionario suyo?
–Me aseguré de que las palabras que hay en esas 400 páginas han sido recogidas a partir del siglo XX. Las he intentado consignar y comparar con otros corpus y cuando yo no las conozco y otros corpus no las reogen y no se han escuchado últimamente, se han quedado fuera. Pero, evidentemente, hay muchas palabras que están en vías de extinción porque también hay muchas costumbres nuestras antiguas que se están perdiendo. A costumbres diferentes, palabras distintas.
–¿Qué casos ilustran esto?
–Cuestiones en relación a la labranza antigua: ya no se labra la tierra de la misma manera, ya no hay los aperos de antes. Seguimos teniendo una 'Petalla' (Hacha pequeña o macheta), un 'Destral' (Hacha pequeña que se maneja, por lo general, con una mano), pero ciertas cosas que se colocaban a los burros o a las vacas ya están en los museos. El miedo filológico que hay es que, ya que de nuestras lenguas salmantinas lo que mejor está conservado es el léxico, casi lo único, se pierdan ciertas cosas.
–Pero para evitar eso está este diccionario, ¿no?
–Nuestro diccionario es un ancla que puede permitir que el barco no se nos vaya, es decir, que la gente siga utilizando ciertas cosas porque las ve. Una cuarta parte de las palabras, segura y desgraciadamente, están en vías de extinción.
«El abandono rural y la despoblación nos hacen perder de nuestra esencia»
GONZALO FRANCISCO SÁNCHEZ
–La juventud mezcla palabras castellanas con inglesas en las conversaciones habituales. Un diccionario como el que usted ha hecho les puede parecer algo del Pleistoceno medio...
–Hay dos maneras de ver las cosas en Lengua y en Filología. La primera, el proteccionismo lingüístico, y aquí entro en política.
–Entre, entre.
–La lengua y la política van de la mano. El catalán y el vasco a finales del XVIII estaban prácticamente muertos. Llegó la época romántica y eso se reflotó y ha llegado el siglo XX y estas dos lenguas habrían desaparecido, sobre todo el vasco, si no se hubiera intervenido políticamente. Eso está clarísimo.
–Luego, ¿hay que actuar?
–Muchas de nuestras palabras tienen cierta vitalidad y otras llegan, pero si no se hacen cosas como campañas de información, de que en la escuela se puedan estudiar, podría llegarse a la desaparición. Si no protegemos el castellano, nos van a comer; pero si no protegemos nuestras hablas locales, van a desaparecer, es evidente. Como filólogo no soy partidario de la intervención política en nada desde luego, pero es que o intervienes o esto va a desaparecer. Las lenguas salmantinas desde el punto de vista de la morfología y la sintaxis están recluidas en el mundo rural en personas mayores. Es así. El contraste yo lo pondría con el norte de Extremadura.
–¿Cuidan más los extremeños su manera de hablar?
–En los cuatro pueblitos que lindan con Salamanca y Portugal, Valverde del Fresno y cercanos, se habla una lengua asturleonesa muy occidental, que es muy parecidda a la nuestra que se habla en El Rebollar, en Navasfrías, Casillas de Flores, El Payo, Peñaparda: ellos la han conservado muy bien porque tienen su folklore vivo e, incluso, a los colegios llegan textos, la Junta de Extremadura lo protege como tesoro lingüístico, la gente lo habla con gusto y nosotros no lo hemos hecho porque el castellano está muy asociado a Salamanca, a su universidad, nos consideramos puristas castellanos más que hablantes de otra cosa.
–Si teníamos poco con la invasión de términos anglosajones, ahora la despoblación actúa casi como elemento diluyente de las hablas muy particulares.
–El habla salmantina, curiosamente, se utiliza más fuera de Salamanca, sobre todo en el extranjero, que en la propia Salamanca.
«En Extremadura protegen como un tesoro el léxico de algunas zonas»
GONZALO FRANCISCO SÁNCHEZ
–¡Pero bueno!
–Muchos emigrantes del suroeste salmantino fueron a Francia en los años 40 y 50 del pasado siglo: en esos momentos estaban desconectados de otro tipo de castellano y mantuvieron su lengua. Evidentemente, eso es una excepción y ahora con todas las influencias exteriores, persona que deja su pueblo, persona que deja de hablar como se habla en su pueblo, en general. Cuanta más despoblación haya y cuanto más se vaya la gente menos conservación hay. Nuestro abandono rural y la despoblación nos hacen perder de nuestra esencia.
–¿Alguien enseña en esto la clave para actuar?
–Yo me fijo en un proyecto muy interesante que es el del Diccionario de León. En los años 90 hubo un diccionario, de Janick Lemen, 'Repertorio del léxico leonés' se titula y ahora se ha retomado, se ha hecho 'on line' y la verdad que es un monumento lo que han hecho en León. Está muy bien. Lo nuestro es un libro que formalmente está bastante bien hecho y el que va a consultar o a leer sale satisfecho de lo que ha encontrado, pero estaría bien ponerlo en la red dentro de unos años e ir renovando.
–Tanto escarbar en lo que hubo y produjo palabras para las hablas de su tierra, ¿ha tenido un momento ya para pensar qué quiere ser de mayor?
–Mi filosofía es seguir aprendiendo para que cuando sea mayor sepa más, tenga más experiencia y sea una persona con la que la gente quiera hablar.
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