Casi 50.000 jóvenes salen de Castilla y León a trabajar a otras regiones y llegan 31.400
Solo dos provincias, Valladolid y Palencia, reciben cada año más menores de 30 de los que marchan
Con la natalidad bajo mínimos –los 5,96 nacidos por cada mil habitantes en 2019 sitúan a Castilla y León como la tercera comunidad menos ... prolífica–, que los jóvenes emigren resulta doblemente problemático. La región tiene un mercado laboral que el año pasado no logró retener con un empleo a casi 50.000 de sus jóvenes, y a la vez, fue incapaz de captar un número equivalente de efectivos. El resultado fue un saldo negativo de 18.165 personas, el cuarto más abultado del país.
La movilidad laboral implica que el domicilio del trabajador y el lugar de trabajo se encuentren en diferente provincia o comunidad. En los últimos años, explica el Servicio Público de Empleo, la movilidad de la contratación ha ido en aumento en la misma medida en que ha crecido el número de contratos suscritos.
Solo cinco comunidades salen ganando en el ir y venir interautonómico de trabajadores menores de 30 años, según un estudio sobre el Mercado de Trabajo de los Jóvenes, con datos d 2019. Son Madrid, con un saldo positivo de 128.000 jóvenes; Cataluña, con 35.000; Baleares; con 13.000;Navarra, con casi 4.000 y Murcia, con más de 400.
Las que perdieron más mano de obra de este colectivo fueron Andalucía, con casi 64.000;Castilla-La Mancha, con casi 27.000; Extremadura, con cerca de 19.000 y Castilla y León, con 18.165. Sin embargo, descendiendo al nivel provincial se descubren algunas excepciones.
La tasa de paro entre los menores de 25 años se encuentra en el 37,3%, algo por debajo del 39,6% de la media nacional
En España son solo trece las provincias con saldo positivo y dos de ellas están en Castilla y León. Se trata de Valladolid, donde el año pasado permanecieron trabajando 73.206 jóvenes;frente a los 14.454 que llegaron y los 13.211 que se fueron. Los 1.243 trabajadores 'ganados' los superó Palencia, con 28.807 menores de 30 años que continuaron en sus puestos respecto a 2018;5.974 entradas y 4.602 salidas: un saldo de 1.372.
Por contra, Burgos captó 6.593 pero perdió 12.148 (saldo -5.555); León registró una pérdida de 5.641; Ávila, de 2.741;Salamanca, de 2.258;Segovia de 789; Soria 216;y Zamora, 3.580.
Ocupado él, parada ella
El perfil del joven ocupado es el de un hombre de 25 a 29 años, asalariado con contrato temporal y a jornada completa, ocupado en el sector servicios en las ramas de comercio al por mayor y al por menor y hostelería. Figura en el grupo de trabajadores de los servicios de restauración, personales, protección y vendedores y posee un nivel de formación de educación superior.
Mientras, el perfil del joven desempleado es el de una mujer de 25 a 29 años con estudios primarios o no acreditados y antigüedad como demandante de empleo de uno a tres meses que trabajó en el sector servicios o bien carece de experiencia previa.
Como suele pasar en España con las crisis, la de la covid se ha cebado con los jóvenes. El eslabón débil de la cadena es el primero que 'paga': con la rescisión masiva de contratos porque reinan los temporales y con el cerrojazo que sufre el mercado laboral para el colectivo sin empleo anterior.
Los números son elocuentes. Al cierre del segundo trimestre del año, según la EPA, Castilla y León tenía una tasa de paro del 12,3%. Entre los menores de 25 años, sin embargo, este porcentaje escala hasta el 37,3%, es decir, 25 puntos mayor que la tasa global. La escalada ha sido meteórica, ya que 2019 había terminado en el 27,3%. Y la afectación por sexos, al igual que sucede con los datos generales, muestra gran desigualdad:33,8% entre los varones y 41,9% entre las mujeres.
Brecha con el entorno
La elevada tasa de desempleo es la principal 'anomalía' de la economía española con respecto a los países de su entorno. Cuando se habla de paro juvenil la brecha es aún mayor y el último balance de la OCDE incluso agranda la distancias: la brecha española se amplió en julio pasado, cuando el paro entre los menores de 25 años bajó seis décimas en la organización, hasta el 16,2%, mientras subió una décima en el país hasta el 41,7%. Es la más elevada de toda la UE, por delante del 37,5% de Grecia.
Los colectivos cuyas ocupaciones hacen más probable tener que desplazarse para encontrar empleo son los no cualificados; los trabajadores de los servicios de restauración, personales, de protección y vendedores de comercios;y los técnicos y profesionales científicos e intelectuales.
Las especialidades en las que se realizan mayor número de contratos entre el colectivo de jóvenes son azafatos de tierra (79%); monitores de actividades recreativas y de entretenimiento (67%); promotores de venta (64%); recepcionistas (excepto de hoteles) con el 60%; enfermeros no especializados (59%); enfermeros especializados (excepto matronos), con el 58,5%;y vendedores en tiendas y almacenes (55%).
Los empleos más demandados por los jóvenes se repiten año tras año: vendedores en tiendas y almacenes; personal de limpieza de oficinas, hoteles y otros establecimientos similares; camareros asalariados; peones de las industrias manufactureras; reponedores; peones del transporte de mercancías y descargadores; y cajeros y taquilleros.
Rotación y temporalidad
El año pasado, los contratos juveniles supusieron algo más de un tercio del total de la contratación, con incrementos respecto al año anterior en todas las provincias. El porcentaje de los contratos suscritos por el colectivo que tenía un nivel formativo igual o inferior a Educación Secundaria Obligatoria fue del 60%; las titulaciones superiores representaron algo más del 8% del total y en torno al 15% las de titulados en Formación Profesional.
En cuanto a la rotación, la casuística fue diversa según la provincia. Mientras en Valladolid cada joven contratado firmó una media de 2,76 contratos a lo largo de 2019, en Palencia se produjo una media de 4,03, la más alta de los trece últimos años en este colectivo.
Las tres modalidades de contratación más utilizadas fueron las de eventual por circunstancias de la producción, obra o servicio e indefinido ordinario que conjuntamente supusieron nueve de cada diez contratos firmados por jóvenes, con tendencia a la baja. El tipo de jornada más utilizado fue la completa tanto para los contratos indefinidos como temporales.
La distribución por sexo de los parados jóvenes fue prácticamente al 50%, aunque en el grupo de los parados de 25 a 29 años era mayor el número de mujeres y en el de menores de 19 años, el de hombres.
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