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«Se ha perdido el espíritu reivindicativo, ahora es más festivo», coinciden varios nostálgicos de Villalar, con décadas de la cita comunera a las espaldas. ... Lo hacen con la cerveza en una mano, para amainar el calor que ha acompañado a la jornada, y con la bandera de Castilla y León en la otra. «Venimos a conmemorar la inmortalidad de los comuneros», reniegan otros, en una estampa similar. La festividad cumplirá el medio siglo en la próxima convocatoria, nacida en 1976 tras la muerte del dictador al calor del impulso autonomista y las ansias de la libertad. Fue disuelta, pero tras legalizarse en el 77, al año siguiente fue record de asistencia, según las crónicas de la época, con 200.000 personas que acudieron a la bautizada como 'fiesta de las libertades'.
Y aunque atrás quedaron aquellos años en los que se pedía libertad e identidad y aquellas cifras - para algunos irreales -, lo cierto es que el buen tiempo ha acompañado en una jornada en la que se han superado los 25.000 asistentes, según las últimas estimaciones hechas por el Ayuntamiento, ante las colas que aun se prodigaban en las carreteras de acceso al pueblo ya cercano el mediodía.
6.000 personas más que el pasado año, que sitúan a Villalar, de nuevo, en el epicentro del Día de la Comunidad. Una afluencia masiva que se ha convertido en símbolo de resistencia de la fiesta comunera, pese al intento de eliminarla del calendario del anterior socio de Gobierno -que dejó la fecha fuera de las festividades en 2023-, y al «ninguneo» al que la somete el ejecutivo autonómico liderado por Mañueco.
Así lo denunciaba el propio Ayuntamiento de la localidad tras asumir la intendencia de la que siempre se ha hecho cargo la Fundación Castilla Y León. A mayores competía en jornada y horario con las puertas abiertas de las Cortes y un despliegue en la parcela contigua exhibiciones de cetrería, castillos hinchables y juegos para los más pequeños. Para los más deportistas, una marcha por la inclusión y un cross de la Policía, que entre andarines y corredores, han reunido a unos 2.000 participantes.
Para entonces, en torno a 1.800 personas amanecían ya en Villalar. Las aclamadas actuaciones de 'Obús', 'Lujuria' y 'Los hijos del tercer acorde' en la Campa, al tiempo que en las distintas capitales de provincia sonaban 'Juan Magan', 'Marlon' o 'Rulo y la Contrabanda' -entre otras actuaciones que reunieron a 100.000 personas en un total de 12 conciertos-, invitaban a la acampada.
La noche previa fue «larga», según atestigua un grupo de jóvenes a los que delata la resaca. Y el ambiente que horas antes copaba la zona de los escenarios, se trasladaba al monolito ya entradas las diez de la mañana, en una ofrenda floral que ha estada marcada por la muerte del Papa Francisco. Por omisión, ante la ausencia de Mañueco, excusada en un luto institucional que se extendía hasta este mismo miércoles que ha dejado sin representación de los dirigentes populares. Su lugar lo ocupaba en el habitual paseíllo matinal junto al regidor, Luis Alonso Laguna, la Ministra Ana Redondo, que ha evitado pronunciarse en señal de respeto al Pontífice.
A la par, el folklore y las jotas animaban el ambiente en la calle Mester de Juglaría, donde desfilaban las banderas castellanas entre proclamas en las que se ha colado el derecho a la vivienda, el rechazo al incremento del gasto en Defensa y la lucha de los pueblos contra las macroplantas de biometano y biogás, desde Pedrosa a Santillán. Una amalgama de reivindicaciones en las que también han tenido cabida luchas diversas, desde la causa palestina, pasando por el soterramiento, a la renta básica universal.
El resurgir de la Campa se hizo esperar hasta bien entradas las 12 de la mañana. Y si Moisés dividió las aguas, los escenarios hacían lo propio con partidos, organizaciones y sindicatos. A su izquierda, el soberanismo castellano de la Yesca o Mujeres Castellanas, junto al anarcosindicalismo de la CNT . A la derecha, las instituciones de la social democracia, con CC OO, UGT y PSOE, aunque también con una más discreta presencia de Ciudadanos y Podemos. Aunque más que en las siglas, la elección de los presentes ávidos de reponer fuerzas recaía en los manjares, con grandes colas para la tradicional paella del PSOE de Laguna de Duero o para las sopas de ajo y el bocadillo de queso de oveja, a razón de tres euros, de la CNT.
El calor y la afluencia obligaban a buscar alternativas y la feria que ha crecido como un apéndice de los puestos tradicionales, se convirtió en refugio de los comensales más tardíos antes de la lectura del tradicional manifiesto. El texto, contra la desigualdad, por la solidaridad y contra el sabotaje institucional, ha simbolizado el cierre de una jornada festiva y masiva que ha transcurrido «sin incidentes reseñables», según ha confirmado la Subdelegación del Gobierno.
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